19 julio 2014

El aborto visto con frialdad (quizás demasiada)

Hay una serie de temas que, al discutirse, se cargan siempre emocionalmente, y aunque eso puede parecer bueno, por aquello de que somos humanos y todo lo demás (omito aquí las tres líneas de rigor que se suelen escribir al al respeto) lo que sucede al final es que nos encontramos discutiendo de cuestiones mortales, éticas y estéticas, o sea, cuestiones plenamente subjetivas donde no hay modo de razonar.

¿Qué está antes, el derecho de la madre o el del niño? ¿es de veras un niño o es un ente cárnico con cromosomas humanos?, Tengo mis opiniones, por supuesto, como tengo un ombligo, pero no es el momento de expresarlas ni voy a ir por ese camino.

Si nos ponemos prácticos, y a eso voy a falta de quien lo haga, lo cierto es que los políticos tienen todos los incentivos del mundo para apoyar las leyes de interrupción del embarazo, y esa es la razón última por la que en casi todas las democracias desarrolladas el aborto está permitido de uno u otro modo. ¿Y por qué? Porque las madres votan y los niños no. Creerse que puede ser por otra razón es demostrar un conmovedor grado de ingenuidad y no tener ni idea de cómo piensan en realidad los políticos. Al que vota se le escucha (más o menos) y al que no, que le den, sobre todo si tampoco puede organizar manifestaciones ni quemar contenedores en la calle.

Una vez superado este punto, hay que preguntarse por qué los partidos conservadores son más restrictivos con las leyes del aborto y los partidos de izquierdas, mal llamados progresistas (porque son unos carcas anclados en otro siglo, la mayoría de las veces) tienden a ser más permisivos en este tema.

Vamos a verlo en forma de árbol.  Cuando el aborto está prohibido, hay gente que aborta y gente que no. Cuando el aborto está permitido, hay gente que aborta y gente que no.

En el primer caso, cuando el aborto está prohibido, siguen abortando quienes tienen medios para irse a otro lado a hacerlo o conocen a quien pueda ofrecerles el servicio arriesgándose a incumplir la ley. ¿Y qué piensan los conservadores sobre esto? Que los que tienen recursos son los suyos, por lo que se pueden permitir sostener la prohibición (y dar gusto a sus grupos de presión, como los católicos) sin molestar realmente a quienes quieran abortar, porque tendrán medios de hacerlo de todos modos.

¿Qué piensan las izquierdas? Justamente lo contrario. Como suponen que sus votantes son las clases económicamente inferiores, son los suyos los que se tragan el problema cuando surge, ya que en caso de prohibición no contarán con medios para desplazarse ni con contactos para abortar de manera segura, con lo que tendrán que tragarse el niño o arriesgar la vida en el intento.

Como ven, no se trata de ética sino de lógica. Lógica cortoplacista, además.

¿Y por qué digo cortoplacista? Pues porque cuando el aborto de permite, y por lo explicado anteriormente, los que acaban en los cubos de la basura de los hospitales con más frecuencia son los hijos de los progresistas, reduciendo así su futura base de votantes.

¿No se lo creen? Pues hay una prueba. En algunos barrios negros y latinos de Estados Unidos se redujo la delincuencia a menos de la cuarta parte simplemente permitiendo el aborto. Quince años después de permitir el aborto, la delincuencia juvenil tocó mínimos históricos, y además de golpe. ¿A ustedes por qué les parece que fue? Obviamente, porque los que estaban en edad de ser delincuentes juveniles, en vez de en la calle estaban en el limbo, por decirlo suavemente.

La derecha parece ser que ha entendido el asunto y condena el aborto con la boca pequeña, para mantener contenta a una parte de su parroquia, pero en realidad lo sigue permitiendo. Sabe que en caso de prohibirlo los que caerían son los suyos, y permitiéndolo caen también los del contrario, y en mayor proporción.

La izquierda, o no se entera, o tiene una parroquia más cerril y prefiere sustituir la natalidad de los suyos (que votarían) por la inmigración (que no vota).

Por eso, a la larga, las democracias desarrolladas son cada vez un poquito más conservadoras. Entre otras cosas, por supuesto.