29 marzo 2007

Gangsters de tercera





Esta es la nueva mecánica y la nueva lógica, así que ya lo saben: si dejar de matar a alguien es un gesto de buena voluntad, cuando bajen al garaje y vean que el vecino no les ha quemado el coche, están ustedes obligados a bajarle la basura. ¡Qué menos!
Que sí, que ahora funciona de ese modo: como ETA ha decidido dejar de matar a no ser que el crimen ocurra por accidente, tenemos que estar agradecidos. Da igual que mantengan sus pretensiones y que se reserven el derecho de reemprender sus masacres en cualquier momento, a ser posible en una circunstancia que les permita influir mucho con eso, tan marxista, de la propaganda por los hechos.
Tenemos que darles las gracias porque ahora sólo matan cuando alguien no desaloja a tiempo un aparcamiento, o cuando los médicos, inútiles ellos, no son capaces de reanimar a un pobre hombre asfixiado por uno de esos cócteles molotov que tiran los "chavales de la gasolina", como decía Arzallus, Pol Pot o no sé qué otra víbora por el estilo.
¿A que no se habían enterado del lo del cóctel molotov y el pobre muerto? A lo mejor sí, porque están ustedes muy bien informados, pero lo cierto es que a mí me ha costado llegar a conocer esa noticia, gracias al apagón televisivo decretado sobre todo lo que no suene a buen rollito y tiramos para adelante.
De eso se trata: de tirar para adelante. De ver si pasa el tiempo y la tregua no se rompe antes de las próximas elecciones. De ver si acaba el juicio de lo de Atocha sin que aparezcan culpables nuevos, o responsables; de sacar la guerra de Irak, la de Cuba o la derrota de Atila como haga falta. El caso es tirar para adelante.
Y mientras tanto, los que hasta ahora han puesto las bombas y han pegado los tiros, en su casa, porque no les apetece estar en la cárcel. Y el gobierno retirando la acusación o concediendo el tercer grado cuando hace falta, porque el Gobierno es agradecido y sabe que estos detalles de buena voluntad hay que retribuirlos antes de que se acaben.
Y ma ana, ya lo verán, se presentará Batasuna a las municipales después de algo tan tibio como decir que ellos preferirían que no hubiese violencia. Se presentarán porque los socialistas necesitan los concejales de Batasuna para escenificar una vez más el pacto que han hecho ya en Catalu a con un partido que declara odiar a Espa a y a los espa oles. La prensa filoetarra ya lo anunciaba a toda página, y mucho me extra aría que lo anunciaran si no tuvieran seguridades de que así será.
Hemos llegado a un punto muy similar al que ilustran algunas películas de cine negro con las organizaciones mafiosas y los tenderos: pagar para que no te destrocen el local. Pagar y estar agradecido por que te dejen seguir viviendo y vendiendo canelones. Lo que pasa es que yo nunca he visto que en ninguna de esas películas los mafiosos se cansaran de pasar a cobrar su cuota. Nunca. Por lo que recuerdo, acababan de otra manera.
Pero aquí parece que nos ha tocado el poli cabrón que cobraba por mirar para otro lado, y ni ese papel le sale bien del todo.
Qué película más mala nos han puesto, carajo.

