26 diciembre 2006

Entrar a matar


Ahora parece ser que han declarado Barcelona ciudad sin toros, y que el Gobierno, o no sé qué ministra del ramo (o del florero), se ha unido al general despotrique contra todo lo que suene a español para pedir que el toro no se mate en la plaza, sino fuera, lejos de la vista de los pellejos finos y sensibles. Nos lo pintarán de verde si quieren, como los toros de Lorca, pero a mí no hay quien me convenza de que la fiesta no se prohíbe ni por cruel, ni por inhumana, sino por española. Y el Gobierno, que cuando la memoria histórica no tiene que ver con el franquismo no tiene memoria ni historia, se apunta a defender semejante burla porque si no le dejan de salir las cuentas.
Son patéticos.
Al final, al paso que vamos, va a resultar que si matas a tu abuela porque se mea encima y ya no hay quien la aguante de lo que chochea, te sale a defender alguno por aquello de legalizar la eutanasia; si se te ocurre mandar al cubo de la clínica al niño aún no nacido, porque proviene de un polvo mal echado después de cuatro cervezas, también te salen a defender unos cuantos, por aquello de la libertad sexual; e incluso si has matado a veinte con el tiro en la nuca o el coche bomba el gobierno se sienta a negociar contigo y te pregunta si quieres algo, si te dan una provincia o qué se requiere para que te hagas buen chico. ¡Pero coño!, ¡como se te ocurra matar un toro la has liado!
Por lo visto, de lo que se trata aquí es del modo en que entras a matar: si es con la inyección, el escalpelo o el tiro en la nuca, todo va bien, pero como sea con el estoque o el descabello, entonces te convierten en un apestado. Y justo en Barcelona: donde tienen en el gobierno a un tipo, el Carod, que negoció con ETA que mataran a otros en otra parte. Y sale el gobierno a decirnos, encima, que habría que ir pensando en evitar la suerte de matar en las plazas.
Evitarla en las plazas, pero no en las calles, ni en las clínicas.
Evitarla en las plazas, repito, porque dense cuenta de que no se trata de perdonar la vida al toro y mandarlo de vuelta a sus verdes pastos hasta que muera de viejo, sino de matarlo fuera de la vista de todos, en silencio, en una emboscada, a ser posible atontado, enchiquerado y oliendo a cuadra.
Lo que me extraña, viniendo de esta gente es que no propongan caparlo y ponerlo a tirar de un carro en un concurso de bueyes. Sería lo suyo.

22 diciembre 2006

Competencia desleal




Hace un par de semanas entro en vigor el tan traído y llevado plan de prevención contra el fraude fiscal, y después de echarle un par de vistazos terminé de convencerme de que se trataba de perseguir los cuatro duros de los de siempre, porque al gran fraude, al que roba a manos llenas, este plan le importa un huevo.
Entre las gloriosas medidas que propone el gobierno está la retención de un uno por ciento a las facturas que los empresarios en módulos emitan a otros empresarios. Se supone que con esto se evitarán las facturas falsas o de favor, pero a ver, díganme ustedes: ¿desanima en algo una retención de un uno por ciento a gente que se está metiendo entero el dieciséis de IVA más el treinta del Impuesto de Sociedades? Pues claro que no. De lo que se trata es de retener un uno por ciento para engordar la caja, aunque haya luego que devolverlo en junio de 2008 (después de las elecciones curiosamente, cuando ya esté gastado).
Seguimos: a partir de ahora, al escriturar un piso en notaría habrá que declarar los medios de pago, y especificar con qué se paga cada cantidad. En principio suena bien, pero si se fijan, la osa va contra el consumidor final, o sea, contra el pobre currante que tiene que pagar el piso, y no contra el concejal que recalifica o el constructor que logró la recalificación del solar.
Otra perla, y esta es buena: desde el uno de diciembre, las entidades bancarias deberán tomar nota de quién solicita o ingresa billetes de 500 Euros. Estos billetes, pro tanto, dejan de ser moneda a al portador para convertirse en cheques casi nominales, porque hay que dar el nombre para que te los den o para ingresarlos. No sé a ustedes, pero a mí la cosa me huele a movimiento preparatorio de un futuro corralito. En cuanto a la pasta que se pira a Suiza o Gibraltar, ni mencionarla.
Otra estupenda: hasta ahora, se consideraban operaciones vinculadas las que realizaban empresas con propietarios en parte coincidentes. Ahora se consideran operaciones vinculadas las 2ue se realicen entre empresas participadas por personas relacionadas por afinidad o parentesco hasta el tercer grado. Esto, que suena confuso, implica que la valoración de los bienes o servicios que se presten estas empresas no será la de la factura, sino la que establezca Hacienda según sus criterios. Así que si alguno de ustedes compra, vende o contrata algo con un primo o cuñado, por ejemplo, que se vaya preparando, porque el valor de la operación no es el de la factura, sino el que Hacienda diga.
Y para el final dejo la traca: a partir de ahora, pagarán los mismos impuestos los beneficios obtenidos por los ahorradores que los beneficios obtenidos por los especuladores. Hasta ahora, cada año que pasaba desde que comprabas un bien hasta que lo vendías, reducía la cuota tributaria. ¡Ahora no! Ahora paga el mismo porcentaje el que tiene un piso desde hace treinta años y lo vende que el que lo compró hace diez días y lo vende hoy por dos millones más. ¡Esto sí que es socialismo con un par!
A veces, cuando salen leyes de estas, acaba uno pensando que el gobierno sólo lucha contra los chorizos porque le hacen competencia. Otra cosa no se entiende.

