28 julio 2008

Voten al decorador


Qué tiempos aquellos en que una cantante podía triunfar siendo fea si tenía buena voz, oigan. Qué tiempos aquellos, también, en los que un editor decidió arriesgar su capital para publicar a Thomas Mann, y a Proust, y ambos se convirtieron en éxitos a las pocas semanas de ver su obra en las librerías.
A lo mejor les parecen simples anécdotas, o golpes de suerte, pero me da por pensar que no, que no va a ser casualidad. Hubo un tiempo en el que se apreciaba el trabajo bien hecho, sólo por estar bien hecho. Luego, poco a poco, con el influjo norteamericano, sus cámaras de cine y su vida espectáculo, la calidad se sustituyó por la apariencia. Y luego, la apariencia por una foto de la apariencia, parece ser.
Porque, oigan, ¡qué tiempos aquellos en que los políticos tenían que tener un programa y unas ideas, en vez de ser guapos!
Del debate televisado entre Zapatero y Rajoy no voy a hablar, pero no me sustraigo a comentarles lo vergonzosas que me han parecido las negociaciones previas, con acuerdos leoninos sobre la temperatura ambiente, veintiún grados exactos, la colocación de las cámaras y detalles aún más pejigueros sobre intensidad de iluminación y altura de las sillas.
Toda esta preocupación por la imagen no da a entender más que na cosa: que da igual lo que se diga, que hay gente que sólo ve pero no escucha, que los que escuchan no entienden y los que entienden se olvidan a los cinco minutos de lo que han oído. Toda esta parafernalia muestra a las claras que los gabinetes de comunicación de los partidos consideran al elector imbécil, y que posiblemente tengan razón, porque se sabe a ciencia cierta que el traje, o una gotas de sudor a destiempo pueden ser determinantes para mover miles de votos.
¡Qué contento se pondría Goebbels si viese estas cosas! Cojo y todo, daría saltos de alegría, pero él tenía derecho. Él pensaba en los electores como carne para el matadero, y lo decía abiertamente. Él dijo en un mitin que esperaba el voto de los que pensaban con el corazón y que por eso estaba seguro de ganar las elecciones. Él podía permitirse decir esas cosas, porque despreciaba la democracia con toda su negra alma, ¿pero los de ahora?, ¿cómo se atreven?
Nos han timado. Nos han engañado. Creímos en la democracia como gobierno del pueblo y nos han metido la escenografía como gobierno de los decoradores. Creímos en la democracia como posibilidad de disensión y debate y nos han metido el rodillo de los que pueden pagar minutos en las televisiones.
Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Para este viaje, que se presenten los coreógrafos y los decoradores, y por lo menos no tendremos que concederles la presunción de que además de hacer bonito piensan algo sobre nuestros problemas o las necesidades del país.
Para esto, que al mejor le den un Oscar en vez de un cargo y que no jodan.

2 comentarios:

  1. Efectívamente, la política se ha convertido una representación, y los políticos en actores. Pero la culpa es del votante. Lo más probable es que los políticon nos traten como a tontos porque nos comportamos como tales (al votarles)
    No estaría mal que alguna vez se hiciese verdad lo que fabulaba Saramago en "Ensayo sobre la lucidez" y la mayoría votase en blanco.
    Saludos.

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  2. Si la mayoría votase en blancoles importaría un carajo, a menos que se lograse que lso votos en blanco supusieran escños vacíos, y no creo que veamos tal cosa...

    Hesmos pasado de la democracia a la partitocracia y estamos muertos...

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