Quejas de marioneta


Es una evidencia: los políticos que se supone que elegimos por una provincia van luego al parlamento y votan allí lo que les manda su partido, con lo que la provincia, y los ciudadanos que hemos votado a esos representantes, nos quedamos al final en pelota picada y preguntándonos si nos representa alguien, o simplemente nos utiliza de coartada.
Y el caso es que si lo pensamos bien, es normal que los diputados pro Zamora, por ejemplo, se deban más a su partido que a los zamoranos, y más a la disciplina de las siglas que a los compromisos con sus electores. Porque, ¿quién los hace diputados y a quién deben su puesto? A sus votantes, dicen ellos, con sonrisa lobuna. Mentira: los hacen diputados sus partidos, sabiendo que ponerlos a ellos o a otros en las listas modifica poco o nada los resultados en una u otra circunscripción. Y como los ciudadanos tienen que meter la papeleta en la urna sin enmiendas, tachones ni raspaduras, el "megapack" incluye a un candidato digno, tres mequetrefes, un chorizo y dos analfabetos funcionales que no tengan otro sitio a dónde ir si se les ocurre un día pensar por su cuenta al margen de sus jefes.
Ahora que se aproximan las municipales es cuando más clara se puede ver la necesidad de exigir que se abran las listas. Porque los candidatos al congreso son a veces personas conocidas y a veces no, pero en los pueblos y en las ciudades peque as (grandes no tenemos) todo el mundo se conoce, y resulta desalentador tener que votar a una lista en la que se presentan juntos un amigo, un enemigo, dos inútiles y el que no paga los cafés ni aunque lo maten.
¿Por qué hay que votar a todos los candidatos del mismo partido?, ¿Por qué no puedo pensar yo, por ejemplo, que quiero de alcalde a uno del PP, de teniente alcalde a uno del PSOE, de concejal de obras a un arquitecto independiente y de concejal de fiestas a uno de Izquierda Unida?, ¿por qué son los comités de los partidos los que imponen los nombres y nos los presentan luego como si fueran lentejas?
Mientras sean los partidos políticos los que intermedien entre los candidatos y los ciudadanos, tendremos que creer que el sistema político que vivimos es sólo una democracia aparente, donde unos cuantos, la aristocracia, designan a los elegibles, y el resto se limita a dar su asentimiento.
Nos toman el pelo. Y esta vez, hasta los tratados científicos los prueban: dicen los psicólogos que manipular se define como reducir las posibilidades de opción y maniobra del otro, hasta forzarlo a que te obedezca sin necesidad de mandarle. ¿Conocen algo más parecido a manipular que el actual sistema electoral?
Yo no. Y ya me empiezan a molestar los hilos.

En la jaula del tigre


El riesgo mayor de encerrarse con un tigre en una jaula es que si le das a comer el brazo, le sacará gusto a la carne y te arrancará de un zarpazo una pierna. Y no calmará su afición a cercenar miembros hasta que sus colmillos hagan brotar borbotones de la yugular. Es, más o menos y en versión carnívoro-circense, lo que le está pasando a Zapatero con ETA: que el bicho no se harta de comer y hambrón quiere más, habituado como está desde lejano al placer de la sangre. Tras los reprobables episodios De Juana y Otegi, dos entregas del mismo capítulo del entreguismo, la banda terrorista, a través de sus testaferros, reclama al Gobierno que cumpla «todos los compromisos firmados». Y Zapatero, aprendiz de domador y de brujo, se está quedando sin brazos y sin piernas y ya no puede salir por pies de la jaula. Y perderá la cabeza en el festín del terror.

FRANCISCO GARCÍA, en La Opinión de Zamora

28 marzo 2007

Guía de hoteles inventados




Guía de Hoteles inventados, de Óscar Sipán Sanz
IX Premio de Libro Ilustrado para Adultos. Ilustraciones de Óscar Sanmartín. Badajoz, Diputación Provincial, 2006. 122 pp. 9,60 €


Pocas veces tiene uno la ocasión de encontrarse un libro tan original como este, donde la fantasía, la metaliteratura y la elegancia de las ilustraciones se conjugan para constituir una obra tan deliciosamente etérea, y a la vez tan consistente.
La condena del protagonista a vagar por hoteles inventados, ocupando sus habitaciones con la tácita obligación de prestarles realidad, sirve de bajo continuo a una melodía donde aparecen constantemente peque os detalles que invitan a una segunda lectura en busca de referencias, alusiones, o cimientos más profundos.
A menudo, mientras se recorren las páginas de este libro, se tiene la impresión de pasear por un manicomio de caricaturas, donde personajes reales y literarios se mezclan entre sí, intercambian vivencias y miedos, y aguardan las doce campanadas que nunca llegan para evaporarse en el olvido o cumplir su horario en el pedestal de la fama.
La lectura de esta obra puede tener dos niveles, sin que el uno estorbe al otro: la lectura culta, apuntalada por constantes referencias a obras literarias clásicas, sus objetos, sus fetiches, y sus peque os gui os, y la lectura actual, sin referencias, considerando cada objeto, cada anécdota y cada historia por lo que son en sí mismos, sin ropajes anteriores que los revistan. En ambos casos vamos a disfrutar de una narrativa sutil, llena de extra ezas que ni se explican ni requieren interpretación alguna, con la el límite entre lo imposible, los improbable y lo excesivo difuminándose en el temperamento de cada lector.
Las ilustraciones, aparentes antigüedades sepia, son un aldabonazo más, imprescindible en este caso, para completar el artificio que nos obliga a pensar en algo que tanto podría localizarse en el pasado, en el futuro, o en un plano de realidad distinto al usual, pero igualmente verosímil.
En resumen, y desde una óptica más pedestre incluso, hay que decir que el libro es interesante, el libro es bonito, y uno no se cansa de buscar pormenores en el texto o en las ilustraciones. Como además no es ni mucho menos caro para lo que hoy en día se estila, conviene apuntar el título para la próxima remesa de regalos.
Porque una guía de viajes o de hoteles que existan la regala cualquiera. Pero esta no.