17 diciembre 2006

Puente de plata



No espabilamos: pasan dos mil años y seguimos igual de burros. Y no es que sea yo de esos que se rasgan las vestiduras diciendo cosas como "sucede esto en pleno siglo XXI", porque siempre he estado convencido de que no son los calendarios los que hacen las cosas, sino los seres humanos. Y los seres humanos, para qué engañarnos, no hemos cambiado un carajo.
Valga un ejemplo.
Allá por el año noventa antes de Cristo, en plena república romana, y tras una larga sucesión de guerras civiles, los romanos eligen a Sila como dictador. ya sé que la cosa es mucho más compleja, pero no estamos aquí para tratados de historia. El caso es que Sila, después de unos años de gobernar a su antojo, da igual si bien o mal, decide retirarse. Lo decide él mismo y se va de Roma por su pie.
Dicen que entonces, muchos de sus enemigos salieron a las puertas de Roma para lanzarle salivazos, insultos y hasta piedras. Dicen también que Sila, un hombre de físico impresionante, se detuvo, se volvió a ellos y les dijo: "Idiotas. Si tratáis así al tirano que se va, ningún otro querrá marcharse y lo habréis de sufrir hasta su muerte".
Y Dice Plutarco que, avergonzados, los enemigos de Sila se callaron y se volvieron a sus casas, porque Sila tenía razón.
Aquellos se cayaron proque tenían vergüenza, pero me temo que hoy en día, además de no haber aprendido nada no nos callamos.
Me refiero, por supuesto, a la estúpida y descerebrada persecución de que se hizo objeto a Augusto Pinochet después de dejar el poder en Chile. No entro a valorar los crímenes que había cometido o no; no entro a juzgar si merecía la impunidad, una medalla, la horca, o una estatua en una plaza. Lo que si veo claro es que fue un dictador que dejó el poder por su propia iniciativa abriendo paso a una democracia, y que la obcecación de alguna gente empeñada en perseguirlo ha dado a entender a todos los dictadores del mundo que hay que morir en la poltrona con el pie encima de la gente para que sólo después de muerto puedan decirte lo que opinan.
A los señores como Pinochet, a los que se van por su propia iniciativa y dejan una democracia, habría que darle suna vejez de sol, playa, y buena vida. ¿Por justicia? NO: Para que se larguen y crean que es buena idea jubilarse cuanto antes.
A enemigo que huye, puente de plata, se decía antes. Se decía hace mucho. Cuando la gente pensaba con la cabeza y no con la urna. Cuando los jueces eran jueces y no vedettes de variedades.
Bah.

