24 noviembre 2008

Libertades que atan


En general soy partidario de todo aquello que incremente las libertades del personal y contrario a todo lo que suponga regulaciones, normas, e intervención gratuita de las instituciones, en otros tiempos llamadas autoridades, en la vida diaria.
En general, ya les digo, prefiero que cada cual haga de su capa un sayo, pero hay un tema, el de los horarios comerciales, que me tiene lleno de dudas, lo mismo que lo de las vacaciones escolares.
Me parece normal, y hasta justo, que la gente quiera hacer la compras cuando tiene tiempo libre. Me parece lógico que los comerciantes quieran y puedan abrir cuando más vendan, pero lo que no me creo es esa milonga de que abriendo más horas se vende más. Porque si resulta que la demanda agregada, la suma de lo que la gente compra, crece al aumentar el horario de apertura de los comercios, entonces hay que tirar al río todos los manuales de economía. La gente compra lo que quiere y puede, y lo compra a la hora que mejor le viene dentro de las posibles. Pero al aumentar las horas, la suma no crece.
Lo que sí sucede es que el que abre todo el día consigue arrebatar una porción de mercado al que tiene que cerrar en algún momento. Es el juego del ventajismo, ya saben. O de la competitividad, no lo niego.
Sin embargo, y sobre todo en ciudades como la nuestra, hay que pensar una cosa: que si se liberaliza en toda España el horario comercial, también perderemos muchos ingresos. Nosotros, y mucha gente. Porque los grupos que antes se formaban para visitar Zamora, o para salir de cena, o para ir a alguna parte, se encontrarán con la dificultad de que Fulano o Mengana trabajan este domingo. Porque la familia que salía con los niños, no podrá hacerlo porque mamá trabaja este sábado. Y esas cosas se notan y mucho. Y hacen un daño tremendo, no sólo a esas familias, privadas de los pocos ratos que podían compartir. Nos hacen daño a todos.
Esto es parecido a lo de las fechas de las vacaciones escolares, que cuando eran idénticas en todo el país fomentaban que se reunieran grupos de amigos o familiares separados por el trabajo y que vivían en comunidades distintas. Pero desde que cada reyezuelo comarcal tiene la competencia de poner las vacaciones cuando mejor le parezca, esos grupos no pueden reunirse, o tiene que hacerlo en menos días u olvidarse del tema, con el daño que eso supone para la economía. Porque el no compra hoy unos pantalones los compra mañana, pero el que no viene a Zamora esta Semana Santa, lo perdimos para los restos. La del año que viene es ya otra temporada.
Por eso, antes de pedir libertad de horarios, o de fechas, mejor pensárselo. Aunque sea para jorobar al prójimo. Aunque sea para algo tan indiscutiblemente positivo como que el vecino rabie y reviente.

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