31 julio 2006

UNA HIPÓTESIS MALIGNA

Que venga una banda terrorista a decir que la Constitución no debe ser un obstáculo para la paz es la monda, pero tiene un pase: las bandas terroristas no se caracterizan precisamente por la solidez de sus argumentos. Lo que ya es más duro es que después de semejante afirmación haya quien dude todavía de que se está entablando una negociación política con unos individuos que amparan sus premisas en muertos en vez de en votos.
Y no podía ser de otro modo, porque, seamos serios: por más que nos gustara a todos que así fuese, tener las armas no es lo mismo que no tener nada. Podemos mirar hacia otro lado, decir que no se cede y lo que nos parezca bien, pero el que tiene las armas en la mano tiene algo más que el que lleva las manos vacías. Es así, nos guste o no.
Partiendo de esta premisa, crudamente realista, es comprensible que cualquier gobierno responsable trate de frenar los atentados con algo más que medidas policiales, sobre todo cuando durante treinta a os largos estas se han demostrado insuficientes. Hasta ahí, todo en orden.
Lo que no puede hacer ningún gobierno responsable, y el actual ha prometido no hacerlo, es dar a entender a los que empu an las armas que fue buena idea optar por ese camino en vez de por la vía política. Ningún gobierno puede permitir que cunda la idea de que matando lo suficiente se acaba consiguiendo lo que se quiere, porque si no, ya nos podemos ir preparando. Por tanto, como el que tiene las armas tiene una baza, pero no se puede permitir que esa baza se canjee en beneficios políticos, hay que ofrecer amnistías o beneficios penitenciarios por el estilo.
Sin embargo, está más que claro que las posiciones de ETA no se han movido un centímetro desde que decidió graciosamente dejar de pegar tiros. Ni siquiera se ha conseguido que Batasuna condene la violencia para ser legalizada y convertirse en interlocutor válido.
¿Por qué, en estas circunstancias sigue negociando el Gobierno?, ¿por qué hacen la vista gorda a los clamorosos desplantes de los etarras y sus secuaces?
Les propongo tres hipótesis, empezando por la más bienintencionada:
Que el se or Zapatero considere la negociación un beneficio en sí misma, olvidando que el verbo "negociar" es transitivo y que en todo caso hay que negociar ALGO. Su intención, de todos modos, puede ser tender una mano para dar una oportunidad de imponerse a las voces que, desde dentro de ETA, abogan por el fin de violencia. Vale.
Que el Gobierno quiera apuntarse el indudable tanto de acabar con ETA de cara a unas elecciones y para ello esté dispuesto a llegar un poco más allá de lo previsto en cuanto a lo que está dispuesto a conceder en nombre de todos, pasando incluso por encima de la opinión de las víctimas. Lo que cuenta es la opinión de las víctimas que nunca llegarán a serlo, dijo un tal Ohlendorff hace tiempo, y Zapatero podría ser de la misma idea. Vale también.
Y por último, la hipótesis maligna: que ETA haya amenazado con reivindicar los atentados del 11 de marzo, independientemente de si los ha cometido o no. ¿Qué le ocurriría al Gobierno si ETA se responsabilizara de la masacre de Atocha?, ¿en qué está dispuesto a ceder el Gobierno para que no suceda tal cosa? Esta hipótesis tal vez explicase la prepotencia y chulería con ETA se expresa en los últimos comunicados, diciendo cosas como que la Constitución no puede ser un estorbo para la paz.
Esperemos que no, pero si esta última es la buena, Dios nos coja confesados.
Y no es que tema la cobardía de los socialistas, ni la miseria de los populares al explotar ese filón: es que nos temo a nosotros, los espa oles, demasiado proclives, como en tiempos del pucherazo, a dejar que voten los muertos.

23 julio 2006

Un artista ejemplar

Socialista, republicano, y autor de las monumentales estatuas del Valle de los Caídos, Juan de Ávalos nos ha dejado este viernes a la edad de noventa y cuatro años.
La calidad de su obra no admite discusión, y su nombre figura, sin ningún lugar a dudas entre los de los más grandes artistas plásticos españoles del siglo XX.
Además de los famosos evangelistas de ese monumento que debió ser símbolo de reconciliación y se ha convertido, como otros muchos, en un motivo más de querellas y disputas, Ávalos es también autor del conjunto escultórico de los amantes de Teruel, el homenaje a Cuba, en la habana, y otras muchas obras en diversas ciudades de España y otros países.
Pero lo que más llama la atención de este hombre es su talla humana, como Artista, con A mayúscula, en un mundo en el que parece que las convicciones ideológicas tiene que impregnar cualquier faceta personal. Juan de Ávalos era ante todo escultor. Amaba las formas y los materiales que las contenían por encima de los tintes políticos de quien encargase la obra. Amaba su trabajo y ese amor se reflejaba en sus logros, y como buen amor, se mantenía voluntariamente ciego a lo que no fuese estética.
Los amigos de las simplificaciones siempre dieron por hecho que el autor de las estatuas del Valle de los Caídos tenía que haberlas hecho por convicción política o por dinero. No fue por ninguna de las dos cosas: Ávalos las hizo porque le parecieron un gran proyecto estético, una obra de arte que tenía que estar muy por encima de quien la encargase.
Que el cliente fuese Franco, era lo de menos. Su carné número siete del PSOE de Mérida también. A un verdadero artista sólo le importa la belleza.
Y Juan de Ávalos lo era. De los más grandes.
Descanse en paz y florezca su ejemplo.

F. Javier Pérez