23 octubre 2010

¡Guerra al tonto del paraguas incrustado!

Las cosas claras: un paraguas es un instrumento canallesco e insolidario cuyo funcionamiento consiste en apartar el agua de uno mismo para echarla sobre los demás.

Partiendo de esta premisa fácilmente comprobable en cualquier lugar al aire libre donde se reúnan más de tres personas, maldigo al paraguas, al miserable que lo inventó, al tendero que lo vende y a las academias de urbanidad a las que jamás asistieron los que lo convierten en un arma de destrucción masiva.

Maldigo al que saca su paraguas antes de la primera gota, convirtiéndose en estorbo, y ya no lo cierra hasta agosto, sin importarle que la acera sea ancha o estrecha, que se suban o se bajen escaleras o que haya que acercarse a ellos con un casco de bomberos.

Maldigo a la mujer charco que se mete en los comercios permitiendo que su paraguas, como un perrucho cualquiera, vaya dejando su meadita por las equinas para marcar el territorio, convirtiendo el pavimento en barrizal o en pista de patinaje.

Maldigo al enano cabezón que avanza por la calle como la cuádriga de Ben-Hur, llevándose cejas, orejas y pestañas ajenas con los pinchos de su paraguas y musitando disculpas falsas que jamás van acompañadas de un gesto que evite la reincidencia.

Maldigo al champiñón podrido que con su casquete negruzco agarra la empuñadura de su paraguas como si se pensara Atlas sosteniendo el Mundo, y la pega a su barbilla de rufián urbano, decidido a morir antes que a dejar pasar a nadie sin el peaje de una reverencia forzosa o un rodeo involuntario.

Maldigo a la envejecida Mary Poppins que se echa al hombro el paraguas para mejor seguir gesticulando en su conversación con otro adefesio como ella, que avanza a ratos, a ratos se para, a ratos te saca un ojo y a ratos te mira mal porque tratas de abrirte paso en el bosque de su dejadez y su mala educación.

Maldigo al desertor de la pocilga que sacude su paraguas delante del portal, sin preocuparse de si pasan o no pasan transeúntes a su lado, y lo agita, lo menea, lo masturba, abriéndolo y cerrándolo, haciéndolo boquear como un chicharro moribundo o apagando algún extraño fuego dentro de él que sólo el miserable ha detectado.

A todos ellos, uno a uno, los maldigo y les lanzo mi anatema. Los maldigo sin excepción y les deseo cien años de goteras en casa y un nicho con humedades el día que al fin la palmen.

¡Para que se jodan!

04 octubre 2010

EL GRIS. El amor, el orgullo y la muerte como fuerzas desatadas

¿Qué fuerza es más poderosa para hacer que un ser humano luche, el amor o el orgullo? Esa es la gran pregunta que plantea esta novela, donde nada es blanco o negro, donde los personajes pueden cambiar su postura ética como si fueran personas reales.

Si os ha gustado Schlink y la saga de Selb, o su inquietante obra El Lector,no dejéis de leer esta novela, quizás la más parecida en la literatura española al famoso autor alemán y puede que incluso un poco más dura en su planteamiento moral. EL GRIS podría ser una novela de Schlink si no fuese porque Javier Pérez, su autor, parece confiar menos en el alma humana que el escritor alemán.



EL GRIS es una novela que no deja indiferente, aunque sólo sea por el punto de partida: un hombre que no puede dormir porque teme que si se duerme no despertarña nunca necesita fa,miliarizarse con la muerte y para ello empieza a matar.

En las primera páginas nos dicen ya quien es el asesino, y luego, durante el resto de la novela, el autor nos enfrenta al terrible dolor del asesino y a la tenacidad despiadada del comisario que lo persigue, haciéndonos dudar sobre a cual de los dos entendemos mejor.

En EL GRIS nadie es bueno o malo desde un principio y hasta le final. No podemos conocer la moralidad de un personaje sólo por su papel, proque todos son humanos. Puede haber delincuentes piadosos, y delincuentes desalmados. Policías bonadososos y policías terribles. Puede haber incluso nazis buenos y nazis malos, en aquellos años veinte donde cada cual luchaba férreamente por su vida y su supervivencia.


Se trata sin duda de una de las mejores novelas negras que he leído en los últimos años, con una trama policiaca vibrante y sin los trucos típicos de la novela con adivinanza dond eel lector debe averiguar quién es el asesino. Aquí, ya lo sabemos. El problema es saber de parte de quién estamos.



Julia Manso