21 enero 2009

Una de putas


Antes, cuando yo era niño, en horario de máxima audiencia ponían una de vaqueros, o una de romanos. Ahora, un día sí y uno no te ponen una de putas. Supongo que será porque cada gobierno programa en televisión homenajes a sus maestros.
Y si les parece muy cínico, pregúntenle a Freud. O mejor no, que la armamos.
De todos modos fue una pena que suspendieran la emisión de aquel reportaje sobre las chicas que, en la vida real, imitan las andanzas de Sin Tetas no hay Paraíso y se prostituyen para pagarse los vicios o para ponerse implantes de silicona en los pechos.
Fue una pena, porque esconder la cabeza nunca fue remedio para ningún mal, y en un caso como este, aún menos.
Para bien o para mal, desde hace unas cuantas décadas, en España ha habido una importante liberación sexual, lo que lleva a que la edad a la que se comienza a practicar el sexo sea cada vez más temprana y a que el número de parejas de cada persona sea mayor. Conocer hoy a un chico o a una chica que llegue a los treinta años habiéndose acostado con sólo una persona, o dos a lo sumo, es casi imposible.
Así las cosas, y con el constante empeoramiento del mercado laboral, que sólo ofrece a los jóvenes trabajos lamentables con sueldos de mierda, nos encontramos con que algunas chicas descubren que lo mismo que ya hacían con sus novios ocasionales pueden hacerlo cobrando más de lo que ganan en el trabajo. Y así es como entran en el negocio.
Conocí una vez a una mujer que me contó que cuando tenía veinte años trabajaba de camarera en un pub por treinta euros la noche. A las cuatro de la mañana, borracho, pasaba a recogerla su novio y se la llevaba a su casa para una sesión de cama. Un día, harta, aceptó las proposiciones de un cliente del pub, y desde entonces no volvió a trabajar de camarera, porque había ganado en media hora sesenta euros, el doble que trabajando, y sin acostarse luego con un borracho.
La prostitución le cambió la vida, sí, pero para mejor. Porque estas chicas de las que hablamos no lo hacen con quien viene, sino con quien quieren. No están en la calle. Ponen un anuncio en la prensa cuando les apetece y dejan apagado el teléfono cuando no. Los que hablan, con razón, de la trata de blancas y de la dignidad de las mujeres, no se refieren a esta clase de chicas. Estas, se lo aseguro, son producto de una mentalidad y una situación que hemos creado entre todos.
Por eso, creo yo, vetaron el reportaje: porque a lo mejor si las escuchamos descubrimos que su lógica no es tan extraña. ¿Dónde está el mal, en tener hoy una pareja y mañana otra, o en cobrar por ello?, ¿qué es más denigrante, trabajar por seiscientos euros y acostarse luego con un ligue de una noche, o cobrarle al que se quiera ir a la cama contigo y que trabaje Rita la Cantaora?
Esas son las preguntas que nadie se atreve a plantear. Unos por inercia, otros por miedo.

2 comentarios:

  1. Es normal que nuestros mandatarios, a la hora de programar, se acuerden de sus madres.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. yo no iba tan lejos. Hablaba de maestros.

    Al fin y al canbo parece que nadie está más dispuesto a venderlo todo que los que dicen no creer en el mercado.

    Paradojas

    :-)

    ResponderEliminar