10 enero 2009

Mala sangre, pero mucha (o viceversa)


A veces abordar ciertos géneros en las novelas que uno escriba lleva a conocer a alguna gente un tanto siniestra, por decirlo con suavidad. Uno de esos bichos jaspeados, con el colmillo retorcido, decía el otro día en internet que el eterno enfrentamiento de Gaza, Cisjordania y aledaños es una situación ideal, porque destruye a los árabes y desacredita a los judíos.
Fuera de tan bárbaras opiniones, o tratando de sobrenadar en ellas, se pregunta uno cómo es que los implicados en tan constante matanza no se dan cuenta de ello, porque el que dijo semejante canallada sería un miserable y un desalmado, pero razón no le faltaba: el conflicto desangra a los árabes y desacredita a los judíos.
Entrar ahora en quién tenía razón al principio o de quién es la tierra, me parece tan ocioso y odioso como acabar a palos por el tema del huevo y la gallina. Fuera de esa tontería del Derecho Internacional, inventada para consumo y escarnio de biempesantes ovinos ajenos a la realidad, lo que está claro es que desde tiempos de los sumerios hasta hoy mismo, la tierra es del que la conquista, porque después de conquistarla tiene la fuerza y los medios para ajustar las leyes a su voluntad.
La tierra en cuestión la conquistaron los judíos, y si se hubiera hecho como siempre, que el perdedor se marcha o se aguanta, se habría cometido una injusticia en vez de quinientas. Pero como con una mano se daba por buena la política de los hechos consumados y con otra se trataba de mantener la apariencia del Derecho Internacional, nos encontramos ante la gran esquizofrenia que ha fomentado, a mi entender, el surgimiento del integrismo islámico: que la ley existe, pero no es para vosotros. Que la justicia existe, pero sólo cuando os perjudica. Que la ONU es democrática, pero cinco tienen veto, y vosotros no sois uno de esos cinco.
Así las cosas, nos encontramos con que los hechos dictan una norma, las leyes otra y la moralidad una tercera. Israel tiene a su favor los hechos, pero no es capaz de imponerlos completamente. Los árabes tenían a su favor la cuestión ética, porque estaban en su casa y un buen día llegaron de fuera unos señores que los echaron a patadas, pero la derrochan y la emputecen con cohetes y cinturones bomba.
Occidente tiene solo las leyes, y como se las pasa por el arco de triunfo un día sí y otro no, resulta que al final no tenemos mas que el bochorno de saber que estos horrores vienen de nuestras persecuciones, nuestras colonizaciones y nuestro descaro al llevar el problema lejos de casa.
Entre tanto, la sangre sigue corriendo. Negra más que roja de puro envenenada.
Quizás el remedio pase por dejar de confundir el islam con el integrismo, o el judaísmo con el sionismo. Pero descuiden, que eso no sucederá: aquí pregonamos la Alianza de Civilizaciones.
La Alianza, no el conocimiento. La Alianza, no el respeto.
Ojo al dato.

2 comentarios:

  1. Israel es un estado de "diseño": lo creó el sionismo internacional y lo toleraron las conciencias culpables de occiedente (todavía hoy en día, Alemania no se atreve a decir nada en su contra).

    Siempre que se ponen a jugar a aprendices de brujo, al final pasa lo que pasa.

    Saludos.

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  2. Pues vete y dí lo que el iraní ese: que lkles tenían que haber dado baviera, para compensar, en vez de Palestina.

    Y verás lo que te cuentan...

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