26 noviembre 2008

Cuando se mueren las pulgas


Lo mejor de ocupar ciertos cargos es que te puedes permitir decir la verdad, y como el que te escucha no lo entiende, o si lo entiende no te pude jorobar, te quedas tan ancho.
Eso fue seguramente lo que pensó el socialista francés Michel Rocard, cuando afirmó desde su tribuna en el parlamento europeo que la culpa de la actual crisis financiera la tienen las clases medias y bajas, por su apetencia de capital.
En principio, nada más oírlo, parece un insulto, pero luego, si se piensa bien, además de una injuria es un desliz, una indiscreción de quien ha dicho más de lo que debería.
Porque el caso es que es cierto, y ahí está lo malo. El sistema financiero es un mecanismo pensado para que unos pocos obtengan beneficio de los demás a través de artificios aparentemente equilibrados pero casi siempre viciados de alguna carga o tara que da sustancial ventaja a quien los maneja. Por tanto, si el mecanismo pensado para que unos pocos se enriqueciesen a costa de muchos, lo utilizan esos muchos, resulta que el artefacto entero salta en pedazos.
Y eso es lo que ha habido: que el taxista, el peluquero, el labrador, el dentista y el profesor de latín han empezado a invertir en la bolsa, y a comprar pisos para revenderlos seis meses después con una plusvalía del diez o el veinte por ciento, y a meterse en tinglados como futuros, warrants y opciones, y entonces es cuando se ha visto, dolorosamente y en la práctica, que semejante tinglado no estaba preparado para que lo usáramos todos, sino sólo para que unos pocos lo usasen a costa de los demás.
Y vino el batacazo. El gran palo. Y dijo Solbes, creo que con razón, aunque enseguida lo desautorizase la vicepresidenta (seguramente porque tenía razón), que si la crisis limpiaba los establos de la economía y las finanzas no tenía por qué ser realmente mala a largo plazo.
Todo lo que sea aportar transparencia e igualdad puede parecer malo en un primer momento, pero hasta los dueños de los casinos saben que a la larga no puede haber mejor reputación que la de juego limpio.
Así que como no hay mal que por bien no venga, pongamos velas a nuestro santo preferido, San Marx incluido, para que de una vez se regulen ciertas prácticas cochambrosas, ciertas marranadas, y ciertos pudrideros a que nos han tenido acostumbrados hastsa ahora esos bancos que tanto lloran en la hora de la penitencia.
Porque a lo mejor es verdad aquello que dijo en su día Strasser refiriéndose a la quiebra financiera del año veintinueve: que cuando se mueren las pulgas no tiene por que ser mala época para el perro.

2 comentarios:

  1. ¡Qué lastima no ser perro!

    Juavir tus intervenciones cada vez se parecen más a una tormenta tropical: dispersas, imprededicbles y torrenciales. Es posible que declaren este blog zona catastrófica (mira a ver si dan subvención).

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. jajaja
    Tienes todala razón.
    ç
    Pero ya sólo estoy a tres meses del tiempo presente, y sería bueno que llegase a popner algún post más o menos actual.

    A ver si en breve meto otros íez y esto se actualiza, que no pongo más que antiguallas.

    ResponderEliminar