10 mayo 2011

Los niños las pasan putas

Me parece muy bien que se lancen campañas en los medios contra ciertos delitos particularmente asquerosos como la violencia de género o la pederastia, porque son delitos alevosos en los que el culpable trata de explotar la indefensión de la víctima. De lo malos tratos hablo otro día, si toca, pero hoy quiero darles mi punto de vista de las terribles consecuencias que está teniendo la repercusión mediática de los pocos, raros, minoritarios casos de pederastia.

Con el tema de los niños, está sucediendo algo muy grave: como la condena social es anterior y muy superior a la condena penal, el acusado está completamente indefenso. No existe presunción de inocencia alguna y basta con que alguien, quien sea, presente una denuncia para que al denunciado le caiga encima el peso del estigma social. Es una condena sin juicio. Un procedimiento totalitario o inquisitorial en el que el denunciante permanece anónimo y el denunciado no tiene posibilidad de defensa. En esto influye también mucho la cobardía de los jueces, que no se atreven a ser tan rigurosos con las pruebas como en otros casos, pero los jueces son intocables y es mejor no hablar de ellos, ¿verdad?

Además, curiosamente, los denunciados son casi siempre personas con mucho dinero o pertenecientes a colectivos que pueden pagar abultadas indemnizaciones. Eso, por sí solo, bastaría para desconfiar, pero es que creo que hay algo peor:

Desde que está en marcha esta especie de campaña, nadie se arriesga a tratar con niños. Conozco centro de acogida infantiles, conozco campamentos de verano, y hasta simples abueletes que ya no se tratan con ellos como antes.

La realidad más puñetera nos enseña que hay muchos niños, muchísimos, que no cuentan con el afecto y la atención necesarias. En ocasiones se trata de niños con problemas económicos o de integración, otras veces son niños sin familia y otras, las más, niños con padres que trabajan demasiadas horas. Antes estos niños se quedaban con los vecinos, o estaban al cargo de los viejos.

Ahora, a nivel particular, nadie quiere arriesgarse a ser afectuoso con un niño por miedo a meterse en problemas. Y nivel institucional, menos aún. Hablen con asistentes sociales, o con parroquias, o con encargados de campamentos y se lo confirmarán: por la presión que se ejerce, y por el modo en que esta se ejerce, creo que de manera interesada, los niños están afectivamente abandonados, y lo sufren sobre todo los que no tienen un entorno familiar. Lo sufren los más débiles. Otra vez la alevosía.

Un párroco de cada mil puede ser pederasta, pero los otros 999 no se atreven ya a tratar con afecto a los menores. Un monitor de campamento de cada mil, puede ser pederasta, pero los otros 999 prefieren mostrarse fríos y distantes con los chavales. Un abuelo de cada mil, puede tener malas sintenciones con los niños, pero los otros 999 tienen miedo de que los señalen si juegan con los hijos del vecino.

Y el caso es que creo que se trata todo de una campaña política, bien orquestada, para perjudicar a ciertos colectivos y personas, sobre todo a la Iglesia. Pero la pagan los niños, que las pasan negras, más abandonados, más trtistes, más solos que nunca.

Así es la mierda de la ingeniería social, señores.

08 mayo 2011

Normas para jorobar mejor al ciudadano

Lo malo del mundo moderno es que las cosas no sólo son distintas de lo que parecen, sino que además se niegan rotundamente a que haya coincidencia alguna entre aspecto y realidad. Pero en vez de contárselo con filosofías, se lo cuento con un ejemplo, y cercano.

Hay un pueblo por aquí, que no mencionaré para no meterme en líos ni tener que demostrar lo indemostrable, en el que se ha prohibido aparcar en toda la calle principal, lo que viene a suponer más de la mitad de la localidad. Hasta ahí, podemos estar de acuerdo o no, pero la cuestión verdaderamente interesante es que la prohibición se utiliza como castigo político, pues se permite aparcar a los afines, haciendo la vista gorda, y con la ley en la mano se multa a los díscolos.

A veces tengo al impresión de que muchas regulaciones, demasiadas, están pensadas con esta misma estrategia: hacerlas cumplir a los que no son afines, de modo que se encarezca ell desarrollo de su actividad, y permitir que se las salten los amigos, o aquellos que paguen, bajo mano, el soborno correspondiente.

Lo que en principio parece preocupación por regular la vida en común, oculta, en el fondo, el deseo de controlar la vida de los demás, sacar tajada, y generar una barrera de entrada a la competencia. Las grandes multinacionales, por ejemplo, quieren que se regulen todo tipo de aspectos a la hora de abrir y explotar un hotel por ejemplo, pero no es por defender los intereses del viajero, ni los del sector siquiera, sino por que saben que ellos disponen de la influencia suficiente para conseguir saltárselas a la torera mientras los demás tendrán grandes dificultades y grandes costos para cumplir esa reglamentación, a veces surrealista.

