26 noviembre 2008

La fiera hambrienta


Ya lo sabrán seguramente los que visiten alguna vez las bitácoras que anuncia este periódico, pero como esto de las letras no da para los garbanzos, ni para las lentejas siquiera, me dedico a otro negocio igualmente atractivo que el de la literatura y casi igual de lucrativo: el turismo rural.
Mis Cumbres Borrascosas, en la montaña leonesa, no me sacan de pobre, pero sí de aburrido, y como cualquier pequeño empresario me defiendo a duras penas del aumento del precio de la luz, el descenso de las reservas y la competencia de establecimientos clandestinos, empeñados en sacar en cuatro días, a costa del cliente, lo que los demás queremos sacar en diez años a fuerza de trabajar.
O sea que todo dentro de lo normal hasta que, el otro día, ¿se figuran lo que han inventado? Pues que las casas rurales, incluso las que no damos comidas, incluso las que nos limitamos a entregar la llave al grupo que llega y no ofrecemos más servicios, tenemos que hacer los análisis de agua del plan de lucha contra la legionella.
Es desproporcionado. Es una animalada. Es tan probable que haya legionella en nuestra casa como en la de cualquier otro particular, pero nos exigen que tomemos semanalmente la temperatura del agua fría y caliente y la apuntemos en una tabla, que llevemos un libro de registro de las desinfecciones de las alcachofas de la duchas y que paguemos a una empresa de análisis por analizar el agua.
Se trata en suma de dar dinero a ganar a los colegios de farmacéuticos y las empresas de análisis, de colocarnos un impuesto encubierto más y de incrementar las obligaciones formales del dueño del negocio, y todo emboscado en razones sanitarias, para que nadie se atreva a quejarse.
Se trata, amigos lectores, de que la fiera está hambrienta, de que la Junta de Castilla y León y otras instituciones han visto menguar sus ingresos y no están dispuestos a reducir sus gastos, de modo que han emprendido una persecución de impuestos y permisos contra todo el que tiene un negocio y no puede desaparecer del mapa de repente.
Se trata, en el fondo, de dar a entender que el que tiene una idea y la lleva a la práctica, es un pobre anormal que debió haber opositado para vivir del sueldo público, o del cuento, como vivo yo en mi faceta de escritor.
La fiera pública está hambrienta y nos devorará a todos antes de reconocer que no tiene dónde caerse muerta.
Sólo nos queda sazonarnos nosotros mismos, con sal y pimienta. Eso, o pasarnos a la resistencia, a la Jolly Roger, y que no vean un duro.
Allá cada cual. Yo lo tengo claro: ron, ron, ron, la botella del ron...

2 comentarios:

  1. La burocracia es como el moho: tiende a pudrir cuanto toca.

    En todo caso, por mal que vayan las "Cumbres", seguro que son mejor negocio que la literatura (divide rendimiento por horas invertidas). Recuerdo una entrada en el foro de PL en la que alguien (creo que fue Sherpa) decía que no estaba en la literatura para ganarse la vida, sino para dejarsela ¡Qué gran verdad!

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. La frase suena como Dios, pero el hecho es que después se convierte en horarios, en desasosiego y en superficialidad.

    porque lo peor de ser pobres es que te ocupa todo el día.

    ResponderEliminar