01 enero 2009

Salchichas de rata


Una de las ventajas que tienen las nuevas tecnologías es que a veces hay algún lector que se toma la molestia de darte su opinión, o lanzarte una exigencia, un aplauso o un tomate.
Me decía hace poco uno de esos lectores que ya iba siendo hora de que de que hiciese en esta columna alguna propuesta en positivo, así que repetiré una fundamental: que las listas sean abiertas. Sólo con ese detalle cambiaría completamente nuestro panorama político y social.
Ruego, pido, exijo, suplico poder elegir a mis representantes políticos y que no sean los partidos los que decidan quiénes van en las litas. Imploro poder votar a candidatos de distintas ideologías, sin tener que comerme la longaniza que prefabrican en las sedes de los partidos con criterios que a menudo nada tienen que ver con la idoneidad.
¿Estoy contra la democracia? No. ¿Estoy contra el sistema de partidos? Absolutamente en contra.
Un detalle tan pequeño en apariencia como las listas abiertas podría suponer un vuelco en el sistema entero. Y lo explico:
Si los políticos dependiesen de los votantes para conservar la silla en vez de depender de su partido para conservar el puesto en la lista, nos tratarían de otro modo. Así tratan con respeto al partido, en vez de a nosotros.
Si los políticos fuesen directamente responsables, de modo claro y personal, ante los votantes que los eligieron, en vez de escudarse en el anonimato de una masa que vota en el Parlamento al estilo de la Mesta, nos tratarían de otro modo. Así hay que votar lo que te manden, aunque sea contra tu tierra.
Si para llegar a un cargo político no fuese condición previa e indispensable hacer la pelota en la sede del partido, ser amigo del subsecretario y parecer un poco más tonto que el líder de turno, a lo mejor se meterían en política personas de valía que ahora huyen de ese servicio público como de la peste.
Mientras tanto, tenemos lo que tenemos: a unos señores que saben que el votante no cuenta, porque a ellos lo que personalmente les importa es estar en la lista. Por eso prefieren una derrota, con ellos en el banco de la oposición, que una victoria con ellos en el banco de casa.
Por eso, mientras el proceso de selección para llegar a un cargo sea pasar primero por el partido, luego por la ejecutiva y finalmente por las listas, no me queda más remedio que decir que todo producto obtenido de semejante fábrica tiene que ser necesariamente tóxico.
Lo mismo que una intervención quirúrgica realizada en una pocilga.
Lo mismo que unas salchichas elaboradas con rata en medio de un vertedero.

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