30 octubre 2009

El negocio de la nostalgia


No sé si es bueno o malo, pero el otro día vi un anuncio, uno más, de los muchos que ofrecen reposiciones nostálgicas de viejas series televisivas, y se me ocurrió que ese negocio, tan floreciente hoy en día, está abocado a desaparecer en pocos años.

Lo cierto, y lo saben igual que yo, es que con la sequía creativa, el miedo a invertir en nuevos valores, y el daño que hacen las descargas de internet a los fabricantes y productores de contenidos, la reposiciones, antologías y selecciones ocupan cada vez más espacio en las estanterías de las tiendas y los anaqueles de los kioscos.

El negocio de la nostalgia es más prometedor cuanto más feo es el momento presente, pues si se dice, en cualquier caso, que cualquier tiempo pasado fue mejor, con más motivo es mejor ese tiempo cuando además de ser más jóvenes teníamos más dinero en el bolsillo. Además, y tampoco conviene perder esto de vista, el negocio de la nostalgia se orienta hacia los consumidores que hoy están en edad de tener un sueldo, y no a sus hijos. ¿O se creen que los anuncios de la abeja Maya, Vickie el Vikingo o Mazinger Z se hacen para que esos dibujos animados les gusten a los niños de ahora?

Los niños de ahora, como los de siempre, quieren ver lo que ponen en la tele y lo que pueden hablar y comentar con sus amigos. Lo que pasa, y eso no sucedía antes, es que ahora hay veintitantas cadenas de televisión y es mucho más difícil coincidir en gustos con el resto.

Cuando los que tenemos cerca de los cuarenta años veíamos al tele, había una sola cadena, y luego dos, y así compartíamos todos, por fuerza, gustos y mitologías.

Dentro de unos años, cuando tengan nuestra edad los que ahora son niños, el negocio de la nostalgia será una ruina, porque no habrá ninguna serie o programa que viesen veinte millones de personas a la vez, y sólo esa clase de productos, los que marcan una época por la amplitud de su audiencia, pueden ser interesantes para este mercado.

¿Y me preocupa este fenómeno? Pues no, o al menos no en sí mismo, pero sí como síntoma, o como ejemplo suave de otro mucho más profundo y también mas grave. Lo que me preocupa o me induce a reflexionar es la destrucción, lenta pero inexorable, de todo lo que es una mente colectiva. Las sociedades se destruyen y se convierten en asociaciones cuando desaparecen las ideas, los iconos, las creencias y los proyectos comunes, y en España llevamos ya años en un proceso de desintegración que no parece tener final.

Nadie duda que en la abundancia de opciones estriba la verdadera libertad, pero cuando la libertad se convierte en atomización, les sucede a las naciones y a las sociedades como a los pasteles: que cuando tienen un tamaño aceptable son un postre, una golosina, y hasta un lujo, pero cuando se parten en pequeñas migajas se convierten en otra cosa.

¿Y que es un pastel troceado en dos mil migas? Basura, por supuesto.

28 octubre 2009

Pantanos y canales


El presidente Zapatero acaba de anunciar que nos subirá, de un golpe y sin anestesia, un cinco por ciento los impuestos. Puede haber por ahí algunos incautos que aún piensen que realmente esta subida afectará sólo a las rentas mas altas, pero lo cierto es que los ricos son ya una especie tan rara en este país que no interesan como fuente de ingresos, y menos a un gobierno que lo que quiero es mucho dinero y fácil de recaudar.

Los datos son bien claros: casi el veinte por ciento de los españoles está en el paro, y del resto, un sesenta y siete por ciento cobra menos de mil euros al mes. Si a eso unimos que el que verdaderamente tiene algo sabe todas las maneras de ocultarlo, y le sale más barato contratar un abogado o llevarse el dinero a Portugal que pagar lo que le piden, el cóctel está servido: pagaremos los de siempre.

Desde el Gobierno tratarán de disimular el verdadero impacto de la medida subiendo algo más a las rentas más altas, pero la idea principal, y si no, ya lo verán, es subir el IVA, que lo pagamos todos cuando vamos a comprar, lo mismo si compramos angulas que si compramos chicharros. Quitarán o reducirán las deducciones por maternidad, o por enfermedad, o por compra de vivienda, elevarán las tasas de todo lo que nos oferte la administración y tratarán de echar los dientes a donde haya carne. Y la carne está, por supuesto, en las partidas que afectan a ocho, diez, o quince millones de personas, y no en las que afectan a doscientos mil, que además pueden arramblar con todo para el extranjero.