24 marzo 2007

Democracia condicional


Por supuesto, está muy bien eso de poder votar a quien nos dé la gana, aunque padezcamos la intolerable limitación de las listas cerradas, esas listas que nos fijan los partidos sin posibilidad de cambios y que son, en realidad, un especie de trágala al que nos someten a los ciudadanos a sabiendas de que de otro modo no votaríamos ni hartos de marihuana a la mitad de los mequetrefes que nos proponen.
Lo malo de este artefacto de la democracia viene cuando la gente vota al que no nos gusta, y entonces tenemos que empezar a inventarnos tangos y milongas para deslegitimar esos votos. Como hablar de Batasuna sería demasiado cercano, prefiero ponerles el ejemplo de Israel y Palestina, donde después de las elecciones, y tras el triunfo de Hamas, el gobierno israelí no está dispuesto a hablar de nada con un gobierno que no sea el que ellos quieren.
¿Qué clase de democracia es esa? ¿Por qué se vetó desde Occidente el triunfo integrista en las elecciones argelinas hasta forzar una guerra civil?, ¿qué clase de democracia había en Nicaragua cuando Estados Unidos amenazaba antes de las elecciones con bloquear el país y matar de hambre a la población si ganaban los sandinistas?
Eso, amigos, se llama colonialismo, por vueltas que le queramos dar. Eso se llama forzar a otro, o presionarlo hasta un extremo en el que no pueda reaccionar más allá de lo que quiere el que lleva las bridas y el ramal.
Y no vale aquí venir con pretextos de hombre débil, diciendo que esos partidos amparan el terrorismo, o cualquier otro delito, porque en ese caso lo que hay que hacer es aniquilar a los terroristas o encerrar a los delincuentes, y no cercenar cualquier salida democrática.
En Espa a tenemos un hecho claro: Batasuna obtiene alrededor de trescientos mil votos cuando se le permite presentarse a las elecciones, y dejar a toda esa gente sin voz, sin opción, y sin más salida que el cóctel molotov y la metralleta equivale a reconocer que no sabemos cómo lidiar con el problema, o que sabemos cómo se debería enfrentar pero no tenemos ni fuerza ni coraje para ello.
Prohibir un partido no es acabar con los votantes, ni con la idea que los anima. Es la táctica del avestruz, con la esperanza de que la base electoral de esas formaciones se aburra y acabe, de un modo u otro, beneficiando a los mismos que promueven su prohibición.
Pero si creemos en la democracia, tenemos que creer en la democracia plena, cuando los resultados nos gusten y cuando no. Y obligar con toda la fuerza de la ley y lo que haga falta a que las normas se cumplan luego. Pero apartar a alguien de las urnas es abocarlo a las bombas.
Y sí, ya sé que Hitler llegó al poder en unas elecciones y que quizás hubiese sido mejor impedirle gobernar de todos modos, pero entonces, qué mala suerte, Hitler seríamos nosotros.

