21 septiembre 2008

Un elegante naufragio


Primero fue Zaplana, luego Acebes, y ahora es María San Gil la que le dice a Rajoy, de un modo u otro, que no está de acuerdo con sus postulados. Y no nos olvidemos de ese grupo de Madrid que quiere primarias, que es el que realmente duele a juzgar pro lo poco que se habla de él.
La cosa empeora por momentos: se puede ocultar la realidad, más o menos, detrás de una cortina de lealtades supuestas o de miedo a no salir en la próxima foto de las elecciones regionales o municipales, pero las aguas del Partido Popular bajan revueltas y ya no hay modo de dejar de preguntarse cómo puede ser un partido demócrata y democrático sin ser capaz de empezar a aplicarse la democracia a él mismo.
Porque seamos serios: ¿quién eligió a Rajoy? Aznar. ¿Y quién eligió a Aznar? Un grupo de sabios, o de prebostes, tanto da, que harto de la inconsistencia de Fernández Mancha, aquel líder del que nadie se acuerda, decidiói dar un bandazo al partido. Pintémoslo como queramos, pero la dirección del PP sigue un modelo aristocrático, no uno democrático. Se parecen más a la Iglesia, con su monarquía germánica en que los cardenales eligen Papa a uno de ellos que a un movimiento realmente democrático. Se parecen, pero no es lo mismo: un cura puede ir deputas, porque es pecador como cualquiera y eso no afecta a la doctrina, pero un partido no tiene carne y no puede ser pecador. Si hace el mal es que es malvado.
Y renunciar puertas adentro a la democracia que se exige fuera es malo. Es malo de por sí, sin entrar al resultado de la elección. Es malo con estas reglas de juego, en las que hay que convencer luego a los votantes de que eres el que mejor representará sus intereses. ¿Como quieres que te vote el ciudadano medio si ni siquiera te han votado los afiliados a tu partido? Siempre es peligroso dejar grietas por donde se puedan colar los argumentos del contrincante, pero el PP, con su empeño de evitar las primarias, no deja una grieta, sino todo un portal, toda una puerta de Brandeburgo de dudas sobre la legitimidad de su candidato.
Se preguntaba el otro día Rajoy, con un toque de amargura, qué pueden tener otros líderes qué el no tenga para pedirle que se marche. A lo mejor sería bueno cambiar los términos de la cuestión y recomendarle qué se preguntara qué puede tener él que no tengan los otros para seguir después de dos derrotas.
Tal y como vienen las circunstancias, las primarias van a ser inevitables. O eso, o seguir perdiendo, que a lo mejor es lo que le conviene a algunos, muy cómodos en su feudo, muy seguros en su taifa de poder.
Oponerse a esas primarias no deja de ser un ejercicio de soberbia, un suicidio político y una invitación al naufragio. Eso sí: un naufragio elegantísimo, con el capitán cada vez más solo en cubierta y la banda de aduladores tocando en proa.
Y lo tiburones, celebrándolo, por supuesto.
Foto: La Democracia a la salida del congreso del PP

2 comentarios:

  1. Javier:

    Este artículo es una prueba del carácter efímero de la poítica. ya le ha salido moho.

    Saludos.

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  2. y tanto.

    Por eso estoy añadiendo tantos jseguidos. a ver si me actualiza.

    :-)

    Un abrazoooooo

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