01 enero 2009

Comunismo encubierto


El comunismo es un sistema económico que consiste en que el ciudadano hace como que trabaja para que el Estado haga como que le paga. Al final, se suponía que el sistema hacía como que se iba a tomar por el saco; pero no fue así: se fue a tomar por el saco de veras.
Resulta llamativo que después de sus crímenes millonarios, sus campos de la muerte, sus purgas, sus archipiélagos Gulag, sus deportaciones a Siberia y otras represiones diversas que convierten al nazismo en número dos en el escalafón de la infamia, lo que realmente desacreditase al sistema comunista fuese que no consiguió dar una nevera, una televisión y un coche a cada ciudadano. Pero ese es otro tema.
Lo que me preocupa hoy es el camino que estamos llevando en este nuestro mundo supuestamente capitalista, y lo fácilmente que se extiende la imitación del comunismo entre nosotros.
Me refiero, por supuesto, a la burocracia y al subempleo, dos de las peores lacras de los sistemas colectivistas.
En España y en todo Occidente cada vez se regulan más cosas, la mayoría sin necesidad, de modo que es necesario crear oficinas, gestorías, consultorías y un interminable número de ventanillas para atender esas nuevas regulaciones. Protección de datos, ITV, riesgos laborales, impresos fiscales diversos, licencias de construcción, licencias de negocios... Mejor no sigo.
La idea, por supuesto, es que los que trabajan o montan una empresa paguen, además de a sus proveedores y sus trabajadores, a su parte proporcional de piojos y pulgas, alimentados de su sangre. O sea: dinero vano, como el que gastaba el comunismo.
Por otro lado, tenemos las prejubilaciones que no son más que una forma de subempleo encubierto. En vez de crear puestos de trabajo consistentes en encender una farola por la noche y apagarla por la mañana, que es lo que haría el comunismo, lo que estamos haciendo es mandar a su casa a trabajadores de cuarenta y tantos o cincuenta años, con el sueldo íntegro o casi, de modo que dejen hueco en el mercado laboral a los más jóvenes.
La diferencia entre esta barbaridad y la otra es sólo el nombre: consiste en pagar a alguien que puede trabajar por un trabajo que en realidad no hace. Consiste en esquilmar a la sociedad, a la caja de la Seguridad Social y los pensionistas del futuro en nombre de la tranquilidad y el buen rollo.
Lo curioso es que no parecemos darnos cuenta de que aunque la mona se vista de seda, o de raso, o de puntillas, sigue siendo igual de orangutana. Y aunque el subempleo y la desincetivación se vistan de economía de mercado, al final nos van a llevar al mismo agujero que el comunismo: que tener un sueldo y tener un trabajo sean cosas sin ninguna relación entre ellas.
Y eso es la ruina.

2 comentarios:

  1. En efecto, hay muchas maniobras que son como barrer debajo de la alfombra. Como la de repartir a todas las autonomías lo que no hay, y el que venga detrás que arree.

    El que nunca puede marcharse, ni mirar a otro lado, es el contribuyente, y va a ser a quien le toque pagar esta "juerga".

    Saludos.

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  2. es mentira: el contribuyente sí puede marcharse.

    Yo ya estoy mirando casa en Portugal...

    :-))

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