Lo positivo del apartheid


Allá en la época en la que todavía había monjas en los conventos, una reina de Suecia visitó Espa a y se sorprendió mucho de las grandes y fuertes rejas que protegían las ventanas de los claustros. la pregunta que planteó, aún subsiste: "Si hay virtud, ¿para qué sirve la reja?, y si hay reja, ¿para qué sirve la virtud?"
Eso mismo nos preguntamos ahora. Si hay talento, ¿para qué sirve la cuota? Y si hay cuota, ¿para qué sirve el talento?
Porque con esto de la obligatoria participación femenina en las candidaturas, los puestos de dirección y los consejos de administración de las empresas las que más se cabrean son las mujeres. Las que valen, claro. Las otras están encantadas de que la administración les ayude a sacarse las oposiciones que de otro modo no se sacarían en su pajolera vida.
Pero las que valen, las que se lo han currado, las que les importa un cuerno de bisonte que haya cuota o no porque se saben el temario como si lo hubiesen escrito, las que estarían de todos modos en los puestos de más responsabilidad porque tienen capacidad para ello y coraje para imponerse, esas están que trinan.
Y no es para menos, oigan.
Cuarenta a os aguantando que tenga que firmar el padre o el marido. Trescientos teniendo que escuchar que están donde están porque "también yo con esas tetas ascendería", y quinientos soportando risitas idiotas cuando van de cena de negocios con un cliente o con el jefe, y justo cuando muchas logran imponer su trabajo, su capacidad y su formación, llega un gobierno supuestamente progresista a dar nuevas armas a los recalcitrantes de toda la vida: "¿y tú por qué estás ahí, porque vales o por la cuota?"
Y se las llevan los demonios, claro. A ellas y a cualquiera.
Y mientras tanto, la ministra del ramo (o a lo mejor de la cuota, porque nadie está libre) sigue por ahí defendiendo un concepto tan absurdo y tan estúpido como la discriminación positiva. ¿Se puede saber qué pu etas es eso de la discriminación positiva?
Por si alguien no lo sabe, se lo explico: discriminación positiva era el apartheid de Suráfrica. Para los blancos.
Manda carajo

Un circo para payasos


El otro día, escuchando el debate parlamentario sobre la excarcelación del etarra De Juana, se me caía la cara de vergüenza ajena. No puede ser que un foro como el parlamento resuma todas sus discusiones en quién hizo más el primo, quién tiene las piernas más largas para poderse bajar más lo pantalones, o quién los enterraba más profundamente en cal viva. No puede ser que en la máxima cámara de representación democrática se den cita tantos botarates para jugar al "tú más", mientras no hay ni uno, pero ni uno, que suba al estrado a decir que las miserias pasadas no justifican las presentes.
Me pareció un escándalo. El gobierno está para dar cuenta de lo que hace, y no para contarnos lo que hizo la oposición, que por algo estará en la oposición. Y la oposición está para pedir cuentas al gobierno, al actual, no para afearle lo que hizo otro de su mismo partido diez a os atrás.
Aquello fue el colmo del bochorno. Tuve la sensación de que alguno, de cualquier partido, iba a decir de un momento a otro que él sólo cobraba el tres por ciento, mientras que su antecesor cobraba el cuatro. Tuve la impresión de que en cualquier instante intentarían convencernos de que robar o matar está bien, si hay otro que robe o que mate más.
Y el caso es que lo decían muy serios, a sabiendas de que había muchos como yo, siguiendo el debate.
Y eso es lo malo.
Lo que más me joroba de los políticos no son las cosas que dicen, sino que las dicen para nosotros. Y no crean que hablan al azar, no: tienen sus buenos equipos de sociólogos, psicólogos y asesores de imagen que les indican en todo momento cómo deben expresarse y cuales son las cuerdas sensibles que deben pulsar para obtener mayor repercusión en sus discursos.
La cosa viene de lejos. Al principio de la era de los medios de comunicación de masas, los políticos se entrenaban con actores y ensayaban ante el espejo su gesticulación. Luego, algunos, en un paso más allá contrataron a coreógrafos de variedades para que les preparasen los escenarios, y se dice incluso que el doctor Goebbels, el ministro de propaganda nazi, contrató a un jefe de vestuario de la ópera para que dise ara los impresionantes uniformes negros que luego se harían siniestramente famosos.
Por eso, cuando oigo hablar a los políticos y pienso que esa es la manera en que sus asesores les dicen que hay que dirigirse a nosotros, pienso que no sólo nos toman por idiotas, sino que además es posible que tengan razón. Porque les funciona. Porque dicen las tonterías que dicen, sin ninguna solidez argumental, sin rigor intelectual alguno, seguros de que ese es el modo en que actualmente se convence al indeciso y se satisface al afín.
Y si tienen que hablar así para convencernos y para que les entendamos, es que nos los merecemos.
No hay otra.

