14 abril 2009

Tirar de la manta



¡Qué gran hombre fue aquel que dijo "haz lo que yo diga pero no lo que yo haga"! Si no fuera por frases como esta, la Humanidad sería otra cosa. Lo que uno no sabe es si mejor o peor, pero otra cosa.
Y lo digo de verdad, no se crean: cuesta trabajo decidir si es mejor un presidente como Felipe González, que repite hasta la saciedad OTAN no, y luego, ya en el gobierno, cambia de opinión para no perjudicar los intereses de España, o uno como Zapatero, que promete sacar en un mes las tropas españolas de Irak y lo cumple aunque eso perjudique al país que tiene que administrar. No sabe uno si es mejor tener un presidente como Churchill, borracho, fumador y trapacero, que no cumplía su palabra ni por equivocación, o uno como Hitler, vegetariano, abstemio, y que cumplía al pie de la letra, punto por punto, todo su programa electoral. O sea que ser cumplidor es bueno o no, dependiendo de lo que uno prometa.
En cualquier caso, cuando alguien se mete a agente moralizante o detergente social (biodegradable), debería tener un poco de cuidado con que no saltasen demasiadas alarmas respecto a su conducta. De lo contrario se acaba como Séneca, inventor del estoicismo, doctrina que propugnaba la máxima austeridad, el desprecio a las riquezas y el desinterés por las cosas materiales, cuando el propio Séneca se hizo rico hasta las cachas trapicheando con negocios navieros en plan especulativo.
Como ven, la cosa viene de antiguo, y parece inagotable. Gunther Grass, adalid alemán de la izquierda bienpensante, solidaria, humanitaria y verde, que ponía un grito en el cielo ante cualquier acto de militarismo o ante la muerte, aunque fuese por vejez, de una ballena, resultó haber sido miembro de las SS. Y en las SS, ¡qué mala suerte!, sólo se ingresaba voluntario y no pudo decir que lo llevaron forzoso por quintas como le pasó a Ratzinger, hoy Benedicto XVI, que sirvió en el arma antiaérea porque allí le tocó como recluta.
La traca, la nuestra, es que después de moralizar a medio mundo, juzgar a vivos y muertos como un pantocrátor con gafas y corbata, resulta que ahora denuncian al juez Garzón por haberse embolsado cuarenta millones de pesetas a base de cursos y conferencias sin haber dado cuenta al fisco, ni a sus superiores, ni al lucero del alba, aún a pesar de la prohibición expresa para actividades remuneradas fuera de la suya.
Visto lo visto, nos queda pensar que para tirar de la manta hay que estar muy bien agarrado al suelo. Eso, si somos buenos. Si somos malos podemos pensar también que hay quién se pasa el día moralizando al prójimo y predicando el bien para poder hacer la media.
O dicho a lo castizo: si eres padre de familia procura no ir de putas. Y si eres arzobispo, ¡menos!

2 comentarios:

  1. Aunque tampoco era santo de mi devoción, perfiero a González; aunque dijese insensateces para arañar votos, no era tan tonto como para creérselas.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Todos hemos llegado a echar de menos a Felipe. Y a Guerra.

    Estamos cojonudos...

    ResponderEliminar