25 septiembre 2008

La crisis italiana


Yo no sé ya si pensar que quieren ir por el mundo dando lecciones de ética para convertirse en referente mundial de un nuevo catecismo laico, o es que son tontos con palio, esclavina y botafumeiro: tontos de solemnidad.
Porque se puede estar más o menos de acuerdo con la política expeditiva de los italianos respecto a la inmigración. Se puede pensar, y hasta promover legalmente alguna alternativa más suave, que no pase por la patada en el culo sin contemplaciones, que es lo que, en el fondo, se esconde tras el paquete de mediadas del gobierno italiano.
Se pueden hacer muchas cosas, menos insultar directamente a nuestro vecinos y socios, dando a entender, además, que nosotros no hacemos lo mismo.
Y el caso, señores, es que lo hacemos, pero más silenciosamente. Y el caso, amigos lectores, es que no se puede soltar esta clase de declaraciones públicamente, llamando racista y xenófobo a un gobierno vecino, porque esas palabras, desde los países de origen de los inmigrantes ilegales, se entienden como una llamada, una invitación a venir a España.
Es triste, pero es así: si los salteadores de casas procedentes del Este se pasan mensajes con los teléfonos móviles diciendo que hay que venir a España porque aquí la policía ni te toca, media África subsahariana se va a pasar la voz, no sé si por SMS o por tam-tam, de que hay que venir a España porque a su gobierno le parece muy mal que se expulse a los ilegales.
Y ya sé que no es eso lo que ha ducho la vicepresidenta. Y ya sé que el matiz es otro. Pero no se trata de que lo sepa yo, o ustedes, sino de lo que piensa la gente que lo escucha y de las expectativas que esto crea.
Y hay problemas, cierta clase de problemas surgidos del hambre y la miseria, que también son responsabilidad del que alienta falsas esperanzas y agudiza con su irresponsabilidad un problema que, día a día, se nos escapa más visiblemente de las manos.
O sea, que a lo mejor no hay que hacer como Berlusconi y sus fascios repintados, pero dar a entender a la gente, a la gente más pobre e ignorante, que esto es Jauja y miramos para otro lado, no es ni ético, ni moral, ni responsable.
Pero luce. Y eso es lo que cuenta. Para algunos, sólo cuenta eso.
Foto: Anfiteatro romano de Brañuelas

2 comentarios:

  1. Es que aquí somos de mucho catecismo laico y pocas soluciones.

    Saludos

    ResponderEliminar
  2. O como dijo Ratzinger cuando aún era Ratzinger: el dios sin dios.
    $El milagro sin fe.

    La procesión sin santo.
    El agua bendita pero sin agua.

    ResponderEliminar