01 enero 2009

El síndrome del dragón


Hoy vengo poético. Permítanme.
Hay criaturas que recorren los caminos en busca de su sustento, esquivando los peligros que olfatean a lo lejos. Hay criaturas que se muestran engreídas, hinchadas más allá de lo que son, disfrazadas de parientes venenosos para que no las devoren. Hay criaturas que deploran la extremada debilidad de su enemigo, y se engolfan en misiones y aventuras que les den sentido a una vida que sólo huele a cuadra.
Y están también los dragones, que escudriñan el universo a la busca de quien se atreva a matarlos, y cuando lo encuentran se lanzan agradecidos a su propia destrucción, porque todas sus escamas, el horror de su mirada y la fuerza de sus alas sólo tienen por objeto consumar el parto del héroe que los destruya.
En Occidente nos hemos hecho dragones. Ya no queremos triunfar, sino morir. Ya no queremos vencer, sino encontrar a quien nos derrote.
Nuestros padres y nuestros abuelos desearon siempre vencer, desde hace tres mil años. Pero nosotros no: nosotros queremos entender al tercer mundo, comprender sus razones, y acabar por decir que no se puede subvencionar la remolacha porque eso perjudica a los agricultores de Tanzania. Pensamos en los labradores de África y no en los nuestros. Pensamos en los puestos de trabajo de Indonesia y no en los nuestros. Y a eso le llamamos justicia. Nos da tanto asco dominar que preferimos que nos dominen.
¿No tienen la impresión de que hay muchos que se regodean en la crisis?, ¿no tienen la impresión de que muchos se alegran de que todo se hunda? Son los que odian a su propio país. Los que odian a su propia gente. Los que creen que tiene que irse todo al garete como castigo por nuestra arrogancia. Nos quieren vencidos, castigados, aplastados por la cólera que antes era divina y ahora sólo financiera. Pero es igual y son los mismos: antes pedían maldiciones bíblicas y ahora piden cierres y demoliciones. Son los que nos odian y se odian a sí mismos, hablando del Primer Mundo como si el Primer Mundo fuesen otros, en vez de ellos. Son los que muestran su rencor hablando de la prosperidad como si fuese la de los demás y no la que les permite decir semejantes tonterías con el estómago lleno y el médico asegurado. Son, en suma, los que comprenden cualquier costumbre, menos las de sus vecinos, los que respetan cualquier religión, menos la de sus padres, los que detestan cualquier modo de violencia, menos la de sus enemigos.
¿Hay algo más cercano al suicidio?, ¿hay algo que huela tanto como esto a la podredumbre de la sepultura?
No creo. Falta sólo saber de qué vendrá vestido el san Jorge que nos mate.

8 comentarios:

  1. Y con este, que salió a finales de diciembre, me pongo al fin al día.

    años ha costado, joer...

    :-))

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  2. ... y a ver si así nos curamos de hartazgos y hambres proverviales.

    Saludos.

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  3. Personalmente esto no me parece poesía sino tontería. ¿Me alegro de que todo esto se esté hundiendo? Si es para empezar de cero y hacer las cosas mejor, si.

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  4. Coño, Gilera: hablks como Robespierre

    :-))

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  5. Anónimo4:53 p. m.

    qué mente tan pequeña! qué pensamiento de última clase para alguien que se autodefine como "primer mundo". qué poca cultura para alguien que presume (por tu autodescripción minibiográfica) de ser hombre de cultura.

    javier, creo que has escrito mucho más de lo que has leído y eso siempre lleva al pobre hombre blanco a pensarse poseedor de la verdad.

    el no subvencionar las agriculturas de los mundos "desarrollados" es en realidad a éstos a los que beneficia, no es nada "progre", sino de lo más liberal. dudo que usted elija el tomate murciano al triple de precio que otros de importación en el supermercado y si su intención es hacerlo a costa de todos, entonces viva la remolacha tanzana.

    lea un poco más, el mundo es el mundo, ni el primero ni el tercero, sólo el mundo.

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  6. Anónimo6:14 p. m.

    Que gran comentario.
    Hay mucho de cierto en lo que dices. Si, somos como dragones. Y a veces ni eso.
    Ya no queremos luchar, no tenemos el "hambre" que nos empuja a luchar a prosperar, tenemos unos minimos cubiertos, mediocres pero cubiertos que nos desalientan al progreso.
    Las "civilizaciones" hambrientas nos eliminaran sin miramientos. Somos decrepitos y nos permitimos proteger todas las aberraciones.
    RPV

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  7. Hola Dámaso:

    Dejando a un lado, proque noi hace al caso, los comentarios ad hominem, y lo que ambos hayamos leído o dejado de leer, veo que eres de los que piensan que el precio en origen y el precio en mercado final tienen alguna relación entre ellos.

    El precio del tomate murciano poco o nada tiene que ver con lo que el agricultor murciano recibe. El precio del tomate senegalés tampoco tiene que ver con lo que el agricultor senegalés recibe.

    Se trata de otras variables, mucho más complejas, como aquella que, sihglos atrás, prermitíe el esclavismo en unos lugares y lo prohibía en otros. O sea, regulaciones divergentes.

    En todo caso, el precio en origen del producto no representa más allá del 20 % del precio final en casi ningún artículo, y es por tanto una variable con muy poco peso en el beneficio final.

    Le pondré un jemplo de comercio justo: los comerciantes de esa bicoca solidaria, pagan al productor un dolar más por Kg. de café que el comercio convencional. Bien. Se aplaude. ¿Por qué cuesta un euro más cada paquete de cien gramos?, ¿dónde va la diferencia? No al productor, desde luego.

    El precio en origen y el precio final son magnitudes independientes.

    Pero si aún cree que el precio de origen es determinante a la hora de fijar precios, poco tenemos que discutir. Sería como debatir la geografía de la Tierra Media.

    Salud

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  8. Hola anónimo.

    La cosa es que despertemos o no.

    La cosa es que queramos vivir o nos muramos de ternura.

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