26 noviembre 2008

La berza marciana


Yo estoy de acuerdo, o simulo estarlo, en que algo habrá que hacer para alimentar a una población globalmente creciente, y sé de sobra que el precio de los alimentos se ha duplicado en tres años, seguramente impulsado por la solemne majadería de poner el coche a la mesa.
Hacer que las tierras que producían alimentos produzcan ahora combustible no podía traer nada bueno, sobre todo para los pobres, pero así son a veces las soluciones de los ecologistas: desastres organizados por aprendices de brujo.
Sin embargo, el caso de los cultivos transgénicos, tiene toda la pinta de convertirse en un cataclismo sin precedentes, y justo por el motivo contrario.
Porque hay que dar de comer a la gente (aunque a lo mejor sería más sensato gastarse el dinero en intentar que la población dejase de crecer), pero sin perder de vista las consecuencias que puede tener la introducción en la naturaleza de nuevas especies.
Y no prejuzgo si las especies modificadas, que producen el doble, o quíntuple, son buenas o malas, pero si se encontrase una nueva especie de berza en Marte, ¿les gustaría que la plantasen aquí?
En primer lugar, las plantas se polinizan a través del aire y los insectos, y no sabemos qué consecuencias va a tener la presencia de esa nueva clase de polen en el aire, los insectos, y las demás especies de plantas. No sabemos si, después de quince o veinte años, las berzas marcianas no acabarán exterminando a las otras especies, o aniquilando a un insecto imprescindible para la polinización. No sabemos qué efecto tendrán las berzas marcianas sobre los ecosistemas de animales y plantas, ni sobre los organismos que las ingieran. No sabemos qué especies pueden crearse por hibridación, o mezcla, y sus consecuencias.
No sabemos. Ese es el tema. Y no se trata aquí de experimentar localmente, como se hizo con cosas tan peligrosas como la energía nuclear, por ejemplo. Lo de las plantas es más grave, porque una vez desatadas sobre el planeta ya no hay forma de detener un error.
Ni el más imprudente se atrevería a favorecer la cría de berzas marcianas, pero de los alimentos modificados sabemos otro tanto y sin embargo, sí se propone su cultivo.
Y los que conocemos algo el campo, aunque sea de lejos, sabemos algunas cosas: si una especie modificada puede matar a los insectos que las atacan (y algunas pueden), ¿qué nos asegura que sus efectos se limitan a eso y sólo a eso?
Si el vecino planta maíz modificado, ¿crecerá igual el nuestro? NO. El suyo nos lo esteriliza.
Si las semillas de siempre dejan de funcionar, porque el polen de las industriales las vuelve estériles, ¿quién nos gobierna? El que puede matarnos de hambre con un error, o una mala cosecha a gran escala, sin pensar siquiera en la mala fe.
El camino es claro: que todo lo que crezca, pague. Ya está bien de comer sin pagar a nadie, simplemente plantando algo en la tierra y trabajando para que crezca.
La intención, si lo ven, es que todas las semillas se compren. La intención es no dejarnos comer, usando el pretexto de dar de comer a los que tienen hambre.
Como en tantas otras cosas. Como siempre.

2 comentarios:

  1. Yo lo que sé es que, desde hace unos años, cada vez se hace más dificil comer una lechuga que no sepa a papel de estraza o un tomate que no parezca aserrín prensado.

    Saludos.

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  2. Y por si no lo habías oñido, te recuerdo que lso conservantes se acumulan en lso tejidos, dicen, de modoqueluego no nos pudrimos como es debifdo ni en el cementerio.

    o sea: joeeeeeeeeerrrrrr

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