15 diciembre 2006

Jubilar al lobo



Este caso del espía ruso envenenado con polonio, un compuesto radioactivo hasta por teléfono, puede sonar a novela vieja, pero resulta verdaderamente espeluznante si uno se para a pensarlo un momento.
Todo arranca cuando una famosa periodista, Anna Politkovskaia, es asesinada mientras investiga los abusos de las tropas rusas en Chechenia. El escándalo es tan grande que hasta la ONU condena el asesinato, mientras casi todos los dedos señalan al Kremlin como instigador del crimen. El editor del periódico en que trabajaba esta afamada periodista decide que la cosa no va a aquedar así y contrata a un antiguo espía de la KGB para que investigue la muerte. Y aquí tenemos que el espía, Litvinenko, es envenenado con una porquería radioactiva en Londres días después de que la policía británica detectase, con gran sorpresa, que entre los hinchas rusos que siguieron el partido entre el Manchester y el CSK de Moscú había varios exagentes del KGB.
Todos retirados. Todos ex.
A mí, lo que más miedo me da no es la historia en sí, que también, sino el pensar los miles y miles de espías, especialistas en sabotajes, terrorismo, armamento y explosivos que dejó en la calle el gobierno ruso después de disolver la URSS. Lo que da miedo es pensar a qué se puede dedicar esa gente y a qué empresas puede enviar su currículum, por decirlo de alguna manera.
Cuando una potencia se desmorona, sus ruinas son un perfecto vivero de gentes desesperadas dispuestas a lo que sea para no dar por completamente malgastadas su vida y su juventud. En el caso de Rusia, solemos pensar con aprehensión en qué habrá sido de los miles y miles de cabezas nucleares que construyeron en la carrera de armamentos contra los americanos, pero casi nunca nos damos cuenta de que el verdadero peligro está en la legión de profesionales, perfectamente cualificados, que se quedaron en el paro y que saben, con los ojos cerrados, asesinar a un ser humano o montar una bomba de hidrógeno.
En otros tiempos, estos profesionales era reabsorbidos inmediatamente por los servicios secretos de las potencias vencedoras. Por ejemplo, sin ir más lejos, la GESTAPO nazi estuvo trabajando hasta la vejez extrema para la CIA, con misiones tan "brillantes" como la eliminación del Ché Guevara en Bolivia (Klaus Barbie) o al organización de la policía política chilena (Walter Rauff). Se dice que hubo también antiguos nazis en el bloque del Este, y seguramente sea cierto. Y hasta en la guerra de Vietnam, en el bando vietnamita. Y uno, un tal Glücks, en el Mossad israelí, según cuentan.
En otros tiempos, como decía, había un hueco para esta clase de gente, ¿pero ahora?, ¿quién les da trabajo?, ¿quién necesita sus servicios? Me temo que Ben Laden, asimilables, derivados y sucedáneos.
Entrenamos hombres para matar y una vez que desaparece la necesidad de matar nos olvidamos de que siguen siendo hombres, y no se van a quedar en casa, cruzados de brazos, ni van a poner una frutería o una tienda de ultramarinos. Porque no saben ni de fruta ni de ultramarinos, sino de bombas y venenos, más que nada.
Al final, tras cuarenta años de guerra fría, cayó la URSS, pero aunque supios encontrar y destruir la lobera, parece que aún no se nos ha ocurrido que hacía falta para jubilar al lobo.

14 diciembre 2006

Caer del guindo


O hasta hace un mes éramos tontos de remate, que lo dudo, o ahora nos hemos vuelto muy listos de repente, que tampoco me lo trago.
Que no, oigan. Que no cuela.
Para mí que la reciente avalancha de informaciones sobre corrupción urbanística tiene toda la pinta de querer ocultar otra cosa. No puede ser que algo tan viejo, tan sangrante, y tan conocido de todos haya saltado de repente a la actualidad como si de pronto los jueces se hubiesen caído de un guindo y los periodistas se hubiesen dado de bruces con la realidad.
Si ahora se ponen a dar bombo al tema de los alcaldes y concejales corruptos tiene que ser porque tratan de ocultar alguna marranada que están a punto de hacer o algo que se va a conocer dentro de poco. ¿Quién no había oído hablar alguna vez de sobres, maletines y comisiones en las obras municipales?, ¿quién no sospechaba y sospecha que las licencias de obras se conceden a ritmo de talonario?
Pero lo sabemos ahora, en plena negociación con ETA y en plena vorágine de policías que trafican con explosivos y policías que avisan a los etarras por teléfono de que los va a ir a detener la policía francesa.
La mierda empieza a llegarnos a la barbilla y esa debe de ser la señal para que los acólitos de turno señalen a otro como culpable de lo mal que huele en todas partes.
Porque es verdad que en los ayuntamientos se trapichea a manos llenas. Es verdad que los ayuntamientos son instituciones donde cualquier mindundi o cualquier pringadete (como el autor de este artículo) puede llegar a concejal con el voto de ochenta vecinos y verse luego con más poder de actuación del que nunca imaginase. Es verdad que la política municipal le queda generalmente grande a los que se meten en ella, pero oigan, no me creo que eso lo hayamos descubierto ahora. No me lo creo.
A mí todo esto me suena a la vieja técnica de dar con un palo en la verja del chalé para cabrear al perro mientras el compinche se cuela por otro lado.
Las noticias sobre urbanismos y urbanizaciones, alcaldes y maletines, son el palo que trata de cabrearnos para que no estemos atentos al gran navajazo que planean darnos en otra cosa.
O que ya nos han dado aunque aún no lo sepamos.
¿Se apuestan algo?

