28 septiembre 2006

La pastora en el baile


Lo peor que le puede pasar a una democracia es estar tan encantada consigo misma, tan absorta en compararse con lo que es peor que ella, que no se da cuenta de las arrugas que le van saliendo.

En España, concretamente, nos encanta comparar la democracia que tenemos con los cuarenta años de franquismo. Podríamos mirar a nuestro alrededor, y tratar de enterarnos, por ejemplo, de cómo funcionan los sistemas electorales de otros países vecinos. Podríamos echar un vistazo y saber qué hicieron franceses o alemanes para no quedar todo en manos del poder de pequeños regionalismos.

Pero no, eso no: en lugar de mirar a lo cercano y de hoy en día que funciona, preferimos miranos a nosotros mismos cuando estábamos hechos una pena. Nos sucede como al que se compara siempre con el más tonto de la clase para que no le riñan por los suspensos. ¿Por qué miramos tanto hacia atrás y tan poco hacia adelante o a los lados? Yo creo que la culpa la tienen nuestros políticos, estos políticos nuestros, campeones en promulgar leyes de reparación de la memoria (como si la memoria fuese una batidora usada, oigan), o celebrar quintos, sextos, duodécimos centenarios de algo en lo que poder comisionarse y nombrar comisionados. Aunque sigo pensando que esta obsesión por el pasado tiene un tufo de revancha y de querer ganar en los libros lo que no se supo ganar cuando fue su hora, empiezo a pensar que también hay algo de maniobra de distracción: cuanto más fija consigan mantener la mirada de la gente en lo que pasó hace setenta o quinientos años, menos malo le parecerá lo que ven al regresar con los ojos al presente.

Nuestros políticos pretenden convencernos por comparación. Ellos son estupendos porque el país esté mejor que hace cuarenta años; son honrados porque no nos fusilan (o al menos, no por ley) y son solidarios porque no tienen un imperio en ninguna parte. Pero claro: si miramos a nuestros vecinos, lo que ellos tienen y las garantías con que los ciudadanos de esos países se protegen, entonces no es todo tan maravilloso. Si miramos a nuestro alrededor, entonces empezamos a reclamarles cosas y a pensar que con Franco nos gobernaba el padre y ahora nos gobierna el hijo.

Nuestra democracia es la pastora que huyendo del lobo se metió en un baile. Mientras mire al lobo, se verá guapa. Cuando deje de mirar al lobo y se compare con las otras chicas del salón será cuando se le caiga la cara de vergüenza.