Los pisos y las berzas


Los tiempos han cambiado y ya no nos preguntamos tanto si existe Dios, de dónde venimos, o a dónde vamos. Ahora la pregunta de moda es "¿y quién co o compra todos esos pisos que se construyen?"
Lo mismo que sucedía con las cuestiones de siempre, esta nueva interrogante ha encontrado a multitud de profetas dispuestos a responderla: unos dicen que el fenómeno proviene de la actual preferencia por vivir solo, y de los muchos solteros, fracasos matrimoniales y divorciados que vemos en nuestra sociedad. Para estos, la explicación es simple: antes vivían cinco en una casa, y ahora esos mismos cinco compran tres o cuatro pisos para vivir cada cual a su aire. Puede ser.
Dicen otros que los pisos se compran parea venderlos, porque como han sido tan buen negocio durante tantos a os, el que tiene cuatro cuartos los mete en un inmueble para venderlo de nuevo a los dos a os, o a los quince días, y sacarle un buen beneficio. Seguro que también es cierto y pruebas no faltan, pero hay que apuntar que el que compra un piso para venderlo se lo tiene que vender a alguien, con lo que solamente pospone unos a os la pregunta de quién compra.
Hay un tercer grupo que, con datos en la mano, afirma que los pisos que se construyen en nuestras ciudades medianas (porque grandes no tenemos) se venden fundamentalmente a la gente de los pueblos, que invierte en Zamora, Villalpando o Benavente lo que ahorró en treinta a os de segar, cavar vi as u orde ar vacas. Según dicen, esta gente se hartó de no tener en el pueblo ni donde comprar un cartón de leche y se mudó a la ciudad, con la idea de dejar el piso a los hijos. También es verdad, seguramente.
Pero la oveja, se ores, o la madre del cordero, que es lo mismo, es que nuestras ciudades crecen sin cesar y sin embargo no aumentan en población. Al contrario: salvo casos muy puntuales, seguimos perdiendo habitantes lentamente. Porque hay poco trabajo. Porque el que hay es en la construcción, y porque la gente joven acaba marchándose al sexto pino en busca de futuro.
Así las cosas, vemos que se están levantando pisos que compran los que trabajan en el mismo sector que quienes los construyen, y que nadie sabe quién querrá cuando haya un parón en el sector. Porque cuando mueran todos esos abuelos que compraron un piso en Zamora o Benavente para dejarlo a los hijos, nos veremos en el chiste (sin gracia, pero chiste) de que los hijos están viviendo en Madrid o Barcelona, y querrán vender el piso de los abuelos parea aliviar la hipoteca del suyo. ¿Y a quién se lo van a vender?, ¿A otros abuelos que vengan del pueblo? Malamente, porque los pueblos son una cuerda que poco va a dar de sí.
¿A quién se va a vender ese capital yacente en la próxima oleada? Esa será la pregunta del futuro. Porque cuando el capital ahorrado se invierte en algo que a su vez no produce más capital, sino que es un bien muerto, la quiebra es segura. Ya lo padecimos en España una vez: el oro que vino de América, en vez de gastarse en fábricas como en Holanda, se gastó en iglesias, palacios y castillos. Y tardamos trescientos a os en pagar el pato.
Porque a los efectos, señores, da igual gastarse los ahorros en pisos que en fiestas: si el dinero ahorrado no va a algo que produzca, si el tejido industrial y comercial queda anémico, da igual que tengamos un piso medio gratis para cada uno: no habrá quien los ocupe mientras la gente joven no pueda vivir del aire. O pintarse de verde para hacer la fotosíntesis, como las berzas.

