26 octubre 2009

Un barco muy especial



A zapatero se le ve cada vez con más ojeras y también con menos efectivos en su ejército de salvadores de la patria. Los pilares de su proyecto, y quizás de todo su partido, hace tiempo que se han ido retirando, unos discretamente, y otros con mayor estrépito. Ahora, el edificio entero depende casi exclusivamente de la levitación, y la levitación, como es sabido, depende de la fe. Y con la mala no basta.

¿Qué fue de Nicolás Redondo Terreros? Desapareció, sustituido por un personaje más ecléctico, menos socialista y menos claro que pudiese llegar a Lehendakari. ¿Qué fue de Maragall? Sustituido pro Montilla, que a fuerza de andaluz es más enemigo de la idea de España que ningún nacionalista autóctono. Al converso siempre le sucede así. ¿Qué fue de Vázquez, eximio alcalde de La Coruña y voz discordante, en nombre del sentido común, en el coro de necedades de su propio partido? Embajador ante la Santa Sede, nada menos. ¿Qué fue del siempre sincero e incómodo Rodríguez Ybarra? , ¿qué fue de Pepe Bono?, ¿Qué fue de Solbes?

No sigo para no aburrirles, pero en el Partido Socialista se están quedando solamente con los mindundis. Se quedan con gente sin peso, sin ideas, sin ninguna capacidad de análisis mientras van deshaciéndose de las personas que podrían tener alguna idea, y quizás alguna idea propia, sobre cómo llevar el país a una solución que además de ideológicamente atractiva fuese realizable en la práctica.

La última espantada, la de Jordi Sevilla, asesor económico del Gobierno, nos hace pensar que nadie quiere ver ya su nombre asociado al desastre que se avecina. Los fracasos queman el prestigio de un político lo mismo que los incendios forestales asolan el monte, y todo el mundo sabe que haber participado, aunque sea de lejos, en según que operaciones, puede suponer la muerte política, con todo lo que eso apareja de pérdida de posibles presidencias de cajas, consejerías de empresas públicas, euroescaños, eurcomisiones y otras jubilaciones doradas.

Las soluciones que propone el gobierno para la crisis son, incluso para los dirigentes del partido, como las soluciones que ofrece la Iglesia para el exceso de población: teoría, doctrina y mucha fe. Sus remedios para la falta de trabajo son danzas de la lluvia combatiendo la sequía, y ante ese panorama, los que creen que podrían tener una oportunidad más adelante o en otra parte, se alejan de los iluminados antes de que les contagien la fama que vendrá.

¿Quienes se quedan? Pues como en todas partes: los que nunca se vieron en otra. Los que saben que ni en cien vidas se les repetiría el golpe de suerte de haber llegado al puesto al que han llegado, los que saben que cualquier cambio que les suceda tiene que ser para peor, y los que se han convencido, o sospechan, que pase lo que pase el caso es aguantar días semanas o meses, porque lo que no se ha hecho no puede hacerse, ni se va a hacer. Y el que venga detrás que arree.

Dicen los marineros que en un naufragio las primeras que huyen son las ratas. Pero reste es un barco curioso y ya no estamos al principio del naufragio: huyeron hace tiempo las ratas, huyen ahora los marineros y quedan sólo las cucarachas.

2 comentarios:

  1. Y es que la fe mueve montañas... de ilusos. Ignoro si le bastarán a ZP para perpetuarse en el cargo. Confío en que no.

    Saludos.

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  2. Menos mal que las montañas las mueven los d eobras públicas, que si no...

    :-)

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