23 septiembre 2006

El miedo a la verdad


Da lo mismo quién tenga razón. Da igual que las investigaciones de el diario EL MUNDO, que conectan claramente los atentados del 11 de marzo con ETA tengan base real o sean un simple cúmulo de coincidencias. Lo que verdaderamente me preocupa es ver cómo los partidos, todos los partidos salvo el PP, que puede estar interesado en que esa conexión exista, cierran filas para que no se sigan haciendo preguntas.
Se basa todo en la mala memoria y lo poco que se frecuentan las hemerotecas. Miren en este mismo diario lo que dijeron en su día unos y otros ante la comisión de investigación y vayan viendo.
Lo que sí parece claro es que algunos de los interpelados por la comisión parlamentaria que investigó el asunto mintieron como bellacos. Pero eso tampoco importa.
Lo que sí parece claro es quela cadena de irresponsabilidades y de irregularidades parece más propia de un tebeo, o el cuento de Pulgarcito, que de una historia real. Pero eso le da igual a todo el mundo.
Ya desde el principio sonaba raro: una serie de bombas explota y una queda sin estallar. Esa bomba debía ser detonada por un teléfono móvil, y a ese teléfono móvil le faltaba un trozo de carcasa. El trozo de plástico que faltaba a ese teléfono apareció en casa de un pequeño delincuente fichado anteriormente por la policía. Ese delincuente, camello de poca monta, se suicida poco después en un piso de Leganés con otros pequeños chorizos como él. Será verdad, oigan, pero si uso esa trama par mi próxima novela policiaca los de la editorial me corren a patadas.
Será verdad, pero es flojo, es liviano, es insustancial. Con eso no van a poder condenara nadie a no ser que se pasen por el forro los derechos de los detenidos, cosa que tampoco es descartable en un país donde gobierna los mismos que hace sólo unos años enterraban en cal viva a otros delincuentes.
Pero lo que sea verdad o simple especulación es lo de menos. Lo que verdaderamente me parece terrible es que no se quiera saber, que a ningún partido político le interese nada más allá de su interés inmediato. Es tremendo que se imponga el miedo a la verdad; aunque sea por prudencia; aunque sea por evitar la crispación que supondría saber que nos han tomado el pelo a todos; aunque a muchos les duela luego reconocer que les llevaron por el ramal a la cuadra del “tú haces lo que yo diga”, como en los viejos tiempos.
Siempre es mejor saber. Saber lo que sea.
Y si fue ETA enterarnos ahora, antes de que ellos lo reivindiquen en el momento en que más daño puedan hacer a la libertad. Saberlo ahora, antes de que la certeza no sea sólo un desengaño sino un gran problema institucional.
Acuérdense de los años que se estuvo ocultando lo del GAL y en qué quedamos al final.
Mejor que se investigue. Que se hable y se pregunte.
Todo mejor que callar y agachar la cabeza. Pero la verdad parece que no le interesa a nadie. La verdad es un bicho peludo que pronto se mencionará para asustar a los niños que no se comen la verdura.
Estamos buenos.

22 septiembre 2006

El lijador de bordillos




Dicen que los inmigrantes vienen a ocupar los puestos que no quieren los españoles, y es verdad. Dicen que el país está necesitado de mano de obra que se dedique a ciertas profesiones, porque aquí padecemos gran escasez de personal en ciertos sectores, y también es cierto. Pero la cosa tiene su truco y hay que apechar con la realidad.
En economía se le llama efecto sustitución, pero como la gente no sabe economía, y hace bien, porque es como mejor se duerme, estas cosas hay que explicarlas con un ejemplo.
Supongamos, por suponer, que existe la profesión de lijador de bordillos. Es un trabajo duro, porque hay que estar todo el día de rodillas, con el cepillo de alambre, tragando polvo y arriesgándose a que te atropelle cualquiera de los muchos descerebrados que van a noventa por la ciudad. Supongamos tal cosa, por favor.
Hay diez plazas de lijador de bordillos. Diez, para que nos entendamos. Como es un trabajo tan malo, se pagan tres mil euros al mes, y aún así sólo se consiguen cubrir ocho de las diez plazas. Entonces, el empresario, busca a un inmigrante de Sildavia, el país de Tintín, y como sabe que por allí se vive fatal, le ofrece mil quinientos. La conducta del empresario es impropia, inmoral, ilegal y canallesca, sí, pero para lavar la cara inventa el contrato de aprendizaje, o lo que sea, y de pronto se encuentra con que tiene las diez plazas cubiertas: ocho a tres mil euros, y dos a mil quinientos.
La patronal, entonces, tratará de buscar todos los caminos posibles para contratar lijadores de bordillo sildavos a razón de mil quinientos euros al mes. En cuanto se jubila uno de los trabajadores nacionales, o se le termina el contrato, el empresario le ofrece al siguiente, o al mismo, mil quinientos y ni un céntimo más, porque sabe que a ese precio puede contratar a otro inmigrante. Así, en poco tiempo, tendremos que todos los lijadores de bordillo serán sildavos, y los lijadores nacionales tendrán que buscarse otro trabajo o hacer lo mismo que antes por la mitad de sueldo.
Por tanto, los lijadores sildavos vinieron a ocupar unos puestos que nadie quería, pero la mismo tiempo presionaban a la baja sobre los salarios y las condiciones sociales. Como los inmigrantes compiten a la baja en los salarios, crean un efecto de sustitución y pauperización de los trabajadores nacionales del mismo sector.
En una sociedad ideal tal vez no pasaría esto, pero la nuestra, no lo es. En la nuestra, el hecho de que venga gente de fuera sustituye en ciertos trabajos al obrero nacional, que ve repentinamente empeoradas sus condiciones laborales porque el empresario tiene más personal donde elegir y al que ofrecer un sueldo.
Pasó con las patatas: las empezaron a traer de fuera y bajaron las nuestras hasta el punto de que no valía la pena ni sembrarlas. Pasó con todo y pasará con esto también.
Y miren: que los partidos de derechas lo aprueben, me parece normal, porque todo lo que abarate la mano de obra a la patronal les beneficia. Pero que sean los sindicatos y los partidos de izquierda, que supuestamente tienen el deber de defender a los trabajadores, los que aboguen por la flexibilización de las leyes de extranjería, eso ya no me cabe en la cabeza ni aunque me lo unten con manteca.
La pancarta de “papeles para todos” sólo la puede llevar un gran empresario o un gran majadero. No hay otra, me temo.

