14 diciembre 2006

Caer del guindo


O hasta hace un mes éramos tontos de remate, que lo dudo, o ahora nos hemos vuelto muy listos de repente, que tampoco me lo trago.
Que no, oigan. Que no cuela.
Para mí que la reciente avalancha de informaciones sobre corrupción urbanística tiene toda la pinta de querer ocultar otra cosa. No puede ser que algo tan viejo, tan sangrante, y tan conocido de todos haya saltado de repente a la actualidad como si de pronto los jueces se hubiesen caído de un guindo y los periodistas se hubiesen dado de bruces con la realidad.
Si ahora se ponen a dar bombo al tema de los alcaldes y concejales corruptos tiene que ser porque tratan de ocultar alguna marranada que están a punto de hacer o algo que se va a conocer dentro de poco. ¿Quién no había oído hablar alguna vez de sobres, maletines y comisiones en las obras municipales?, ¿quién no sospechaba y sospecha que las licencias de obras se conceden a ritmo de talonario?
Pero lo sabemos ahora, en plena negociación con ETA y en plena vorágine de policías que trafican con explosivos y policías que avisan a los etarras por teléfono de que los va a ir a detener la policía francesa.
La mierda empieza a llegarnos a la barbilla y esa debe de ser la señal para que los acólitos de turno señalen a otro como culpable de lo mal que huele en todas partes.
Porque es verdad que en los ayuntamientos se trapichea a manos llenas. Es verdad que los ayuntamientos son instituciones donde cualquier mindundi o cualquier pringadete (como el autor de este artículo) puede llegar a concejal con el voto de ochenta vecinos y verse luego con más poder de actuación del que nunca imaginase. Es verdad que la política municipal le queda generalmente grande a los que se meten en ella, pero oigan, no me creo que eso lo hayamos descubierto ahora. No me lo creo.
A mí todo esto me suena a la vieja técnica de dar con un palo en la verja del chalé para cabrear al perro mientras el compinche se cuela por otro lado.
Las noticias sobre urbanismos y urbanizaciones, alcaldes y maletines, son el palo que trata de cabrearnos para que no estemos atentos al gran navajazo que planean darnos en otra cosa.
O que ya nos han dado aunque aún no lo sepamos.
¿Se apuestan algo?

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