En manos del enemigo


A estas alturas ya no debería sorprendernos ninguna posibilidad a la hora de inventar nuevas formas de perpetuar a los mismos, a los de siempre, en la poltrona del poder, pero de vez en cuando surgen conceptos que nos obligan a alzar una ceja.
En México, con parsimonia y perfecta inercia sostenida lograron nada menos que la revolución institucional. En Corea de Norte dieron un paso más allá, y tras la muerte de su líder revolucionario, inventaron la inefable monarquía comunista hereditaria. Por lo que estamos viendo últimamente, los españoles, fieles a nuestra lema de "plus ultra" parecemos decididos a sacarnos de la manga la monarquía federal. Hay quien dice que sería mejor una república, reeditando la segunda, pero mucho me temo que esos no han echado un vistazo a la historia Europea y no han visto lo que pasó en Alemania cuando, añorando el desparecido segundo Reich, crearon el tercero.
Y lo cierto es que no nos vendría mal echar un vistazo a Alemania. Allí, hace escasamente una semana, la canciller Merkel sacó la calculadora y se atrevió a decir a sus conciudadanos que la República federal estaría mucho mejor, más vigorosa, y más próspera, si arrinconase de una vez la duplicación de competencias de los distintos estados federales.
Afirmó también ante el Bundestag que los más beneficiados por la descentralización eran los defraudadores fiscales, que se aprovechaban de la ausencia de una entidad recaudatoria única para evadir sus impuestos. Incluso llegó a decir que las diferencias legislativas entre unos y otros estados eran a menudo aprovechadas para crear y hacer desaparecer empresas cuyo único objeto era aprovecharse de las ayudas y subvenciones con que unos Länder competían contra los otros.
Sin complejos y sin miedo a que la llamaran fascista, dijo asimismo que el estado federal era un estorbo para la coordinación de los servicios públicos, un quebradero de cabeza para la construcción de grandes infraestructuras y un motivo de incertidumbre para los ciudadanos, que debían atenerse a normas emanadas por distintas instituciones, unas normas que a veces resultaban abiertamente contradictorias y que acababan conduciendo a una judicialización escandalosa de la vida pública.
Las reflexiones de la canciller seguían abordando otros muchos puntos, pero tampoco es cosa de aburrirles con la enumeración detallada de lo que aquí, boina en mano, entendemos de sobra: "la unión hace la fuerza". O si no, miren a los Estados Unidos, por ejemplo, que tiene cincuenta estados con distintas leyes pero todos con la misma caja.
Lo dicho: que no hay para qué seguir.
Si acaso, vale la pena apuntar un detalle: la República Federal de Alemania se crea después de la derrota nazi en la segunda guerra mundial, y la crean los aliados. Por tanto, una república federal es una estructura muy adecuada y muy interesante para que te la imponga el enemigo cuando acabas de firmar la rendición incondicional, pero a lo mejor no lo es tanto cuando puedes elegir cualquier otra cosa.
Así que, visto lo que estamos viendo, habrá que preguntarse en España quién nos ha invadido y ante quién hemos firmado la rendición incondicional.
O ante quién la vamos a firmar.
No sé ustedes, pero yo ya lo sospecho.

