15 abril 2009

La mosca en el asado


A veces tengo la impresión de que vivimos en una permanente cena social, un banquete de etiqueta en el que acaban de dejar el asado en el centro de una mesa redonda. Todo el mundo ve que hay una mosca enorme y negra en la salsa, pero nadie se atreve a ser el primero en decirlo porque el que señale la mosca será acusado por los otros de haber estropeado la cena.
¿Les parece rebuscado? No me extraña, pero entiendan que soy escritor, y no fabricante de bazookas. El asado es nuestro estado de bienestar, nuestras libertades democráticas y una forma de vivir un tanto dada a lo inocuo, a lo que no tiene consecuencias y siempre se puede arreglar de alguna manera amable.
La mosca es el progresivo emputecimiento de la sociedad, tanto en sus bases políticas como morales, para llegar, como no podía ser de otro modo, a una quiebra económica de la que difícilmente se puede salir sin un consenso sobre qué es lo que estamos dispuestos a aportar para tener lo que deseamos tener.
No es nuevo que haya gente que robe. Desde los tiempos de la caverna ha sido así. Lo peor y diferente es que los ladrones se conviertan en personajes televisivos con espacio y ocasión para mostrarse como ejemplo. No es nuevo que la justicia y la política se metan en trapicheos, contubernios y componendas; lo peor es que ellos mismos confunden sus lugares, haciendo regresar a nuestro país a los siglos anteriores a la división de poderes. No es nuevo que la administración considere súbditos a los ciudadanos, nos esquile con impuestos y nos oprima con leyes imposibles de cumplir para que todos seamos culpables; lo peor y novedoso es que se haga simulando que se nos pide consentimiento y se nos señale como responsables últimos de nuestros propios males.
Decía el otro día que en lo privado se han cambiado los boxeadores por envenenadores, y quiero añadir ahora que en lo público cada día triunfa más el cambio del asalto a mano armada por el chantaje, con el delincuente oculto en la alevosía de una voluntad popular cada vez más difusa.
El ejemplo es claro: se votó en contra en varios países la nueva constitución europea, pero como interesa a la casta dirigente, porque le concede todo tipo de impunidades y prebendas, ya están repitiendo votaciones en algunos sitios o aprobando directamente el tratado en otros sin consultara nadie. Aquí, si se fijan, vamos por el mismo camino, con concesiones millonarias a andaluces y catalanes por no se sabe qué privilegios o deudas históricas, mientras los demás deben raspar el fondo de la cazuela en busca de las últimas migajas requemadas.
Y entre tanto, por supuesto, no hay quien se atreva a decir que para eso es mejor no ir a votar. Que para eso era mejor un sátrapa cualquiera al que poder pasar a cuchillo periódicamente, como en tiempo de los godos.
Entre tanto nos convencemos de que es mejor no ver la mosca, no sea que se lleven el asado y no haya más en la cocina.

2 comentarios:

  1. El problema es que, al que habla de la mosca, lo echan de la mesa, y nadie quiere perder su asiento.

    Saludos.

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  2. Esa es la jugada: callara para tragar, tragar y callar.

    Luego vienen las depresiones...

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