14 abril 2009

Sólo una cosa no hay: es el olvido


Permitan que empiece en el título con un verso de Borges aunque no estemos para lirismos.
No hay olvido. No puede olvidarse un atentado como el de Madrid, con casi doscientos muertos y miles de heridos, entre ellos la confianza en nuestra democracia y los resortes que la ponen en marcha o la corrompen.
Han pasado cinco años y siguen coleando las controversias sobre pruebas falsas, testigos comprados, silencios forzosos y pruebas manipuladas o simplemente destruidas por parte de la policía. Ahora parece que uno de los condenados estaba demostrablemente en otro sitio mientras se montaron las bombas, pero se ocultó ese dato durante el juicio. Parece ser también que algunas muestras obtenidas en los lugares de la explosión, como atestiguan las fotos de los técnicos recogiéndolas, no llegaron a aparecer nunca.
Es triste, pero las dos maneras de interpretar este caso siguen dejando demasiadas lagunas. Si se utiliza la razón, o el sentido común, la historia oficial no se sostiene. Como novela no tendría ni pies ni cabeza y como película sólo podría formar parte de una especie de reallity spaghetti con Ozores, Esteso y Pajares de protagonistas, disfrazados de moros integristas. No cuela. Es imposible.
Y si se sigue la sentencia oficial del juicio, todavía es peor, y eso es lo que realmente me asusta. Como hubo un juicio y una sentencia, todo el mundo aprovecha la sacrosanta costumbre de no leer nada para decir que los hechos ya están juzgados y no hay más que hablar. Pero si se toma uno la molestia de leer esa sentencia, entonces tenemos que a la inmensa mayoría de los imputados se les condenó, sí, pero por otras cosas. Es un truco miserable, pero así funciona el asunto: la gente oye "juicio por el 11 M" y oye "condena", y da por hecho que lo uno tiene que ver con lo otro. Pero resulta que no: del montón de imputados, algunos fueron condenados por traficar con explosivos, aunque no pudo demostrarse que esos explosivos se usaran en Atocha. A otros se les condena por pertenencia a banda armada o asociación de malhechores, pero no se da por demostrado que participasen en los hechos. A otros se les condena, alucinen, por traficar con hachís, pero no por poner bombas. Y no hay autor intelectual ni nadie que lo planease.
Sáquenlo ustedes mismos a ojo: si a un etarra se le condena a tres mil años de prisión por siete asesinatos, ¿cómo es que por doscientos asesinatos y miles de heridos se imponen condenas de tres, de cinco, o de diez años a la mayoría de los acusados? Porque sólo dos de ellos son considerados autores, y el resto no tuvo gran cosa que ver con la matanza final. Eran relleno para simular un gran juicio.
Pero nadie lee nada, y menos aún la sentencia. Y en esa ignorancia activa y militante enclavan sus raíces los sacerdotes de esta nueva religión basada en hacernos comulgar con ruedas de molino.
Por eso, no habrá olvido. Porque para olvidar dicen los psiquiatras que primero hay que comprender y esto todavía no hay quien lo entienda.
Con Borges empecé y con Borges acabo: Dios mueve al jugador y este la pieza. ¿Qué dios tras ese Dios la trama empieza?
Eso nos seguimos preguntando algunos cuando recordamos los atentados de Atocha.

2 comentarios:

  1. Siguiendo con el símil, en esta partida no se han comido más que peones.

    Saludos.

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  2. La caída de lso peones es siempre el preludio del jaque mate...

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