18 enero 2022

La denuncia falsa y el morirse de viejo.

No hagas fotos

Las denuncias falsas no existen. Lo sabemos todos, empezando por el Ministerio de Justicia, que publica unas estadísticas al respecto que serían para troncharse de la risa si detrás del fenómeno no hubiese tragedias humanas y vidas rotas.

En este país, si hablamos de violencia de género, que es el asunto que más afectado se ve por esta polémica, no hay prácticamente denuncias falsas. Por ejemplo, en 2020 se interpusieron 150.785 denuncias por violencia de género y no hubo ninguna denuncia falsa. Ninguna. Cero. Toma ya.

Lo que sí hubo fue decenas de miles que fueron desestimadas por falta de pruebas, incluso aceptando como prueba la declaración más o menos coherente de la denunciante. Pues ni por esas. Hubo otras muchas que resultaron el absolución del acusado por encontrarse en el extranjero en el momento de la denuncia (caso real), pero que aún así no supuso que la denuncia fuera falsa. Sólo errónea. Sólo infundada. Sólo medio malévola. Pero falsa no, oye. Lo que sí hubo, porque las hubo, fue unos cuantos miles en los que el acusado no era pareja ni compañero sentimental de la víctima, sino su patrón, su empleado, su vecino, su cuñado, o el que le dio un golpe con el coche en una rotonda (caso real también), pero que, como denuncias por violencia de género no fueron, para nada, denuncias falsas.

Hubo tantos casos y variedad de denuncias que sin ser verdaderas no llegaron a falsas, que se me ocurrió pensar que con las muertes debía de pasar algo similar. Y mira por dónde, acerté. 

En España no se muere nadie o prácticamente nadie de viejo. Lo escribes así y es para pensar que en este país nos acuchillamos unos a otros, o nos envenenamos al llegar a la vejez, o somos una banda de cabrones sin corazón que asesina a sus ancianos en un momento dado. Porque muertos por vejez, no hay. La gente se morirá de viejo en otros sitios, pero aquí no.

Miras las estadísticas y resulta que, a los noventa y cuatro años, la gente se muere de cáncer, de diabetes, de enfermedades respiratorias, de enfermedades coronarias, de enfermedades renales y neurológicas, de insuficiencia general y hasta de paro cardiaco. Pero de viejo no se muere nadie.

¿Qué pasa ? ¿Por qué no dejamos de una buena vez de hacer el idiota con las definiciones de las cosas para que las estadísticas se ajusten a la realidad? ¿O es que se trata de justamente lo contrario? ¿O es que se trata de hinchar las cifras, o de reducirlas, para negar fenómenos que existen sin duda alguna pero no le convienen a algunos que necesitan mantener su discurso y su subvención?

¿Tan dura es la verdad?

Como el pedernal, parece. Como su cara.