28 noviembre 2008

Abortó la abuela


Y menos mal, porque era lo que nos faltaba.
Dicen ahora por ahí que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando el petróleo andaba por los ciento cuarenta dólares, los israelíes pidieron el visto bueno norteamericano para atacar las instalaciones nucleares de Irán y quitarse, de una vez y por el método directo, la amenaza de que los ayatolás puedan construir una bomba atómica.
A mí, la verdad, no me hace mucha gracia que esa panda de pirados pueda construir una bomba nuclear, pero con la verdad en la mano y dejándonos de opiniones subjetivas, hay que reconocer que los únicos que la han tirado alguna vez sobre los demás han sido los americanos, y que el resto de países, por cabrones que fuesen, ni la usaron ni echaron mano de lo más florido de sus arsenales, ni siquiera en plena guerra. Ni siquiera Hitler y Stalin sacaron de los almacenes los gases tóxicos en la Segunda Guerra Mundial, que tanto se habían usado en la primera.
O sea, que mejor no hacer concurso de locos, porque a lo peor no ganan los que esperamos y a lo peor es más peligroso para nosotros el arsenal de nuestros aliados que el de los que se dicen enemigos. Sobre todo porque nuestros aliados lo tienen de verdad y los otros, pues Alá sabrá. Como las armas de destrucción masiva de Sadam, si se acuerdan.
En todo caso, es de agradecer que por una vez a alguien se le ocurriera pensar en las consecuencias de un acto antes de acometerlo y no después. Porque, ¿se imaginan lo que hubiese supuesto un ataque israelí contra Irán? Recrudecimiento del sentimiento islamista, nueva escalada bélica en Irak y Afganistán, nueva escalada en el Líbano, con Hizbullá tirando hasta hogazas atrasadas sobre Galilea, petroleo a trescientos dólares y una quiebra aún mayor, y más cercana al bolsillo del ciudadano que la que ya padecemos.
Una gran desastre. ¿Y todo a cambio de qué? De que no haya más armas devastadoras que las que tienen los que se supone que son los nuestros.
No sé a ustedes, pero a mí no me salen las cuentas: Evitar el asesinato con el suicidio no me pareció nunca una buena idea.
Porque si los iraníes quieren una bomba atómica, con la pasta que ingresan por el petróleo, seguro que encuentran quien se la venda, sobre todo en esas viejas repúblicas soviéticas, todas musulmanas y armadas todas hasta los dientes, como Kazajstan y Turkmenistán.
Esta vez libramos, pero a ver qué pasa en un par de años.
Crucen los dedos.

2 comentarios:

  1. ¿Quién te dice que no la han comprado ya y todo su programa nuclear no es más que una cortina de humo?

    Saludos.

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  2. No me extrañaría.

    Humo negro de petróleo

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