01 enero 2009

Contra el penúltimo


Me encantan los revolucionarios de hoy en día. Me encanta la tribu contestataria, siempre contra el penúltimo poder, contra la penúltima injusticia y contra el penúltimo opresor. Siempre, infaliblemente, dándoselas de valientes y avanzados, pero apaleando al perro sin dientes, porque al que aún los conserva, aunque sea un caniche, ni acercarse.
A todo eso me suena a mí esta oleada de laicismo, enemiga repentina de crucifijos, placas de santos y hasta imágenes de la Virgen del Pilar en cuarteles de la Guardia Civil. Y no digo que no sea sano el laicismo, que lo es, pero resulta patético comprobar cómo siempre son los mismos lo que tratan de juzgar a Franco treinta y pico años después de que se muriese, en la cama, de viejo, y con dos millones de personas desfilando por su capilla ardiente. O los que estudiaron en colegios de curas y tratan de perjudicar a la Iglesia cuando ya no tienen nada que sacarle. O los que persiguen a Pinochet cuando ya no es presidente en vez de perseguir a los que aún lo son y siguen machacando sus países.
Son los "anti". Los antifascitas. Los antisistema. Los que, como decía Ortega, llevan directamente a la ideología rupestre. Un antifascista, por ejemplo, es alguien que se define por su oposición al fascismo. Eso está bien. Vale. Pero resulta que si se usa la lógica, un antifascista es aquel que quiere que el fascismo desaparezca del mundo, y como de cualquier otra manera quedan sus consecuencias, sus damnificados y sus partidarios, eso sólo es posible en un momento anterior a su nacimiento. Conclusión: el mundo que añora el antifascista es el de mil novecientos diez.
Todos los "anti" son retrógrados, puesto que pretenden hacer retroceder la historia, y los que padecemos aquí, además de retrógrados, cachazudos y caraduras, manifestantes profesionales que buscan su minuto de gloria en la tele con heroicidades caducas que nadie necesita y a nadie ayudan.
¿Para cuándo un movimiento serio, del origen que sea, que trate de mirar la realidad a la cara y señale a los santones del pensamiento único actual?, ¿por qué no emplear todas esas energías, por ejemplo, en decir que el Estado nos trata como a vasallos, o que la democracia que vivimos es una simple componenda de políticos mediocres y empresarios televisivos?
Pero no, eso no. Mejor seguir con la revolución a lo Walt Disney. Con la aventura sin riesgo. Con el circo sin leones. Con el retablo de mártires por la causa en la que la sangre siempre la ponen otros y los de siempre cobran la subvención.
Mejor seguir luchando por consignas que parecen canciones de un cantautor malo.
Por la tercera república. Por el cuarto reich. Por el quinto jinete. Por el sexto mandamiento.
¡Venga ya!
Javier Pérez

2 comentarios:

  1. Es que todos estos "antis" están suvencionados. A ver quien es el guapo que se mete con el que paga.

    Saludos.

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  2. la gracia es que a veces ha desaparecido el que pagaba y la cosa sigue.

    Gporbachov reconoció quela URSS pagaba a los antinucleares, y mira: desapareció la URSS y ahí siguen.

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