21 marzo 2007

El rencor a los espejos


En el trato diario con la gente, y trato con mucha y muy distinta, observo una paradoja que me gustaría compartir con ustedes, a ver qué les parece: hay muchas, muchísimas personas, que no han robado nada en su vida pero que al mismo tiempo estarían encantadas de dar su voto a cualquier partido político que les propusiera robárselo todo a sus vecinos. Hay mucha gente que se escandalizaría con la sola insinuación de participar en una estafa, pero que iría con verdadero entusiasmo a las urnas para apoyar a una opción política que contase en su programa con la promesa de vaciar los bolsillos ajenos.
¿Por qué creen si no que levantan tanto entusiasmo las propuestas de expropiar pisos, o de quedarse con tierras, o de aumentar los impuestos a los que más ganan?, ¿Por qué se espera que eso se reparta entre todos? No, que va: a la mayoría le da igual que lo repartan o que lo quemen. El caso es que se lo quiten al que lo tiene. Y que se lo quite otro, a ser posible.
Y le caso es que puedo entender al que ha tenido mala suerte en la vida, o al que es un inútil que no sirve para nada, o incluso al que no ha dado un palo al agua en su vida. Puedo entender que quiera al fin conseguir por las malas lo que no ha podido o ha sabido lograr de otro modo, y que se meta a atracador, o a sicario, o a proxeneta incluso. Puedo entender el deseo de empobrecer a otro para enriquecerse uno mismo, porque esa clase de miseria es humanamente comprensible.
Pero lo otro no. Y lo otro es lo que nos marca y nos define en la Espa a de estos días. Sectarismo sin beneficio y burla sin lucro.
Y al final, aunque a veces cueste trabajo tomarlo en serio, esta clase de ideas tiene importancia en la práctica, porque los partidos políticos sólo incluyen en sus programas lo que piensan que sus posibles votantes se van a creer. Y en España, lo cierto es que hay gente que empieza considerar creíble enriquecerse a costa del vecino, quedarse con su casa, con su coche y hasta con sus hijos.
En Espa a estamos llegando a un nivel de desvergüenza personal en que pronto surgirá un partido que proponga despojar impunemente al otro de lo que tiene, sólo por el hecho de tenerlo. Se inventarán, eso sí, cien pretextos como la solidaridad, la redistribución, el ajuste o la palabra que inventen para el caso, pero la esencia, la que con su fino olfato depredador no dejarán de percibir muchos, será que se trata de robar al prójimo.
Y cuando alguien lo proponga, verán cuántos se suben a ese carro. Aunque no ganen nada. Aunque les toque también a ellos perder un poco. Aunque sólo sea para que no haya quien les demuestre con su éxito que lo que mal que les va es culpa de ellos, porque otros con menos llegaron más lejos.
Yo creo que es por eso: por no tener que ver lo que pudieron ser y nunca fueron. Es por eso: por rencor a los espejos.

18 marzo 2007

Coste y costo (mucho de ambos)



A veces, para hablar de los políticos y sus decisiones cometemos el error de pensar en distintos términos que ellos, así que por una vez vamos a tratar de ponernos en su pellejo y hacer las cuentas que ellos hacen. Y los partidos nos pueden cantar las habaneras que quieran, pero el hecho es que su contabilidad, la única que saben hacer y practican a diario, se expresa en votos.
Pues hablemos de votos y hagamos las cuentas en esa moneda, tan devaluada por lo que hemos visto en la birriosa participación de las últimas consultas sobre estatutos autonómicos.
Hacen cuentas y afinan. Créanme. Afinan de lo lindo. Y por mucho que las decisiones del gobierno se empeñen en tratar de convencerme de lo contrario, no soy aún de los que creen que el ejecutivo de Rodríguez Zapatero va dando tumbos sin un plan preconcebido e improvisa tonterías sobre la marcha. Es más: ni siquiera creo que sean tontos.
Y como no son tontos, saben perfectamente el coste electoral que va a tener para ellos una decisión como la de liberar al etarra de Juana Chaos. De hecho, en una reciente encuesta se expresaba el dato de que más del ochenta por ciento de los votantes del partido popular estaba radicalmente en contra de esta medida y también un treinta y tantos por ciento de los votantes socialistas.
A la vista de esos datos, la primera reacción es pensar que uno les concede a nuestros gobernantes más inteligencia de la que tienen, pero como insisto en negarme a tomarlos por idiotas, reflexiono sobre el asunto y creo que es todavía peor. Ojalá fuesen idiotas.
Si saben lo que les va a costar, y aún así lo hacen, ¿qué es lo que temen?, ¿qué es lo que tratan de evitar? Si saben que un tercio de sus votantes está en radical desacuerdo y que están poniendo en bandeja una carta de peso a la oposición, y aún así asumen el coste, ¿qué manejo se traen entre manos? Lo han calculado, saben lo que pierden y no nos cuentan lo que pueden ganar. O lo que dejan de perder. A nosotros no nos cuadran las cuentas, pero apuesten lo que quieran a que ellos sí que les salen. Apuesten lo que les parezca y desconfíen lo peor.
Porque no creo que piensen que ETA va a abandonar las armas a cambio de un preso, y menos ahora, que su brazo político ha gritado a quien quiera escucharlo que sin Navarra no hay nada que hacer. ¿Piensan ceder también en eso?
¿A cambio de qué han hecho este sacrificio?, ¿a cambio de qué asume Zapatero que haya muchos sitios a los que ya no puede ir, porque le van a estar esperando con pancartas llamándole traidor y vendido, entre otras lindezas?
¿Cuales son sus cuentas? No lo sé, pero desde luego está claro que está dispuesto a hacer lo que hace y perderlos votos que pierde porque hacer otra cosa le haría perder más. La espiral en la que se ha metido este gobierno les va y nos va a costar a todos un riñón. Ese es el coste.
¿Y el costo?, se preguntarán ustedes.
El costo, el que fuman los que todavía a estas alturas creen en los gamusinos, los reyes Magos y las razones humanitarias.

