01 enero 2009

El timo del IPC


No se conforman ya los regentes de nuestra economía con marcar las cartas, repartir siempre ellos, y convertir cada garantía que creemos encontrar en una nueva arma con la que marcarnos de vergajazos el pellejo. Ahora resulta que, cuando las cosas no funcionan como esperaban, también encuentran el modo de hacernos pagar a los de siempre.
El IPC, esas siglas que dicen referirse a la evolución de precios, está bajando. Nadie sabe a ciencia cierta que es lo que de veras mide ese índice, tan desvergonzado y caradura que sólo se incrementó un par de puntos con la llegada del Euro, aunque todos sabemos lo que de veras subió la vida al abandonar la vieja peseta. Nadie sabe cómo lo trucan, ni cómo lo manipulan: si considerando mercancía de uso masivo el aceite de linaza en vez del aceite de oliva o poniendo el gasto en patucos por encima del de las lentejas, pero el caso es que ahora que baja, porque no hay un duro y el que tiene existencias en el almacén reduce precios para poder sacarlas, nos dicen que los precios básicos, los de la luz, el agua, el teléfono y el transporte, no se ajustarán al IPC, sino que subirán muy por encima de esta cota.
¿Para qué sirve entonces el IPC?, ¿para subirnos los tipos de interés de la hipoteca al mismo tiempo que se inyecta liquidez en los bancos? Ahora bajan los precios, bajan los tipos, baja la gasolina, y baja el deseo de consumo de los ciudadanos, acuciados por las penurias. Pero los precios de los monopolios, los de esas compañías que están donde están a fuerza de pagar campañas electorales, ofrecer cargos con sueldos multimillonarios a ex-políticos y hablar de un déficit tarifario que para nada concuerda con sus jugosos dividendos, van a quedar al margen de las bajadas.
Bajarán los precios regulados de los que no tengan amigos. Bajarán los precios, para seguir viviendo, los que no tengan agarraderas. No bajará la luz, ni el gas, porque las compañías suministradoras tienen muy buenas influencias donde hay que tenerlas. No bajará el gasóleo ni la gasolina el sesenta por ciento que ha bajado el petróleo. No bajará el transporte público, porque sus ingresos van a parar a los ayuntamientos, o a otras instituciones, y porque, en el fondo, cada ciudadano que deja el coche en casa o no lo compra es una quiebra para el Estado, por lo que deja de ingresar a cuenta de una docena larga de impuestos.
Al final, vemos que en siete siglos no ha cambiado nada. O si no, vean lo que decía Pero
López de Ayala, cronista de Castilla, allá por el siglo XIV:
"Aquel año bajo el grano, pero subió la harina. Y esto fue así porque el trigo era de los labriegos, pero el molino era del señor conde"
Pues en las mismas estamos. Sólo cambia que al señor conde se supone que lo elegimos nosotros.

2 comentarios:

  1. Lo malo es que el señor conde tiene que devolver los favores al rey que lo puso en su sitio.

    Saludos.

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  2. por eso me temno que Tajoy va a seguir

    jajajajaja

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