01 noviembre 2013

La cobardía se paga (y no hay rebajas)

Pues sí: el Tribunal de Estrasburgo tiene razón: la doctrina Parot es una vergüenza desde el punto de vista jurídico, por oportunista y por retroactiva.

Y no es que no sea adecuada. Y no es que el Gobierno no tenga razón cuando defiende que a partir de la eliminación de este mecanismo penitenciario salga gratis el segundo muerto, porque cumples la misma condena por haber matado a uno que a treinta. Todo eso es bien cierto. Es tan dolorosamente cierto como las víctimas que verán de nuevo por la calle a los asesinos de sus padres, o sus hijos, o a sus propios violadores.

Pero en un Estado moderno no se permiten las leyes retroactivas, ni las aplicaciones de las condenas según sople el viento o el humor de la gente. Las condenas fueron las que fueron, con las leyes de su momentos y a eso hay que atenerse.

Nuestra tragedia es que en su momento tuvimos la ocasión de condenar a toda esa gente a cadena perpetua o la horca, sin contemplaciones, pero entonces nos pareció feo. En su día pudimos dictaminar que ciertos delitos tendrían condena eterna, y a alguien le pareció que, en lugar de eso, era mejor poder pactar los Presupuestos Generales del Estado con el PNV, aquel PNV que recogía las nueces de los árboles que otros tronchaban a bombazos o con iros en la nuca. Dudamos que pudieran llegar tan lejos, y ahí tenemos la respuesta a tantas dudas.

Porque resultó que era cierto que unos mataban y otros recogían los frutos. Y resultó que era verdad, que las condenas suaves por crímenes horribles se convirtieron en condenas suaves, porque los veinte años de pena máxima se cumplieron y ahí están, en la calle, recordándonos que somos unos mierdas, con Gobiernos de chichinabo elegidos por ciudadanos de plastilina. Y resultó que los muertos se quedaron en sus tumbas mientras sus asesinos, con toda la razón y nuestras leyes de meapilas en la mano, pedían indemnizaciones al Estado.

Y eso hay: no es Estrasburgo ni la falta de sensibilidad Europea lo que ha puesto a todos esos criminales en la calle. Somos nosotros, con nuestras medias tintas, con nuestra corrección política, con nuestras pijadas solidarias y nuestras bonhomía de paripé. Somos nosotros, que no defendemos a los nuestros como los criminales defienden a los suyos. Somos nosotros, que todo lo vemos feo si es para hoy, que todo nos parece caro si no lo pagan nuestros nietos, que todo nos parece bien si es cambio de un jodido plato de lentejas.

Quisiste paz, tienes vergüenza. Nada nuevo.