Dignidad y valentía


Es la monda: desde que se ha impuesto la costumbre de dar a la contradicción categoría de dogma, los políticos nos insultan la inteligencia cada día en mayor grado. Primero se le ocurrió a Aznar la genialidad de enviar al frente soldados por la paz y ahora Zapatero dice que libera etarras por valentía. ¿Qué veremos mañana?, ¿Un pucherazo por la democracia?, ¿Un alzamiento militar para que se cumpla la constitución?, ¿una danza de la lluvia contra las inundaciones?
No se lo pierdan: el próximo tonto está al caer. Y si no, los tontos somos nosotros, por aguantarlos.

Gramática dolorosa


Dicen por ahí, y también por estas mismas páginas, que llegados al punto que hemos llegado, hay que negociar con ETA una salida, la que sea, para poner fin de una buena vez al conflicto, a la sangría, y a la violencia. En principio, nada que alegar a esa idea, porque está claro que en cuarenta años de lucha policial a medias, luchas judicial a medias y presión social a medias no se ha conseguido nada.
Lo malo es que el verbo negociar es transitivo, y no basta con hablar de negociar, en genérico, porque sí, sino que hay que decir y decidir qué se negocia. Si se negocia hay que negociar algo, y aquí, el objeto directo, se oculta a toda costa o se prefiere no hablar de él.
¿Acercamiento de presos?, ¿reducciones de penas? Por supuesto. Eso está claro. ¿Pero hay alguien todavía tan ingenuo para pensar que ETA dejaría las armas a cambio de eso?
Su lista de peticiones está bien clara, y no es ni más no menos que la misma que vienen sosteniendo con las armas: independencia para el País vasco, inclusión de Navarra en su territorio y pago de fuertes cantidades económicas en concepto de indemnización por los daños que ha causado España en su tierra.
¿Y han visto ustedes que hayan rebajado estas peticiones? De ninguna manera. Pues ténganlo claro: si no rebajan las peticiones y nosotros pensamos en subir lo que ofrecemos es porque vamos perdiendo. Vamos perdiendo porque estamos gobernados por una gente dispuesta a cualquier cosa con tal de tener el gallinero tranquilo. Vamos perdiendo porque nuestros gobernantes carecen de fuerza moral para defender unos principios en los que no creen, una ética que no tienen y una valentía cívica que no conocen ni de nombre.
Vamos perdiendo y perderemos hasta los calcetines, porque ETA sabe que tiene más bazas que el gobierno y que está en su mano decidir cuándo lo derrocará con una gran atentado si no consigue de esta vez lo que quiere. Usted o yo podemos ser los muertos de ese atentado, pero el daño que verdaderamente los dolerá a los que mandan será la encuesta torcida sin remedio.
Ahora, en el primer pulso para tomar la temperatura del adversario, ETA ha conseguido la liberación de uno de los suyos. ya sabemos quien ganó esa baza y ya sabemos cómo fue el recibimiento.
El por qué de todo esto, tiene que quedar en el mundo de las conjeturas, pero permítanme la mía: hace unos meses, en estas mismas páginas, hablé de una hipótesis maligna: que ETA haya amenazado al Gobierno con reivindicar los atentados del 11 de marzo en Atocha, con independencia de que hubiese participado o no en ellos, y que esta sea la razón por la que el ejecutivo de Rodríguez zapatero dé tan vergonzosas muestras de debilidad ante los terroristas.
Visto que se pone en la calle a de Juana Chaos justo en medio del proceso judicial sobre los atentados de Atocha, hay que empezar a pensar que esta hipótesis puede ser algo más que un delirio de novelista negro.
Así que estamos, gramaticalmente en que negociaremos. Negociar, verbo transitivo. ¿qué negociaremos? Lo que ellos digan. ¿Cuándo? Cuando ellos manden? ¿Cómo ? Como ellos decidan.
Para responder las preguntas que tenemos muchos en la cabeza faltaría preguntar "¿Por dónde?". Pero orificios no han de faltar. Ya lo verán.