Y el caso es que es un error. Un error de bulto y de concepto que además de sacarnos los cuartos va a ser para peor. Porque en los malos tiempos tenemos que apretarnos todos el cinturón y arrimar el hombro, vale, peor la primera que debería hacerlo es la administración, en vez de contratar a ciento y pico mil funcionarios en un año.

La idea que maneja la ministra es de suspenso en empresariales. El gasto público hace subir el empleo, sí, porque es un estímulo a la demanda, pero debe abordarse en segundo lugar, no en primero.

Esto es como los canales de riego y los embalses. Los incentivos al consumo, que son los subsidios y los dineros que va dando ZP para que haya obras en los pueblos, serían los canales; y los estímulos a la inversión, que consistirían en dar facilidades a los empresarios para poner más empresas y que contratasen a más gente, serían los embalses.

Lo que esta gente no parece ver es que los embalses sin canales sirven para poca cosa, porque sólo pueden regar unas cuantas hectáreas cerca de la presa y junto al cauce del río, pero los canales sin embalse, que es lo que está haciendo este gobierno, no sirven de nada salvo para tirar el dinero. Y para hacer ricos a los constructores de canales, por supuesto.

Pero a lo mejor va de eso la cosa.

26 octubre 2009

Un barco muy especial



A zapatero se le ve cada vez con más ojeras y también con menos efectivos en su ejército de salvadores de la patria. Los pilares de su proyecto, y quizás de todo su partido, hace tiempo que se han ido retirando, unos discretamente, y otros con mayor estrépito. Ahora, el edificio entero depende casi exclusivamente de la levitación, y la levitación, como es sabido, depende de la fe. Y con la mala no basta.

¿Qué fue de Nicolás Redondo Terreros? Desapareció, sustituido por un personaje más ecléctico, menos socialista y menos claro que pudiese llegar a Lehendakari. ¿Qué fue de Maragall? Sustituido pro Montilla, que a fuerza de andaluz es más enemigo de la idea de España que ningún nacionalista autóctono. Al converso siempre le sucede así. ¿Qué fue de Vázquez, eximio alcalde de La Coruña y voz discordante, en nombre del sentido común, en el coro de necedades de su propio partido? Embajador ante la Santa Sede, nada menos. ¿Qué fue del siempre sincero e incómodo Rodríguez Ybarra? , ¿qué fue de Pepe Bono?, ¿Qué fue de Solbes?

No sigo para no aburrirles, pero en el Partido Socialista se están quedando solamente con los mindundis. Se quedan con gente sin peso, sin ideas, sin ninguna capacidad de análisis mientras van deshaciéndose de las personas que podrían tener alguna idea, y quizás alguna idea propia, sobre cómo llevar el país a una solución que además de ideológicamente atractiva fuese realizable en la práctica.

La última espantada, la de Jordi Sevilla, asesor económico del Gobierno, nos hace pensar que nadie quiere ver ya su nombre asociado al desastre que se avecina. Los fracasos queman el prestigio de un político lo mismo que los incendios forestales asolan el monte, y todo el mundo sabe que haber participado, aunque sea de lejos, en según que operaciones, puede suponer la muerte política, con todo lo que eso apareja de pérdida de posibles presidencias de cajas, consejerías de empresas públicas, euroescaños, eurcomisiones y otras jubilaciones doradas.

Las soluciones que propone el gobierno para la crisis son, incluso para los dirigentes del partido, como las soluciones que ofrece la Iglesia para el exceso de población: teoría, doctrina y mucha fe. Sus remedios para la falta de trabajo son danzas de la lluvia combatiendo la sequía, y ante ese panorama, los que creen que podrían tener una oportunidad más adelante o en otra parte, se alejan de los iluminados antes de que les contagien la fama que vendrá.

¿Quienes se quedan? Pues como en todas partes: los que nunca se vieron en otra. Los que saben que ni en cien vidas se les repetiría el golpe de suerte de haber llegado al puesto al que han llegado, los que saben que cualquier cambio que les suceda tiene que ser para peor, y los que se han convencido, o sospechan, que pase lo que pase el caso es aguantar días semanas o meses, porque lo que no se ha hecho no puede hacerse, ni se va a hacer. Y el que venga detrás que arree.

Dicen los marineros que en un naufragio las primeras que huyen son las ratas. Pero reste es un barco curioso y ya no estamos al principio del naufragio: huyeron hace tiempo las ratas, huyen ahora los marineros y quedan sólo las cucarachas.

14 octubre 2009

-Lista de bancos en quiebra en EEUU

-Lista de bancos en quiebra en EEUU

Esto creo que se comenta solo. Con mirarla, basta para decir todo lo que hay que decir...