¿Otro ejemplo? Algunas zonas verdes. Los planes urbanísticos se cansan de añadir zonas verdes a las nuevas urbanizaciones, y aunque eso está muy bien y lo aplaudo con toda mi alma, luego vemos que nadie las ajardina, ni las cuida, ni las convierte en otra cosa que no sean escombreras, secarrales y pedregales espantosos. ¿Y por qué? Porque se trataba de encarecer cada metro cuadrado del que podía vender solares en aquella zona reduciendo la superficie total dificable, en vez de crear verdaderas zonas para disfrute de la gente.

La táctica es antigua: hacedlos a todos culpables y encarcelad sólo a los que os convenga, dijo el romano Sila. La proliferación de reglamentos, normas, planes y supuestas garantías va por ese lado, creo yo, más que por la verdadera defensa de los ciudadanos.

¿Conocen ustedes gente que es siempre partidaria de que todo esté regulado y todo bien atado? Pues ya tienen una idea más de por qué se aplauden a veces estas medidas. Por amarrar, no por defender.

07 mayo 2011

La muerte del rey Midas

En España, hacerse empresario es a veces como hacerse pederasta: todo el mundo te mira mal, como si pretender ganar dinero fuera un pecado, o una mancha. Así las cosas, no es de extrañar que el que tenga algo lo guarde debajo del colchón y recomiende la emigración al que no tiene nada y busca un trabajo.

La culpa de esta lacra social no es del Gobierno, sino nuestra, por mala cabeza y sobre todo por mala sangre, que llamamos especulador a cualquiera que en vez de un sueldo quiere tener un negocio.

Como soy de la idea de que sin propuesta no hay protesta, voy a intentar diferenciar lo que es un especulador de un inversor, y perdonen que me ponga en este plan.

Especular es comprar un bien con la idea de obtener un beneficio por el simple aumento de precio de ese bien derivado de su escasez, del aumento de la demanda o de otras condiciones del mercado. El especulador no tiene intención de producir nada con ese bien, sino simplemente de conservarlo durante un tiempo para volver a venderlo a un precio superior al que pagó para adquirirlo.

Inversor es el que compra un bien o sufraga su montaje, con la intención de obtener un beneficio de su explotación, o aporta un dinero a una sociedad para que esta lo explote y le pague un rendimiento.

La diferencia es clara: si el capital se integra en la producción, es inversión. Si lo único que hace el bien adquirido es dejar pasar el tiempo, es especulación.

Por tanto, el que compra una casa para vivir en ella, vive en ella, o la alquila, y la vende después de unos años no es un especulador. Es un inversor. Si tiene la casa vacía y espera unos años para venderla a un precio superior al que la compró, es un especulador.

Lo mismo sucede en la Bolsa. El que compra acciones para recibir un dividendo o un rendimiento de la empresa de la que se hace accionista, es inversor, y ayuda a la empresa a financiar sus proyectos. El que compra hoy para vender la semana que viene pensando que la acción subirá pro una u otra razón, es un especulador.

Y aún diré más: que todo el que mueve el dinero, para invertir o para especular, es una ayuda para los demás. El enemigo de los pobres es el que lo guarda, el que prefiere la limosna a la empresa, el que prefiere dar un bocadillo o veinte euros a dar un trabajo. El enemigo es el que quiere ver al otro agradecido, con la gorra en la mano, y no orgulloso, con una pala, un pico, o una tijeras de podar en la mano.

Especular o invertir es lo de menos. Lo que importa es no llevar el dinero al cementerio. Pero eso, en esta tierra no queremos entenderlo. Por eso tenemos los pueblos muertos, lac ciudades muertas, y las cuentas de los bancos tan bien saneadas.

Por eso moriremos de lo que murió el rey Midas.

EL ABISMO

Tenía yo un amigo —y digo tenía porque vete tú a saber— que se pasaba la vida diciéndome que la abundancia de ruido exterior sirve sobre todo para ocultar de algún modo el ruido interior, permitiendo que uno se vaya a la mierda sin mayor preocupación sobre las verdaderas causas que te llevan a tan concurrido sendero. Y como resulta que ya no lo veo más que de Pascuas a Ramos, aprovecho este hueco que no vendimos para decirle y deciros que sí, que tiene razón, que cuanto más cabreada está la gente con su vida más canales de televisión contrata y más alta pone la radio, igual que cuanto peor toca un grupo de música más potencia le echa a los altavoces, acaso en un desesperado intento de que todo el mundo se quede sordo y baile, simplemente baile al ritmo de la batería.

