18 septiembre 2006

Fomento de la lectura

Estoy convencido: las campañas de fomento de la lectura benefician a la industria, pero no a la literatura. Quizás en otro tiempo, cuando se estaban fundando las primeras bibliotecas públicas y había que dar a conocer esta posibilidad a gente que nunca se la había planteado, las cosas fuesen de otro modo, pero en nuestros días, cuando la educación es obligatoria y gratuita, aumentar el número de lectores no puede redundar más que en un empeoramiento de lo que se publica.

En el momento en el que se induce a entrar en el mercado como fuerza de presión a muchos miles de personas que no tienen criterio para elegir ni costumbre de consumir ese producto, lo que se logra es una masificación del producto, y un producto de consumo masivo no puede ser de calidad.

Esta postura puede parecer elitista, pero en realidad se basa en principios técnicos de economía de empresa: apreciar un producto cualquiera requiere un conocimiento previo, una formación y un interés. Da lo mismo que se hable de vino, libros, cine, motos o queso. Si, por ejemplo, se despliega una gran campa a de medios informativos para fomentar el consumo de queso, a la larga los más beneficiados serán los que fabriquen un queso cuyo sabor no moleste a nadie, un queso necesariamente flojo y vulgar. Después de un tiempo, ese grupo de consumidores, al representar una importante fuerza de mercado, desplazará la producción hacia sus gustos, y muchas fábricas de queso que antes elaboraban quesos curados o de mayor elaboración modificarán sus líneas para dedicarse al nuevo producto, más rentable.
Gana el mercado y gana la cuenta de beneficios, pero pierde el aficionado al buen queso y pierde a la larga la industria quesera de calidad, porque el queso malo lo fabrica cualquiera y no tardarán en entrar nuevos productores en esa industria, fácil y rentable.

Con los libros pasa otro tanto: si se induce a entrar en el mercado a un millón de nuevos lectores, las editoriales tendrán el máximo interés en llegar a esa gran masa de compradores, con lo que relegarán en sus catálogos a todo lo que no produzca un beneficio económico similar.
Así, las planchas de impresión y las estanterías de las librerías se verán copadas por igual por libros de alto beneficio, pero no por libros de alta calidad. El buen escritor, el que escriba sus libros pesando cada palabra y exija a sus lectores un mínimo de conocimiento del tema que se aborda quedará relegado a las estanterías más recónditas.

Por eso, si tiene usted una editorial, apoye y hasta promueva las campa as de fomento de la lectura. Pero si está en una institución y tiene verdadero interés en mejorar el nivel cultural de su país, su ayuntamiento o su Comunidad, fomente el Sudoku, por favor.
Ahí es donde el ignorante hace menos daño.

3 comentarios:

  1. Si, llevas toda la razón.
    Al hilo de lo mismo, acabo de empezar a leer, de Herralde, su "Por orden alfabético" y, siendo interesante como es, solo cita y dedica los perfiles a aquellos que de su "cuadra" son.

    En fin... parece que el arte y la literatura son cosas de simple oferta-demanda.

    Ya me contarás sobre tus planes literarios en tu "Cumbres borrascosas".

    Un beso.

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  2. Las editoriales son grupos que se realimentan a sí mismos, dejando fuera del mercado al que no tenga tamaño suficiente. A veces se cuela algo, pero es lo que hay.

    besooooooos

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  3. Las editoriales son grupos que se realimentan a sí mismos, dejando fuera del mercado al que no tenga tamaño suficiente. A veces se cuela algo, pero es lo que hay.

    besooooooos

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