El mercadillo del miedo


Qué curioso: todo el mundo quiere vacunarse contra la gripe, menos los médicos y las enfermeras.

Quizás lo hayan leído u oído ya, pero en medio de este bombo y platillo constante que se da a una enfermedad que, reconocidamente, es menos mortal que la gripe común de todos los años, parece que el principal grupo de riesgo, que va a estar en contacto con los infectados, no se anima mayoritariamente a inmunizarse. En las diversas encuestas que se han realizado entre el personal sanitario de varios países, menos de la mitad de estos profesionales dijo estar dispuesto a que le clavasen la aguja. En España no se vacunan normalmente ni 30 % y este año no parece que vaya a aumentar mucho la cifra.

¿No les parece raro? Lo parece, sí, pero si se piensa un minuto seguido, no lo es. Ellos, mejor que nadie, saben cual es el impacto previsible de esta enfermedad, y ellos, mejor que nosotros, saben que una vacuna probada a toda prisa puede ser más peligrosa que una enfermedad que, en sí misma,

no resulta más amenazadora que lo que quieran hacerla parecer desde los medios de comunicación.

Y perdonen que me lo tome así, ¿pero cuánta gente muere cada año de la gripe común? Muchos miles, en todo el mundo. Según las cifras oficiales, sólo en España mueren cada año tres mil personas de la gripe común. En su mayoría, son gente que tenían otras enfermedades que se vieron agravadas por esta dolencia. Les suena, ¿verdad?

Y si cada año mueren tres mil personas de gripe, y nadie y habla de ellas, porque ni ustedes ni yo hemos visto nunca un telediario dedicado a una de esas víctimas anuales, ¿cómo es posible que ahora se haya montado el cirio que se está montando por una supuesta epidemia que lleva once, trece o quince muertos?, ¿tendremos que vacunarnos también contra el andamio, que mata a mucha más gente?, ¿o contra los atracones de Nochebuena?

Por supuesto, si nos toca a nosotros o nos toca cerca, nos jorobará igual que sea uno que sean ciento, pero no es serio hablar de una epidemia mundial cuando la incidencia y la mortandad de esta supuesta gripe catastrófica es menor que la de cualquier año.

¿Se acuerdan de la gripe aviar?, ¿se acuerdan del jaleo que se montó? Anunciaban millones de muertos, ¿lo recuerdan? Pues al final, cincuenta muertos en todo el mundo, que parece mucho, pero en realidad son los mismos que pueden morir al año de un ataque agudo de caspa, devorados por los loros, atropellados por un triciclo o cualquier otra rareza similar. Cincuenta de gripe aviar, frente a ochocientos mil de la normal. Pero la normal no sale en la tele.

No es de extrañar que los médicos y las enfermeras, que saben de qué va la cosa, prefieran que nos pinchemos usted y yo. Para ir probando.

Lo normal sería que las autoridades dijesen que el que se haya vacunado otros años por ser persona de riesgo, que se vacune también este año. Y el que no, que haga lo que quiera, como siempre. Pero el caso es armar revuelo para que no se hable de lo que no interesa a algunos.

Cuando unos quieren vender la vacuna y otros comprar el silencio, el mercadillo está montado. ¿Hace falta decir más?

10 octubre 2009

Pasarse a la resistencia


Dice la ministra de economía que va a revisar todos los impuestos, y nos decimos nosotros, creo que todos, que no será para bajarlos, sino para ver cómo puede echar mano al ya escaso contenido de nuestras pobres carteras.

La idea que este gobierno tiene de lo que es la distribución es la misma que podrían tener en un hospital donde le extrajesen sangre a los sanos para ponérsela a los moribundos, sin detenerse a pensar otro tratamiento ni ver si los moribundos mejoran o simplemente están arrastrando con ellos a la tumba al resto. La solidaridad con el enfermo lo es todo. Si cura o no cura, carece de importancia.

Por lo visto, la cosa es correr hacia adelante con entusiasmo, como el caballo que arrastra un pesado carro cuesta abajo, y cree que mueve el carro, cuando es el carro el que lo mueve a él, porque al caballo le faltan fuerzas para detenerse en esa pendiente.

Y este caballo, o este rucio, no puede. Las circunstancias, la mala previsión, la organización nefasta, el querer quedar bien con todos y repartir lo que no se tiene, el comprometer lo que nunca se llegará a recaudar y el convencimiento de que cuantos más pobres seamos más fáciles seremos de manejar y de amenazar, han hecho el resto.

Amigos, ha llegado la hora de reconocer que las leyes no las hacemos nosotros ni las hacen para nuestros intereses. Ha llegado la hora de pensar que vivimos en un país ocupado por vete a saber qué potencia enemiga y que lo más honrado y valeroso es pasarse a la resistencia.

