07 marzo 2007

El embudo como mecanismo legislativo


Decía Churchill, sin duda repitiendo las palabras de otros gobernantes anteriores, que se puede engañar y domimnar a mucha gente durante mucho tiempo, pero que no es posible hacer lo mismo con toda la gente todo el tiempo.
Las democracias occidentales, en su empeño por controlar los recursos naturales fuera de sus fronteras, o los mercados, o simplemente por mandar, llevan muchos años aplicando doble rasero a distintas naciones, dependiendo de si son afines o no.
Y ahora, con los árabes hemos topado.
La invasión de Irak, que trató de justificarse por la presencia de un dictador sanguinario y la amenaza de unas nunca aparecidas armas de destrucción masiva, parece que va a concluir con un fiasco importante y con la evidencia de que donde antes había un régimen laico acabará imponiéndose un régimen religioso. Sadam Hussein estaba donde estaba para impedir que se extendiera la influencia de Jomeini, se le armó para eso, se le mantuvo para eso, y se le desechó finalmente cuando la influencia de los clérigos chiitas había menguado o cuando alguien fue lo bastante irresponsable para preferir que el precio del petróleo se quintuplicase por encima de cualquier otra consideración. En este sentido, no hay que perder de vista los negocios a los que, desde siempre, se ha dedicado la familia Bush en Texas. Seguramente ustedes también crean improbable que si los Bush hubiesen sido propietarios de una fábrica de coches habríamos visto cómo el petróleo se ponía por las nubes después de una guerra mal calculada. O demasiado bien.
Fuera como fuere, el caso es que ahora la importancia de Irán en la región ha subido muchos enteros, y que se está preparando otro capítulo de esa guerra interminable de Oriente Medio, esta vez contra los viejos persas. Y el caso es que, para mí, el mayor riesgo y el mayor mal de esas guerras no está en los daños humanitarios, ni en las bajas, ni en toda la destrucción que se causa. Todo eso es muy malo, por supuesto, pero peor aún es la perversión de valores que supone: ¿por qué puede tener armas nucleares Israel y no las puede tener Irán?, ¿por qué puede tener energía atómica Sudáfrica y no puede tenerla Irán? Las armas son armas y las centrales, centrales, pero estamos jugando al parternalismo perverso de decidir hasta qué punto los demás pueden decidir en sus cosas, a ser amos sin responsabilidad, a tener esclavos que además deben alimentarse por su cuenta.
Yo, desde luego, me encuentro menos amenazado por las armas atómicas israelitas o chinas que por las iraníes, pero eso no impide que reconozca que cuando se hacen grandes esfuerzos de propaganda para vender fuera sistemas injustos, ventajistas y aprovechados, la injusticia acaba calando también en los medios internos, y donde hoy se nos convence de que Irán no tiene los mismos derechos que China, India o Israel, mañana se nos convencerá, porque nos hemos acostumbrado, de que son los trabajadores los que tienen que tragar con distinta ley que los patronos, o los zamoranos los que tienen distinta capacidad normativa que los gallegos y los catalanes. ¿Y por qué? Porque sí.
Una vez más, el problema no es el hecho, sino el precedente, y lo que con él nos echarán encima.
Una vez más, el problema no es tanto de qué lado del embudo se está, sino de que los poderosos se acostumbren a usar el embudo para legislar. Si lo consentimos hoy, mañana estamos listos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario