22 julio 2008

La ley por el forro



Parece que se está poniendo de moda. La cosa funciona, al menos cuando el objetivo es que te den diez minutos de publicidad que a tarifa te costarían un ojo, o encarecer al otro el pacífico ejercicio de su derecho a opinar. Cada vez vemos más mítines interrumpidos por alborotadores, por gente reivindicando algo, o por simples energúmenos que protestan contra la presencia en la ciudad de este o el otro político.
Estamos sólo al principio, pero ya ha habido varios casos: funcionarios del ministerio de justicia reventando un mitin del PSOE o jóvenes nacionalsocialistas (izquierda nacionalista) intentado agredir a oradores del PP.
Como siempre, hay una ley, pero no se cumple. Hay una ley que castiga muy gravemente la irrupción en un acto político, el desorden público, la algarada y la intimidación, pero es lo mismo. Aquí el salvajismo funciona. Aquí el que da más voces o amenaza con romper la crisma a alguien se hace oír, sin necesidad de presentarse a la selecciones y sin necesidad de más escaño que la impunidad.
Y aunque a menudo parezca lo contrario, les aseguro que no están locos ni son tontos. Por fortuna o por desgracia uno conoce gente de todos los pelajes, y el otro día tuve que escuchar que había que dar caña a los mítines del PP para que los organizadores tuviesen que contratar seguridad y cada acto les costase el doble, o el triple, y los tuviera que suspender en los lugares donde no fuese posible garantizarla. El otro día, a otro más venenoso, le escuché también que había que armar bronca en los mítines de la derecha para que la gente los viese lamentarse de que no les dejaban hablar, porque el que se lamenta, con razón o sin ella, muestra su debilidad ante el que lo abuchea y al final nadie vota a los débiles.
Créanselo. Las intimidaciones están orquestadas. Tienen un plan, una metodología y una intencionalidad clara. La idea es sencilla: el que quiera paz, el que quiera que no le destrocen el local, tiene que saber que hay gente a la que no se puede invitar. Las universidades ya lo han aprendido: si el conferenciante no es del gusto de según qué hordas, se arma la mariomorena, así que a esa gente no se la invita. El primer rector fue Pilatos, ya saben.
En la práctica, como a todo el mundo le gusta la comodidad, pequeños grupos de alborotadores consiguen decidir quién habla y quién no, y cuánto cuesta llamar a uno o a otro.
En la práctica, ya lo verán, se seguirán interrumpiendo a gritos los actos políticos porque este es un país donde la ley sólo protege al que se la pasa por el forro.
Háganme caso: el ya famoso incidente del funcionario haciéndole una felación a un preso no fue una anécdota. Fue una alegoría.

2 comentarios:

  1. Muy bueno lo del funcionario, no lo conocía. Por cierto y también a modo de alegoría, rezando a San Google he descubierto que han readmitido al funcionario (al que antes habían suspendido).

    País.

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  2. Joer. Cosas se ven.

    Me encantaría saber por qué lo readmitieron y si se incorpora el fenómeno al convenico colectivo de prisiones y tal...

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