13 diciembre 2006

Trasvases entre bolsillos


En fechas recientes se ha publicado el dato de que los salarios medios de los españoles, en términos reales, siguen al mismo nivel que en el año noventa y siete. Sin embargo, todos sabemos, dolorosamente, que el nivel de precios ha cambiado de manera escandalosa, sobre todo tras la entrada del Euro.
Dejando a un lado la hechicería, la nigromancia, la brujería y otras artes similares aplicadas por todos los gobiernos a la hora de calcular el IPC, cabe preguntarse cómo es posible que tengamos a veces la impresión de que vivimos mejor que hace unos años cuando en realidad nuestros bolsillos están más flacos que nunca y la cuenta de deudas de los españoles bate todos las plusmarcas conocidas.
En tiempos como estos, en que las impresiones se crean en los estudios de cine y otras bulerías virtuales, hay que tener cuidado con lo que uno opina, pero creo que hay dos caminos principales por los que hemos llegado a pensar que estamos mejor cuando en realidad nos hacemos más pobres cada día:
El primero es la deflación de costes. Esta clase de palabras las usamos los economistas para que no se entienda nada y quedar como señores, pero cuando se escriben en un periódico hay que explicarlas, así que vamos allá: aunque muchos bienes de alto valor, como los pisos, han multiplicado sus precios, hay que reconocer que otros, como muchos alimentos (leche y legumbres por ejemplo) no han subido significativamente de precio. Además, un montón de bienes han bajado de manera drástica, como la ropa. Dicen los malpensados que por eso se autoriza a los chinos a abrir a todas horas y a vender a cualquier precio (y a las grandes superficies a imponer su ley contra el pequeño comercio): para que la gente llegue a fin de mes y no reclame aumentos de sueldo. Aquí tenemos por tanto el primer trasvase: importar a países de mano de obra barata, o importar esa mano de obra, para que los salarios puedan mantenerse bajos sin que el consumo se resienta. A eso se le llama apariencia para hoy y quiebra para mañana.
El segundo trasvase es el de las familias. Como es un tema complicado, les ruego clemencia con mi intento de explicarlo: los salarios que pagan las empresas a los jóvenes que empiezan sólo son aceptables si estos se valen de sus familias para seguir viviendo. Hay multitud de empleos que se ofrecen en el entendimiento de que quien los desempeña no podrá vivir con el salario que recibe, de modo que la empresa se queda con el cien por cien del trabajo, pero sólo sufraga el cincuenta o el sesenta por ciento de los gastos vitales de su empleado. Antes, las empresas conseguían que el ayuntamiento, por ejemplo, les rebajase un cincuenta por ciento el precio del solar en el polígono industrial; eso era una subvención por parte del ayuntamiento. Ahora lo que tenemos es a un padre que le dice a su hijo que vaya a trabajar por quinientos euros, que ya le pondrá él la habitación, y los garbanzos sobre la mesa. Así, si se fijan, lo que tenemos delante de nosotros es que las familias subvencionan directamente a las empresas, pagando de su bolsillo una parte de los costes laborales.
A esto se le llama hambre para hoy y hambre para mañana. Miseria.
O desfachatez.
O atraco.
Pero a los que se dicen de izquierdas se la suda y prefieren desenterrar a no sé quién, muerto en el la guerra civil.
Será porque las injusticias pasadas les dan menos remordimientos quye las que ellos mismos permiten.
Será.

