13 septiembre 2008

Razones para el optimismo


Iba a mandar un artículo en blanco, pero por buena gente que sean en este periódico y por bien que me traten siempre, no iba a colar, así que será mejor que les cuente cómo lo veo, de palabra y en tono coloquial, que es como creo que debe dirigirse a los lectores un columnista de pueblo.
La cosa está mala. Ahora ya no habrá quien diga que esto se repite por razones electoralistas y por echarle el muerto al gobierno. El gobierno ha renovado la confianza de los electores, y gobernará otros cuatro años, pero la cosa sigue mala. O peor.
Cada vez que baja el dólar, se añade una razón más para comprar fuera y otra para no comprar lo de aquí. Cada vez que baja el dólar, se añade una razón para llevarse la fábrica fuera y pagar en una moneda devaluada mientras se intenta vender en una moneda que cada vez vale más.
Algunos países de nuestro entorno han sabido distinguirse por la calidad, por la investigación, o por la innovación de sus productos, ¿pero en qué nos distinguimos nosotros? Díganme un sólo sector en el que seamos verdaderamente competitivos y entonces justificaremos el título de hoy. ¿El turismo? Vayan a una agencia de viajes y comparen lo que cuesta hoy un viaje a un destino como Egipto o Italia con lo que costaba hace cinco años.
España como destino turístico pierde fuelle a toda marcha, y por varias razones: por los precios, por el escaso control de calidad y por lo poco que se ha hecho por fomentar una oferta turística distinta del sol y playa. Porque sol y playa tiene mucha gente, con menos probabilidades de que te manguen la cartera los chorizos profesionales (hosteleros) o los amateurs (mangantes de medio pelo). Sol y playa, sin los agobios y los sustos de aquí.
Fuera de eso, nos queda bien poco. El ladrillo, que debería figurar en nuestro escudo nacional junto al castillo, el león, las barras y las cadenas, parece agotado. La agricultura y la ganadería podrían funcionar con la subida de precios, pero se firmaron unos acuerdos con la Unión Europea que nos condenan a producir menos de lo que consumimos. La industria se larga, y el comercio, como bien saben todos ustedes, va cerrando poco a poco. o reduciendo sus márgenes presionado por la competencia de los que abren cuando les da la gana y no cumplen las leyes que les exigen a los de aquí.
El país, amigos lectores, se mejicaniza, se argentiniza, se venezuelea a pasos agigantados, con un divorcio absoluto entre los que producen y ponen empresas y los que sólo se preocupan de repartir en forma de subsidios y ayudas lo que otros sudan.
Crear riqueza y no repartirla, es malo.
Repartirla sin haber sido capaz de crearla, es mucho peor.
¿Razones para el optimismo? Una, y muy importante: que este marrón se lo van a comer a los que no supieron perder a tiempo. Y con suerte, hasta nos vacunamos.
Se verá.

2 comentarios:

  1. Con la venia, cosas en las que destacamos (no necesariamente en este orden):

    1: TALANTE.
    2: mangoneo.
    3: amiguismo ( y clientelismo).
    4: las tapas.
    3: la siesta.

    Es grato comprobar que retornas de las vacaciones (o del limbo virtual donde no se escriben mensajes en el blog).

    Saludos.

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  2. Y otra: inocuidad.

    No passssssaaaaa nadaaaaaaaaaaa

    bien halladooooo

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