18 septiembre 2006

Fomento de la lectura

Estoy convencido: las campañas de fomento de la lectura benefician a la industria, pero no a la literatura. Quizás en otro tiempo, cuando se estaban fundando las primeras bibliotecas públicas y había que dar a conocer esta posibilidad a gente que nunca se la había planteado, las cosas fuesen de otro modo, pero en nuestros días, cuando la educación es obligatoria y gratuita, aumentar el número de lectores no puede redundar más que en un empeoramiento de lo que se publica.

En el momento en el que se induce a entrar en el mercado como fuerza de presión a muchos miles de personas que no tienen criterio para elegir ni costumbre de consumir ese producto, lo que se logra es una masificación del producto, y un producto de consumo masivo no puede ser de calidad.

Esta postura puede parecer elitista, pero en realidad se basa en principios técnicos de economía de empresa: apreciar un producto cualquiera requiere un conocimiento previo, una formación y un interés. Da lo mismo que se hable de vino, libros, cine, motos o queso. Si, por ejemplo, se despliega una gran campa a de medios informativos para fomentar el consumo de queso, a la larga los más beneficiados serán los que fabriquen un queso cuyo sabor no moleste a nadie, un queso necesariamente flojo y vulgar. Después de un tiempo, ese grupo de consumidores, al representar una importante fuerza de mercado, desplazará la producción hacia sus gustos, y muchas fábricas de queso que antes elaboraban quesos curados o de mayor elaboración modificarán sus líneas para dedicarse al nuevo producto, más rentable.
Gana el mercado y gana la cuenta de beneficios, pero pierde el aficionado al buen queso y pierde a la larga la industria quesera de calidad, porque el queso malo lo fabrica cualquiera y no tardarán en entrar nuevos productores en esa industria, fácil y rentable.

Con los libros pasa otro tanto: si se induce a entrar en el mercado a un millón de nuevos lectores, las editoriales tendrán el máximo interés en llegar a esa gran masa de compradores, con lo que relegarán en sus catálogos a todo lo que no produzca un beneficio económico similar.
Así, las planchas de impresión y las estanterías de las librerías se verán copadas por igual por libros de alto beneficio, pero no por libros de alta calidad. El buen escritor, el que escriba sus libros pesando cada palabra y exija a sus lectores un mínimo de conocimiento del tema que se aborda quedará relegado a las estanterías más recónditas.

Por eso, si tiene usted una editorial, apoye y hasta promueva las campa as de fomento de la lectura. Pero si está en una institución y tiene verdadero interés en mejorar el nivel cultural de su país, su ayuntamiento o su Comunidad, fomente el Sudoku, por favor.
Ahí es donde el ignorante hace menos daño.

12 septiembre 2006

¿Dónde está el bobo?

