01 noviembre 2008

Rebelión y revolución



En una situación como la que atravesamos, nuestros abuelos se cabreaban y nosotros sólo nos lamentamos. ¿No creen que la diferencia es importante? A los perros también les sucede así, después de llevar muchos palos.
Podemos buscarle cien explicaciones amables, pero las cosas son como son: los precios suben sin control, y las autoridades monetarias, las mismas que nos pusieron delante la zanahoria de los tipos bajos, tienen ahora la desfachatez de decir que hay que seguir subiendo tipos para combatir la inflación, y lo dicen, con dos narices, justo después de anunciar a bombo y platillo enormes inyecciones de liquidez en el sistema financiero.
¿No se dan cuenta de la estafa? La inflación la produce, dicen, la abundancia de dinero en el mercado. Se sube para eso el tipo de interés, para que sea más difícil y más caro obtener dinero y que disminuya su montante en el mercado, ¡pero al mismo tiempo ellos dan gigantescas sumas a los bancos para salir del atolladero inmobiliario. El dinero que nos prestan a nosotros, crea inflación, pero el que dan a la gran banca, ese no.
Se cachondean. Nos llaman idiotas a la cara, y a lo mejor con razón. ¿No han visto el ejemplo del gasoil? Ahora, en plena faena de piquetes y salvajadas, lo último de lo que se habla es de que el gasóleo era mucho más barato que la gasolina y ahora la ha superado en precio. ¿Por qué? Por los impuestos, desde luego, pero todas las movilizaciones se encaminan a que se les quiten a unos pocos y los paguemos los demás, porque está claro que lo que unos dejan de pagar se sacará del bolsillo del resto.
Con la construcción detenida, los combustibles por las nubes y las hipotecas impagables, al ciudadano medio le queda convertirse en pobre, y al pobre, echarse a la calle.
Pero no será esta una revolución, porque la revolución es la subversión del poder por parte de ciudadanos libres. Será la nuestra, pro la que veo, una rebelión de esclavos, sin conciencia de clase, sin memoria de lo que costó a sus padres lograr lo que ellos tienen y sin pedir siquiera la libertad, sino una loncha más de hogaza cada tarde.
La revolución requiere saber lo que se quiere y me temo que vamos mucho más sobrados de medios que de fines, más de deseos que de voluntad, más de instintos que de pensamientos.
Y así, la zanahoria de la hipoteca barata, o del diesel económico, prospera, y se agranda, y finalmente se metamorfosea en carnívora y nos devora.

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