17 septiembre 2008

Agamenón y su porquero



No sabe uno si alegrarse o no, porque bien está que se digan las cosas cuando hace falta decirlas, pero parece cosa de rechifla la diferencia de reacción que suscitan las mismas propuestas dependiendo de quién vengan.
Si le da a un dirigente del PP por salir con declaraciones como las que ha hecho el recién nombrado Ministro de Inmigración, le llaman fascista en catorce idiomas y dos dialectos regionales con derecho a autodeterminación. Lo mismo que si son los conservadores, en vez de Felipe González, los que aprueban en España la implantación de las empresas de trabajo temporal, o entierran en cal viva a unos cuantos terroristas. O igual que lo harían los populares si a Zapatero le da por decir que habla catalán en la intimidad, por ejemplo.
Pero lo dicen los correligionarios, y los movimientos afines, pancarteros, sexofonistas y el gremio titiritero en pleno cierra silenciosas filas en torno al que reparte el bacalao.
Y es que ya está claro que la verdad no es la verdad la diga Agamenón o su porquero. Estamos tan maleados por el partidismo, por la más fiero y repugnante mecánica sectaria que la verdad no le importa a nadie. No hay modo de plantear un debate serio sobre lo que nos conviene como ciudadanos sin que salgan a relucir los colores. Hablar de nuestros problemas cotidianos es tan difícil como hablar de fútbol, donde no hay manera de encontrar aficionados de verdad que aplaudan el buen juego de cualquier equipo y afeen la vagancia de los que no dan un palo al agua, vistan la camiseta que vistan.
No hay manera, oiga. Todavía me preguntaban a mí el otro día cómo me atrevía a pedirle a Rajoy que se marchase cuando parecía yo un tío de derechas. O sea, que primero me etiquetan, y luego se sorprenden. Alucinante. Seré de derechas, de izquierdas, de lo que me dé la gana o de lo que me convenza cada coyuntura, pero lo que no estoy dispuesto a ser es pasmarote de nadie, ni a aplaudir por adhesión, ni a renunciar a analizar las cosas con punto de vista propio.
Y eso, se lo aseguro, es lo que más me maravilla cuando oigo a ministros como Corbacho prometer dureza con los inmigrantes ilegales: la anuencia de los que hasta hace cuatro días repartían folletos en la frontera explicando el modo de saltarse los controles o la manera de que no te repatriasen si llegaba a cogerte la policía.
A veces, créanme, tengo la impresión de que todavía nos toman el pelo poco, con los méritos que hacemos.
A veces creo que merecemos la cigüeña, como las ranas aquellas de la fábula de Fedro.
Por cretinos.

2 comentarios:

  1. Yo por lo que me hago de cruces es por ver lo que dicen algunos sin que pase nada. Ayer un programa de telemadrid encadenó todas las declaraciones de ZP referentes a la crisis desde la campaña; no sé cómo se atreve a volver a hablar en público.

    Saludos.

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  2. La sobreinformación produce desmemoria.

    Y lo saben.

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