Que no me lo creo.
Que se pongan como se pongan los políticos o el lucero del alba, no me creo que el alcalde de Peque sea bobo, o se haya vuelto loco de repente.
Miren ustedes, que yo soy de San Pedro de Ceque, a tres tiros de piedra, y me conozco el paño. Háganse cargo de que por aquellos andurriales los bobos se extinguieron antes de que llegasenlos romanos, y que la Universidad de la Oveja y el Burro Negro expide títulos de mucha enjundia, no como los de Salamanca, que dan risa a veces, o los de León, que ni les cuento.
Háganse a la idea de que el alcalde de Peque tiene más tiempo para pensar mientras va con el ganado que toda la Diputación junta mientras va de comilona. Pónganse en su lugar, si pueden, y piensen que el pueblo se les muere, les quedan cuatro viejos, y en las arcas municipales pasan hambre hasta las chinches.
Pónganse en su puesto, sin sueldo ni ceremonia, y hártense a pedir mejoras, carreteras, o un parche para la traída de aguas y esperen luego cien años. Que sí, que en mi pueblo hay un puente que se cayó hace ya dos lustros y aún está por arreglar. Que son así las cosas, háganme caso.
Colóquense en semejante tesitura y barrunten, como seguramente barruntó Rafael Lobato, que solicitando el cementerio nuclear iban a dejar de ningunearlo en la Diputación, de reírse de él en la Junta y de tomarle el pelo hasta en el BOE. Piensen como seguramente pensó él que de una puñetera vez le iban a oír, le iban a escuchar y hasta le iba a entrar el miedo en el cuerpo a más de uno. Piensen que total, de perdidos al río, y que no habiendo carreteras, ni infraestructuras, ni centrales cerca, ni posibilidad de cumplir la normativa, el cementerio ese no se lo ponen ni de broma, pero que lo mismo le dan alguna cosa al pueblo para callarle la boca. Piensen como seguramente pensó él que una ocasión como esta de apretar el culo a los tíos de la corbata no se tiene todos los días, y que a lo mejor, vete a saber, hasta sueltan la pasta por una vez y le ponen, yo qué sé, un consultorio. Aunque sólo sea para no oírlo más. Aunque sólo sea para perderlo de vista.
Piensen todo esto y díganme si todavía creen que está bobo o se volvió tarumba de un repente. Piensen conmigo, por favor, si los que no estarán haciendo el panoli son los que lo ponen a escurrir, en vez de darle la razón, con la boca pequeña, para que las autoridades correspondientes aflojen el bolsillo con el pueblo por una vez en la vida.
Y recuerden siempre la vieja máxima: en todas partes hay un bobo; si miras alrededor y no lo encuentras, desconfía.

