01 noviembre 2008

España existe



Seguramente sería bueno que nos reuniésemos también en torno a otros temas, pero parece evidente, después del triunfo en la Eurocopa de fútbol, que España existe como idea y como sentimiento.
Estos eventos deportivos, insustanciales en apariencia, son los que a la postre dan la medida de lo que pesa un deseo y de la resistencia que tendrán que vencer los taifistas partidarios de la división en tantas naciones como ayuntamientos y tantas regiones como comunidades de vecinos.
No es por amor al deporte, o por repugnancia al balón, por lo que los líderes nacionalistas apoyan la creación de sus selecciones deportivas o se sienten incómodas con los triunfos de la nacional. Es porque saben que una idea, como una liebre, se mata mejor adormecida, en la cama, y por la espalda.
Cuando muchos millones de personas gritan "¡España, España, España!" el motivo es lo de menos. Lo que importa, como casi siempre, es ver quiénes lo gritan y ver a quiénes les molesta. Y el hecho, amigos lectores, es que esta vez han sido tantos, y lo han gritado tan alto, que cabe sospechar que la idea de España, sustituida sibilina y paulatinamente por la de Estado español, no ha desaparecido del todo.
Por lo que parece, de poco les ha valido a los cizañistas ir quitando la E de las siglas, llamando Alvia en vez de Ave a los trenes rápidos, o ADIF, en logar de RENFE, a la compañía de ferrocarril. España subsiste, permanece, se mantiene como sentimiento colectivo, agazapado como emoción a la espera de un momento para eclosionar al mundo de lo real.
Sería bueno, por supuesto, que no fuese sólo fútbol, pero basta como aviso. Basta como síntoma. Que el estornudo provenga de una corriente de aire, de un frío o de una mojadura es lo de menos: lo que importa es que el catarro está ahí.
Y España está. España existe.
Sólo falta que los políticos que nos dirigen, alguno de ellos, decida potenciar esa idea para poder crear un futuro mejor y más competitivo en vez de tratar de erradicarla para mangonear mejor su cortijo.
Porque cuando nos unimos somos alguien. Cuando no, sólo escombros.
Pero ya saben: hay quien esta selección campeona de Europa preferiría partirla en ocho chipres, cinco maltas y cuatro san marinos.
Y arbitrar ellos.

2 comentarios:

  1. Lo que sucede, es que cualquiera que ose alentar tal idea será tachado al instante de fascista, retrógado y opresor de las libertades.

    Saludos.

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  2. Hay una lógica extraña en llamar fascista al que cree en el propio país.

    Le dan a uno ganas de hacerse fascista, pro ver a qué sabe...

    joer...

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