Europa está aquí mismo


Y cada día más cerca, oigan. De hecho, desde esta misma semana, Iberia empieza a ofrecer vuelos a Gibraltar en si catálogo de destinos "europeos".
El proceso de renuncia a cualquier cosa que pueda sonar vagamente a política de Estado parece no tener fin. En esta ocasión, la bajada de pantalones ante Gran Breta a no parece obedecer a un objetivo muy claro: ¿en qué parlamento necesita el Gobierno los votos británicos para sacar adelante una rendición, una tregua o un desfalco? A lo mejor en el de Bruselas, donde votaron ya que era buena idea negociar con criminales, o a lo mejor, quien sabe, en alguna comisión sobre enajenaciones diversas, saqueos con empresas interpuestas y tráfico de traiciones.
Porque Gibraltar es exactamente eso: un lugar donde viven veinte mil personas y se domicilian doscientas mil empresas. Un lugar donde se roba a manos llenas, con pretextos antes, descaradamente ahora, generando sociedades que ni pagan impuestos, ni cumplen garantías, ni obedecen a ninguna norma que no sea la del beneficio inmediato y costa del prójimo.
Gibraltar es la isla Tortuga del siglo XXI, el centro de reunión y libranza de los piratas, y nuestro gobierno, en vez de combatirlos con normativas fiscales, o de mantener su posición ante Gran Breta a siquiera en el asunto de la soberanía, se reúne con los llanitos concediéndoles voz y voto en nuestros asuntos y ayuda a la metrópoli británica a abaratar los costes de mantener en pie la colonia.
Porque no digo yo que haya que volver a aquellos aires nacionalistas de nariz alzada y orgullo herido, reclamando, o mendigando, la espa olidad de Gibraltar, como en otros tiempos. Pero si una potencia extranjera mantiene una colonia en tu territorio y la utiliza para saltarse todas las normas fiscales y sangrarte directamente, habrá que intentar al menos dos cosas: que el da o sea el menor posible, y que el coste sea el máximo para la potencia que se divierte con tales marranadas.
Para obligar a los ingleses a traer en barco hasta el agua mineral se levantó la verja. Para obligarlos a traerlo todo de lejos y a un enorme coste. Si se hubiese mantenido esa política, ya se habría llegado a estas alturas a algún tipo de acuerdo; o quizás no, pero no pondrían allí miles de empresas fraudulentas para robarnos a nosotros. La diferencia entre ellos y nosotros es que ellos supieron aguantar y aquí no tardó en aparecer el mercachifle que prefería venderles lo que fuese aunque sus tres pesetas de beneficio nos costaran cien mil duros al resto.
Lo que no se quiere ver, porque se pierde un bocado de economía sumergida, es que si esas empresas no pudiesen operar en Espa a Gibraltar no sería nada. Pero se permite que se creen y se les permite operar aquí. Y ahora, se les pone avión para que puedan venir a robar desde más lejos. Eso es ser europeos.
Al final, ya ven: la manera de acerarnos a Europa o de europeizarnos nosotros del todo va a ser regalar Lanzarote a los alemanes. Para que nos aplaudan, que estamos muy necesitados de aplausos. O para que se rían de nosotros unos distintos, en vez de los de siempre.

06 diciembre 2006

Agua va


Al paso que llevamos, en este país lo de "agua va" lo acabarán por decir solamente los taberneros. Y ni eso.
Desde que se ha extendido la manía por amurallarse, la manía de lo mío es mío y lo de los demás a medias, el agua se ha ido convirtiendo cada vez más en un arma arrojadiza. La idea, por supuesto, no es tanto hacer algo con ella, o utilizarla para el propio desarrollo, sino impedir que sea el vecino el que pueda mejorar.
Porque no nos engañemos: en toda esta pelea del trasvase del Ebro lo que subyace no es la intención de aragoneses o catalanes de ser ellos los que construyan las urbanizaciones, las industrias o los hoteles, sino que no se puedan construir en Valencia y Murcia y los suyos se llenen aunque sean peores y más caros.
El viejo cainismo, siempre tan de secano, resulta que ahora se moja: no se trata ya de querer lo del otro, sino de que el otro sea pobre para poder ponerlo a nuestro servicio.
Si se echa un vistazo atrás, esta clase de conductas sólo son posibles en la historia en pleno desmembramiento de las naciones. Porque, alo mejor, lo que hay que revisar es qué significa estar juntos y qué significa estar separados.
Si estamos juntos, compartimos lo que buenamente haya, y hoy por ti y mañana por mí. Pero si estamos separados, a lo mejor, las comunidades de mucho territorio y poca población, las que tenemos que mantener muchos kilómetros de cables y de carreteras con el dinero de pocos, tenemos que empezar a pensar en cobrar peajes, pontazgos y portazgos, como en los tiempos de la Edad Media.
En Zamora tenemos la ventaja de poder ir a ver corre el río cuando nos da la gana. En León, por ejemplo, la gente va a ver correr el río cuando le da la gana al río, y la diferencia es significativa, aunque no lo parezca.
Con el tiempo, si nos volvemos tontos del todo antes, nos llegaremos a convencer de que los ríos, todos, corren porque alguien no los cortó más arriba. Como la vida misma, oigan.
Mientras no nos demos cuenta de tan importante verdad, seguiremos peleando por darle una vuelta más de rosca a la boina. O a la ruina.

