28 noviembre 2008

El Metro de Zamora


Dicen por ahí que esta crisis, con la consiguiente refundación del sistema financiero internacional, va a ser la que más cambios provoque después de aquel caos de 1929. Seguramente sea verdad, porque no podía ser que el catorce por ciento de todo el dinero que se movía en el mundo correspondiera a compra y venta de productos y servicios, y el otro ochenta y seis por ciento a bolsa, mercado de divisas y otras operaciones consistentes en mover dinero sin producir realmente nada.
La situación, con estos datos, se podía describir como una mortífera pirámide boca abajo que había que mover con cuidado para que no se desplomara. Y con las elecciones americanas en puertas, el petróleo a ciento sesenta dólares y las tensiones especulativas apretando sobre las materias primas, el chiringuito colapsó.
Todavía está por ver cómo repercutirá este naufragio en los bolsillo de la gente de a pie, pero si me lo permiten, creo que por una vez podemos ser optimistas en cierta medida, al menos en esta tierra nuestra: descenderá la inversión, descenderá la producción industrial y se contraerá durante un tiempo el gasto tanto en nuevos equipamientos como en investigación y desarrollo.
¿Y eso me parece optimista? Pues sí. Porque, sean sinceros y díganme: ¿qué producción industrial tenemos en Zamora?, ¿qué inversión en equipamiento?, ¿qué gasto en investigación y desarrollo? Poca cosa, la verdad, y eso siendo generoso.
Pueden perder cuota de mercado los que tenían mercado. Pueden perder industria los que tenían industria. Le pueden cerrar una línea de Metro a Madrid, Barcelona o Valencia, pero para cerrar el Metro de Zamora, o el aeropuerto, hace falta mucho más que una crisis como esta.
Para ciertas economías como la nuestra, mucho más cercanas a la silicosis y el asma que a cualquier otra metáfora que se les ocurra, las crisis significan pequeños daños y grandes oportunidades, porque a la hora de competir con otras regiones antes estábamos en grave desventaja de partida y quizás ahora, quizás, la línea de salida sea un poco más similar para todos. Y en ese caso, la ventaja es nuestra: porque sabemos vivir con menos, porque hemos aprendido a apañárnoslas de cualquier manera, porque tenemos toda la experiencia del mundo en apretarnos el cinturón. Con un par y sin peonadas.
O sea que mal lo pasaremos todos, pero nosotros lo vamos a notar menos. Y saldremos antes, porque cada ser vivo compite y se desenvuelve mejor en su medio ambiente y el nuestro es la austeridad.
Consuelo de tontos, dice el refrán, ya lo sé. Pero es el que hay, y no es poco.

Foto: intercambidor junto al Duero

2 comentarios:

  1. Aunque también dice el refrán: "vive mejor el rico arruinado que el pobre recién heredado"

    Si bien Zamora y Ávila se dan la mano, ahí iremos a la par.

    Saludos.

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  2. Ávila está cerca del ombligo. Nosotros somos casi almorrana

    :-))

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