Antes, quien se lo podía pagar, construía un jardín para procurarse tranquilidad; ahora resulta que encontrar un bar o una cafetería donde no tengan televisión es toda una hazaña, y si eso era inteligible en los tiempos en que la gente no podía tener uno de esos cacharros en casa, hoy en día no se comprende la manía; sólo se me ocurren dos posibilidades: o la gente va a los bares a ver la tele, o la tele está para que la gente no se vaya cuando no tenga nada que decir. Aunque suene a rollo de telepredicador, da la impresión de que, a base de decibelios, está empezando a abrirse un abismo entre el hombre y su mente, una fractura capaz de anular toda reacción hasta un punto que ningún totalitarismo logró antes. Nuestro cerebro se ve asaltado por miles de martillazos en forma de imágenes y sonido, y como cualquier mecanismo de precisión sometido a ese trato, acaba por no funcionar bien, por limitarse en sus funciones. El que está rodeado de ruido, no piensa, no refllexiona, no se rebela; compra lo que le quieran vender y hace lo que se pretende que haga. No faltará quien me diga que exagero, que todos pasamos muchas horas en silencio, pero esas son falacias: también pasamos muchas horas dormidos —un tercio de nuestra vida— y eso no determina nuestro carácter, un carácter cada vez más entrovertido, más poblado por gafas oscuras, adicciones diversas a vicios solitarios e incomunicaciones de toda índole.

Sí, es cierto que el barullo exterior nos defiende de nosotros mismos, pero he de hacer una objeción al postulado de mi viejo camarada el matavacas: en muchas, muchísimas ocasiones, lo que el ruido exterior intenta tapar en realidad es el vacío, el profundo silencio dejado por incontables años de estulticia, ignorancia militante y cogorza sabadiega. Porque si duro es el grito que te explica la mierda en que has convertido tu vida peor es aún darse cuenta de que no se tiene vida alguna, que se es un subproducto de una civilización alienante y cerebrófaga que despoja los sentidos, escarnece la razón aguzando los instintos, se lleva los años sin dejar recuerdos, trueca en Aladdin al genio y la música en sintonías. Peor es aún no tener ideas que pugnen entre sí, ni deseos encontrados ni filosofías contradictorias.

Peor es aún andar por ahí con cascos, como los caballos, porque no se sabe andar con calma, como las personas.

03 mayo 2011

Tú última carta, ZP

Mira, Presidente, tómatelo con calma que aún no estás desahuciado. Te dan por muerto porque cuentan con tu cobardía, pero tienes la ocasión de demostrar que no eres un cobarde y acabar con Rajoy, que lo es verdaderamente.

Las cosas han venido como han venido, y no puedes apartarte de en medio sin llevarte contigo a todo el socialismo, y por un montón de años. Y no es plan. Eso no puede ser.

A los del PP les cayeron las bombas de Atocha cuando pensaban que lo tenían todo ganado, y a ti te cayó una crisis. Es lo que hay. No hagas como ellos: no te escondas contando milongas a los españoles, porque eso es lo que realmente castigamos los votantes.

Tu opción está ahora en agarrar el toro por los cuernos y tomar todas esas medidas que tomaría un tipo que no vuelve a presentarse. Más perdido de lo que estás no puedes llegar a esatrlo, así que, ¿por qué no intentas las reformas serias y profundas que todos necesitamos?

Date cuenta de que si no puedes competir por el voto de la izquierda bien puedes competir por todos los millones de votantes descontentos del centro que están pensando en ir a votar a Rajoy con una pinza en las narices. Esa masa social podría ser tu tabla de salvación: piensa en ella.

¿Qué crees que pensarían los españoles, hartos de ineficacia y duplicidad, si dieses un golpe encima de la mesa y metieras en cintura el gasto autonómico?, ¿qué pensarían de los que se opusieran?

¿Qué pasaría si en vez de darte al populismo de decir, y no hacer, que vas a subir los impuestos a los ricos eliminaras de una vez los centenares de permisos que se necesitan para crear una empresa? Los comunistas no te van a votar después de los recortes, Presidente, y subir los impuestos a los ricos te hace recaudar cuatro perras menos lo que pierdes de empleo, IVA y demás. ¿No será mejor dar facilidades a lso emprendedores en vez de amenazarlos con más impuestos?

Rajoy está ahí simplemente esperando a que te rindas, pero sin hacer nada por nosotros. ¿Por qué no intentas el golpe de mano del tipo que está equivocado o no, pero tiene coraje para hacer algo? Eso lo valoran MUCHO los españoles. Más d elo que imaginas.

Un golpe de autoridad, e incluso de autoritarismo sin excesos, es lo único que puede salvarte. Si no te arriesgas, para medias tintas y mediocridad acabaremos prefiriendo a Rajoy, que al menos no es conocido fuera y puede dar un poco de confianza a los inversores internacionales, que serán, si quieren, los que nos saquen de esta.

Échale un par y salva el socialismo, hombre. No dudes. No retrocedas de un día para otro como hasta ahora. Si te vas a suicidar, que sea hacia adelante y con cabeza, no hacia atrás, y con miedo, como hasta ahora.