29 marzo 2007

Quejas de marioneta


Es una evidencia: los políticos que se supone que elegimos por una provincia van luego al parlamento y votan allí lo que les manda su partido, con lo que la provincia, y los ciudadanos que hemos votado a esos representantes, nos quedamos al final en pelota picada y preguntándonos si nos representa alguien, o simplemente nos utiliza de coartada.
Y el caso es que si lo pensamos bien, es normal que los diputados pro Zamora, por ejemplo, se deban más a su partido que a los zamoranos, y más a la disciplina de las siglas que a los compromisos con sus electores. Porque, ¿quién los hace diputados y a quién deben su puesto? A sus votantes, dicen ellos, con sonrisa lobuna. Mentira: los hacen diputados sus partidos, sabiendo que ponerlos a ellos o a otros en las listas modifica poco o nada los resultados en una u otra circunscripción. Y como los ciudadanos tienen que meter la papeleta en la urna sin enmiendas, tachones ni raspaduras, el "megapack" incluye a un candidato digno, tres mequetrefes, un chorizo y dos analfabetos funcionales que no tengan otro sitio a dónde ir si se les ocurre un día pensar por su cuenta al margen de sus jefes.
Ahora que se aproximan las municipales es cuando más clara se puede ver la necesidad de exigir que se abran las listas. Porque los candidatos al congreso son a veces personas conocidas y a veces no, pero en los pueblos y en las ciudades peque as (grandes no tenemos) todo el mundo se conoce, y resulta desalentador tener que votar a una lista en la que se presentan juntos un amigo, un enemigo, dos inútiles y el que no paga los cafés ni aunque lo maten.
¿Por qué hay que votar a todos los candidatos del mismo partido?, ¿Por qué no puedo pensar yo, por ejemplo, que quiero de alcalde a uno del PP, de teniente alcalde a uno del PSOE, de concejal de obras a un arquitecto independiente y de concejal de fiestas a uno de Izquierda Unida?, ¿por qué son los comités de los partidos los que imponen los nombres y nos los presentan luego como si fueran lentejas?
Mientras sean los partidos políticos los que intermedien entre los candidatos y los ciudadanos, tendremos que creer que el sistema político que vivimos es sólo una democracia aparente, donde unos cuantos, la aristocracia, designan a los elegibles, y el resto se limita a dar su asentimiento.
Nos toman el pelo. Y esta vez, hasta los tratados científicos los prueban: dicen los psicólogos que manipular se define como reducir las posibilidades de opción y maniobra del otro, hasta forzarlo a que te obedezca sin necesidad de mandarle. ¿Conocen algo más parecido a manipular que el actual sistema electoral?
Yo no. Y ya me empiezan a molestar los hilos.

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