06 agosto 2007

La abuela se fue al bingo



Imagínense que llegan un día a casa y les da por preguntar a sus hijos, o a su cónyuge, dónde está el dinero del cajón, y les contestan que la abuela se fue al bingo. Puede que la abuela sea una persona sobria y cabal, pero no dejarán de reconocerme que la respuesta les parecería inquietante. Como poco.
Pues váyanse haciendo a al idea, porque la realidad está muy próxima: el viernes ocho de junio el Consejo de Ministros aprobó que se pudiera invertir una parte del Fondo de la Seguridad Social en renta variable.
Como estas cosas suelen ser muy obtusas, trato de explicarlo: simplificando y muy por encima, la renta variable es la bolsa. En la bolsa, como casi todo el mundo sabe, se puede ganar mucho más que en un depósito a plazo fijo, pero también se puede perder. Y se puede perder mucho, muchísimo y hasta todo, si vienen mal dadas. De hecho, los grandes batacazos económicos de la historia han venido precedidos de un crack o desastre bursátil.
En principio, el hecho de que el gobierno decida invertir en bolsa los dineros de las pensiones futuras no tiene por qué asustar, porque a la larga la bolsa siempre sube, si se tiene el dinero y el tiempo necesarios para esperar. Como el gobierno tiene todo el dinero que quiera sacarnos a través de los impuestos, y todo el tiempo que le concedamos antes de reinventar la guillotina, parece razonable pensar que los fondos de las pensiones van a estar mejor en la bolsa que en un plazo fijo con intereses miserables. Esa cuenta, hasta podría salir, oigan.
Lo que ya es más difícil de tragar es la justificación ideológica del asunto, y da lo mismo que uno sea de derechas o de izquierdas. La cosa no cuela.
Si uno es de derechas no puede tolerar esto, porque invertir en bolsa significa hacerse accionista, y por este camino tendremos de nuevo al gobierno de turno como principal accionista, y por tanto como principal jefazo de las empresas espa olas. Son los accionistas los que mandan en los consejos de administración, los que deciden el dividendo que se paga y los que deciden en qué se invierte y en qué no. Si las empresas del Estado han funcionado siempre como el ejército de Pancho Villas, ¿qué queremos?, ¿que se vayan también al carajo las privadas, que hasta ahora iban bien? Con el estado metiendo cuarenta mil millones de euros en la bolsa tendremos la mano del Estado en todas partes, decidiendo qué sube, qué baja, quién gana, quién pierde, y adónde va la panoja. Corrupción a paladas. Ruina segura.
Y si uno es de izquierdas, la cosa se pone peor aún. Una persona de izquierdas es la que piensa que los recursos de la sociedad deben revertir en la sociedad a través de inversiones, y que el Estado debe emplear sus recursos en construir infraestructuras y favorecer la distribución de la riqueza. Entonces, si el Estado invierte en bolsa, es porque considera que la empresa privada significa una mejor inversión que el gasto en hospitales, en escuelas o en carreteras. Si el gobierno invierte en bolsa es porque reconoce que el dinero esta mejor gastado cuando lo gasta otro que cuando lo gastan ellos mismos, y por eso vale la pena comprar acciones del BBV o de Iberdrola antes que invertir en bienes sociales. O sea, una vergüenza.
Así que díganme ustedes de qué partido hay que ser para votar esto en un consejo de ministros. Del de Zapatero, seguramente, que ni es socialista, ni conservador, ni liberal, ni anarconazi.
Para votar esto hay que ser un jeta o un zoquete. Cada cual elija.
(El chiste que ilisutra este artículo es del genial Quino.)