Cada cual en su puesto, y cada cual en su lugar y su hora, tenemos que movilizarnos de algún modo, pero es imperativo que el enemigo no recaude fondos con que seguir pagando sus ejércitos mercenarios. Cada cual como mejor sepa, hay que esconder la cartera, sacar el dinero del banco para meterlo bajo una teja y llegar si hace falta hasta la R en el abecedario de las contabilidades paralelas. Hay que hacer lo que sea para que no vean un duro. Lo contrario acabaría con nosotros.

Es triste, pero cuando en un país se convence a los ciudadanos de que ser honrado y cumplidor de las leyes es la mejor manera de irse a tomar por el saco, de que la Sanidad la tengan otros, la justicia sea siempre para otros y acabemos pagando siempre los mismos, no queda más remedio que echarse al monte, aunque sea mentalmente, y buscar la manera de escapar del esquileo.

Porque hay una cosa cierta: el día que no haya ya con qué pagar tanto subsidio, tanta peonada, tanta leche en vinagre como está saliendo de nuestros bolsillos, entonces tendrán que marcharse o cerrar un poco la mano.

Las subidas de impuestos conducen a esto: que el que no tiene no puede pagar, y el que tiene y estaba pagando, decide no pagar nada, marcharse a otro lado con su empresa o con sus ahorros, o dar pérdidas veinte años seguidos a base de no ingresar un duro en el banco y meter la recaudación diaria debajo del colchón.

Ignorar algo tan fundamental es no conocer al ser humano.

La solidaridad está muy bien, pero cuando es obligatoria ya no se llama solidaridad. Tiene otro nombre: se llama expolio.

06 octubre 2009

Elástico o flexible



Se veía venir. Cuando se pusieron a echar las cuentas, pasó lo que pasó: que los ingresos tributarios habían disminuido y que no se recaudaba ya, ni mucho menos, lo mismo que en ejercicios anteriores. Se debilita la recaudación del IRPF porque la gente no tiene renta, y se da ya pro contenta por tener aún físico. Decrece la recaudación del IVA, porque no hay valor añadido que valga, ni leches en vinagre. Mengua lo ingresado por el Impuesto de Sociedades porque no hay sociedades, ni asociaciones, ni socios que se quieran involucrar en semejante odisea.

De tan evidente como es, parece una perogrullada ponerse a repetir estas razones, pero a lo mejor es hora de hacer entender a nuestros políticos que el dinero no crece en los árboles, que sale del bolsillo de los ciudadanos y que si los ciudadanos no tienen un duro, ni esperanza de prosperar trabajando, la sociedad entera se va libre y democráticamente a tomar por el saco, por mucho que se empeñen en repetir que se desarrollarán políticas de incentivo, se articulará un marco de estímulo y otras frases tontisonantes.

No hay un duro, y la administración, las muchas administraciones que saltan y se arrastran por nuestro pellejo como pulgas y piojos hambrientos, no quieren admitir que serán ellas las primeras que tendrían que apretarse el cinturón si queremos salir algún día de este bache.

Pero en ese lado de la barrera no se dan por aludidos. Para las administraciones el presupuesto es elástico, en vez de flexible, y mientras no entiendan la diferencia entre estos dos conceptos, estaremos abocados a la ruina. Elástico es lo que se puede estirar, como una goma, para hacerlo llegar a dónde inicialmente no llegaba. Elástico es endeudarse y dejar a las generaciones futuras, o a los alcaldes futuros, o a los gobernantes futuros, las obligaciones que se contrajeron en el momento actual. Elástico es el pan para hoy y elástica será el hambre de mañana.

Flexible, en cambio, es el presupuesto que se puede encoger cuando hay menos dinero y que se puede ensanchar cuando la situación es un poco más favorable. Flexible es la administración que no tiene comprometido el primero de enero hasta el último céntimo en gastos de personal, derechos adquiridos, gigantes y cabezudos y costumbres ancestrales.

La administración es un monstruo creado pro sí mismo que se alimenta de la carne de la sociedad. Mientras pudimos darle de comer sin tener que recurrir a cortarnos un trozo de pierna, de brazo o de paletilla, bien estuvo. Lo malo será ahora, cuando el número de funcionarios se mantiene, cuando se mantienen los gastos y las prebendas firmadas en años anteriores, y cuando se ha acostumbrado a una casta de privilegiados a un nivel de ingresos y de poder a los que difícilmente conseguiremos que renuncien.

Ahora es cuando vamos a ver si nuestra carne es elástica o flexible. Nosotros sí aprenderemos la diferencia