12 abril 2009

La foto fea

A mi siempre se me ponen los dientes largos de envidia cuando recuerdo que el canciller alemán Willy Brandt dimitió al saberse que unos de sus secretarios trabajaba para los servicios secretos de la difuntísima RDA. Que un presidente se considere responsable de la gente que trabaja a su lado me ha parecido siempre un ejercicio de máxima responsabilidad. Eso, y un sueño imposible en España.
¿Se imaginan lo que hubiese pasado aquí? Si un secretario del presidente trabaja para un país extranjero se le echa la culpa al país extranjero, a los encargados de la seguridad, al Centro Nacional de Inteligencia, al lucero del alba o al cambio climático, pero no dimite ni el vigilante de noche.
Pero esta vez, por fin, dimitió un ministro. Tenía tras de sí un historial de meteduras de pata y actos impresentables que hacía difícil su permanencia en el cargo, en un cargo además donde se espera que el que lo desempeña dé ejemplo de transparencia, seriedad y mano firme. Se trataba de un ministro que se había gastado doscientos cincuenta mil euros en una reforma de un piso oficial justo cuando los españoles empezaban a pensar con qué iban a pagar su hipoteca, y que salía de caza con el mismo magistrado que acusaba de corrupción al partido de la oposición, creando una sospechosa sensación de complot entre los dos poderes.
Sin embargo, si me lo permiten, creo que nada de esto ha conducido a la dimisión de Bermejo. A Bermejo lo derribó la foto fea. Y me explico: el partido socialista puede llegar a justificar ante su parroquia que sus altos cargos roben, contraten sicarios, o se bajen los pantalones ante el nacionalismo. No lo justificará directamente, pero todos hemos escuchado frases como que más robaron otros durante cuarenta años, algo había que hacer con los etarras en Francia, o también pactó con los nacionalista el PP.
Lo que el partido socialista no puede justificar ante sus incondicionales es la foto de uno de sus ministros matando ciervos como si fuese un seño feudal. Lo que no puede tolerar es la foto de miembros de su partido escopeta en mano, matando animales salvajes, y con pobres criados alrededor aderezando la escena triunfal del señorito. Esa foto reúne sobre sí misma todos los males: destroza la imagen pacifista del partido ante los enemigos de las armas, molesta a los ecologistas y cabrea a todo el que tenga un mínimo de memoria de esos cuarenta años franquistas que tanto tratan de explotar a nivel de propaganda.
Esa foto es la ruina y por eso se ha acabado marchando Bermejo cuando ni siquiera se lo planteó por el cuarto de millón del piso o por el compadreo de poderes.
Y es que en este país y en esta democracia nuestra todo es cuestión de foto y de lo que la foto recuerda. ¿O por qué creen que nadie sale ya inaugurando un pantano? A lo mejor también porque no los hacen. O no los hacen por miedo a la foto del día que haya que inaugurarlos, lo que tampoco es descartable conociendo al personal.

1 comentario:

  1. También González pescó en el Azor y no ocurrió nada. Yo pienso que lo de Bermejo ha sido un efecto acumulativo, ya estaba más quemado que la linterna de un CSI.

    Saludos.

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