Nos hicieron un corral

No voy a caer en el tópico: no voy a preguntar donde están ahora los paniaguados del no a la guerra, ni para cuándo se ha convocado la manifa de protesta por los mil y pico soldados que España envía al Líbano.
Tenemos también tropas en Afganistán, y nuestro gobierno ha mandado triturar los restos de los helicópteros que se estrellaron allí para que no se siga dudando si se accidentaron o no. Se accidentaron porque lo dice el Gobierno y porque nadie podrá probar otra cosa. Punto y final.
Tenemos todo esto, fuegos diversos, a los navarros temblando porque los van a vender, y nadie se queja. Estupendo. Sin embargo, tampoco quería hablar de ese vomitivo sectarismo que consiente todos los crímenes a los suyos, desfalco y cal viva incluidos, mientras observa con lupa al adversario. En España, antes de opinar sobre un crimen, no se pregunta si fue de defensa propia o no; se pregunta quién es el criminal, a qué partido vota, y luego ya veremos. Pero eso es otro cantar. Eso para otro día.
En lo que quisiera fijarme hoy, con su permiso, es en la creciente impresión de que nos están intentando sumergir en la lógica del pensamiento único. Nuestra democracia agoniza. La democracia real, la que supone que el pueblo tenga algún poder sobre sus gobernantes. Se nos va al carajo.
Cada vez veo más síntomas de que en España se está cociendo un PRI como el mejicano, un Partido de la Revolución Institucional (cuadrados los tenía el que le puso el nombre) que actúe como si el país entero fuese una finca propia, mientras se le cuenta a los jornaleros cualquier cosa porque no tiene modo de enterarse de la verdad.
Nos mandan callar, y callamos.
Nos preguntan, y no sabemos.
Nos prerguntan y opinamos, pero no sabemos. Opinamos lo que nos mandan opinar, porque nos da vergüenza opinar otra cosa, peor lo cierto es que no sabemos.
¿Se acuerdan de aquello del “no sabe, no contesta”? Pues ahora se lleva otra cosa: no sabe, pero contesta.
Y no es cuestión de incultura, ni de dejadez. Es culpa de que hay más aspectos de la vida diaria de los que es imposible enterarse, lea uno lo que lea y vea uno la televisión que vea. Cada vez hay más cosas que no existen, sucesos que no suceden y problemas de los que ni se habla ni se permite comentario alguno.
El otro día, por ejemplo, tuve que enterarme del coche bomba que ETA probó en Francia por las noticias de una radio Argentina en internet. Sólo una semana después lo publicaron los medios españoles como si fuese novedad.
España lo sabe una semana después de que lo cuente una radio argentina. ¿Qué está pasando?
Cuando empiezan a ocurrir esta clase de cosas no queda más remedio que pensar que ni siquiera con Franco estábamos tan a oscuras: entonces, al menos, sabíamos que el Gobierno trataba de pisarnos el gaznate, tenía censura y te podía meter un paquete si decías lo que no se debía.
Ahora han cambiado la ley de lo que no se puede decir por la ley de lo que no existe. Y además les tienes que dar las gracias .Y si te pillan en campaña electoral, incluso la mano y un abrazo.
Ja.

03 septiembre 2006

Chistes viejos

Algunas evidencias, como las setas, es mejor no tragárselas a la primera por muy comestibles que parezcan. Les llaman evidencias porque saltan a la vista, sí, pero si te descuidas, saltan, te abofetean, y te sacan un ojo. Una de estas amanitas, por ejemplo es la extraña convivencia que hoy se observa entre lo cosmopolita y lo castizo.
Estamos en un momento de integración, de uniones supranacionales, de dejar cada vez más decisiones y responsabilidades en órganos políticos y económicos como la ONU, o la Unión Europea, que no elegimos directamente y a veces ni hablan nuestro idioma.
Tribunales de Bruselas o de la Haya deciden quien compra Endesa, o si se pueden subir los peajes del las autopistas, y la cosa no tiene visos de retroceder y sin embargo, florecen como nunca los terruñismos de toda especie y andamos, tarde sí y día no, a vueltas con independencias, autodeterminaciones y zarandajas de ese pelo.
¿Se han vuelto todos locos o qué?, ¿en qué quedamos?, ¿nos reunimos para ser más competitivos o cada uno tira para su casa y amuralla hasta los tiestos?
No sé, pero pensando mal, que es lo que uno piensa cuando tiene que trabajar en verano, se me ocurre que esta ardorosa manía por buscar independencias es un intento de desquite por la poca libertad que le queda a las personas.
Quizás este furor de las autodeterminaciones se deba a que entre la hipoteca, el contrato de seis meses, el salario de setecientos euros y la amenaza de que alguien sin papeles se ofrezca a currar por la mitad y sin seguro, lo que queda para seguir pensando que mandamos algo es llamar nación a nuestro pueblo.
Es una historia vieja: como éramos mortales, imperfectos y limitados, inventamos a Dios, dicen algunos.
Como somos unos “pringadetes”, nos dedicamos a crear países, repiten otros ahora.
Un chiste viejo. Sólo eso.