Llega la revolución



Con estas palabras que suenan tan fuertes me parece que lo mejor es empezar por definirlas para asegurarnos de que hablamos todos de lo mismo: la revolución consiste en modificar una constitución por métodos no previstos en ella misma.
La nuestra, por ejemplo, prevé que las grandes modificaciones constitucionales tendrán que ser consultadas al pueblo y aprobadas en referéndum.
Sin embargo, no sé ustedes, pero yo tengo la impresión de que tratan de meternos grandes cambios de rondón, y a ser posible sin consultarnos.
Eso de llevar al pueblo por el ramal ya se vio, y se sigue viendo, con el tema de la constitución europea, un texto que pusieron a referéndum sin molestarse en informar a nadie, y que en el fondo venía a decir que los políticos tenían derecho a todo, en cualquier momento, sin consultar, y sin que pudiesen ser controlados en modo alguno por los ciudadanos.
Los franceses, que tienen más experiencia que nosotros en eso de cortar cabezas a los políticos que se pasan de listos, votaron negativamente. Increíble, pero han decidido algo que nos beneficia.
Por tanto, eso de llevar al pueblo del ramal no ha funcionado en Europa y dudo mucho que llegue a funcionar. Sin embargo, aquí, en España, parece que se cocina una revolución, o sea, un cambio constitucional no previsto.
Parece que finalmente se va a entregar Navarra a los vascos, diga lo que diga la Constitución. Y aunque lo disfrazarán con un periodo transitorio, todo indica que se establecerán las bases para que todo el que se oponga a la transacción tenga que emigrar a otras tierras. Y no nos preguntarán.
Después de la aprobación del estatuto catalán, parece también que el modelo de Estado va a pasar a un sistema federal, mil veces alabado por algunos dirigentes socialistas, y que seremos una federación de naciones, o de barrios. Y nadie nos ha preguntado ni nos preguntará si nos parece buena o mala idea tener una ley y unos derechos distintos en cada región o en cada provincia.
Da la impresión, asimismo, por lo que estamos viendo en la diaria propaganda farandulesca, de que se están sentando las bases para acabar con la monarquía y decretar en España una república. A mí, personalmente, no me parecería mal si me preguntasen, pero sospecho que van a hacer como en el 31, que impusieron la república por la fuerza y luego se quejaron cuando igualmente por la fuerza la mandaron otros al carajo. Cosas de no leer aquello de "quien a espada mata a espada muere".
Pero el cambio revolucionario que veo más inminente y que más me preocupa es la mudanza en la división de poderes: la necesidad de que los jueces dicten las sentencias que le gusten al Gobierno va a terminar de un plumazo con la independencia del Poder Judicial, y entonces sí que vamos a estar listos cuando tengamos que defender nuestros derechos contra un cacique cualquiera. Elegirán a dedo al Consejo General, y el Consejo general ya usará el látigo como convenga.
Y eso es grave. Gravísimo.
Porque cuando el Gobierno dice que las sentencias tiene que ayudar a un proceso político, a uno cualquiera o a uno como la negociación con ETA, no sólo se está quejando en voz alta de que los jueces no sea tan sinvergüenzas como ellos esperaban, sino que también proclama su propia cobardía.
Los jueces aplican la ley, pero el parlamento la dicta. Si las leyes no le gustan al Gobierno, que las cambie, que para eso está.
Y aún es más: los jueves aplican la ley y condenan a un individuo como el de Juana a 12 años, pero el Gobierno tiene la potestad de indultarlo. Si tanto molesta esta condena al proceso de paz, que lo indulten.
Pero no: es más cómodo, más limpio, y se da menos la cara cuando son otros los que aparentemente se bajan los pantalones.
Así que al final, en vez de cambiar las leyes, nos cambiarán a los jueces.
Al final, tendremos la revolución, o lo que es lo mismo, un tranquilo golpe de estado de domingo por la tarde del que la mayoría ni se va a enterar siquiera hasta el día que vayan a por él. Y entonces, como siempre, será demasiado tarde para quejarse.