07 marzo 2007

El embudo como mecanismo legislativo


Decía Churchill, sin duda repitiendo las palabras de otros gobernantes anteriores, que se puede engañar y domimnar a mucha gente durante mucho tiempo, pero que no es posible hacer lo mismo con toda la gente todo el tiempo.
Las democracias occidentales, en su empeño por controlar los recursos naturales fuera de sus fronteras, o los mercados, o simplemente por mandar, llevan muchos años aplicando doble rasero a distintas naciones, dependiendo de si son afines o no.
Y ahora, con los árabes hemos topado.
La invasión de Irak, que trató de justificarse por la presencia de un dictador sanguinario y la amenaza de unas nunca aparecidas armas de destrucción masiva, parece que va a concluir con un fiasco importante y con la evidencia de que donde antes había un régimen laico acabará imponiéndose un régimen religioso. Sadam Hussein estaba donde estaba para impedir que se extendiera la influencia de Jomeini, se le armó para eso, se le mantuvo para eso, y se le desechó finalmente cuando la influencia de los clérigos chiitas había menguado o cuando alguien fue lo bastante irresponsable para preferir que el precio del petróleo se quintuplicase por encima de cualquier otra consideración. En este sentido, no hay que perder de vista los negocios a los que, desde siempre, se ha dedicado la familia Bush en Texas. Seguramente ustedes también crean improbable que si los Bush hubiesen sido propietarios de una fábrica de coches habríamos visto cómo el petróleo se ponía por las nubes después de una guerra mal calculada. O demasiado bien.
Fuera como fuere, el caso es que ahora la importancia de Irán en la región ha subido muchos enteros, y que se está preparando otro capítulo de esa guerra interminable de Oriente Medio, esta vez contra los viejos persas. Y el caso es que, para mí, el mayor riesgo y el mayor mal de esas guerras no está en los daños humanitarios, ni en las bajas, ni en toda la destrucción que se causa. Todo eso es muy malo, por supuesto, pero peor aún es la perversión de valores que supone: ¿por qué puede tener armas nucleares Israel y no las puede tener Irán?, ¿por qué puede tener energía atómica Sudáfrica y no puede tenerla Irán? Las armas son armas y las centrales, centrales, pero estamos jugando al parternalismo perverso de decidir hasta qué punto los demás pueden decidir en sus cosas, a ser amos sin responsabilidad, a tener esclavos que además deben alimentarse por su cuenta.
Yo, desde luego, me encuentro menos amenazado por las armas atómicas israelitas o chinas que por las iraníes, pero eso no impide que reconozca que cuando se hacen grandes esfuerzos de propaganda para vender fuera sistemas injustos, ventajistas y aprovechados, la injusticia acaba calando también en los medios internos, y donde hoy se nos convence de que Irán no tiene los mismos derechos que China, India o Israel, mañana se nos convencerá, porque nos hemos acostumbrado, de que son los trabajadores los que tienen que tragar con distinta ley que los patronos, o los zamoranos los que tienen distinta capacidad normativa que los gallegos y los catalanes. ¿Y por qué? Porque sí.
Una vez más, el problema no es el hecho, sino el precedente, y lo que con él nos echarán encima.
Una vez más, el problema no es tanto de qué lado del embudo se está, sino de que los poderosos se acostumbren a usar el embudo para legislar. Si lo consentimos hoy, mañana estamos listos.