14 abril 2009

Afectos de pago


El título suena a prostitución, no lo niego, y aunque no pretendo hablar del mercadeo carnal tampoco me atrevo a desdecir completamente la intención última de la idea.
Dicen que los inmigrantes no se sienten españoles, sobre todo en la segunda generación, y me siento lo bastante osado para proponer que semejante fenómeno se debe a que salieron de una nación para llegar a un Estado. Una nación es un hecho emocional, o un proyecto común, mientras que un Estado, que es como le gusta llamar a los proxenetas políticos a España, es solamente un proyecto mercantil, como una comunidad de bienes o una sociedad anónima.
Si la Unión Europea no ha calado en el ánimo de los europeos es precisamente por eso: porque suena demasiado a empresa, a sacar lo que se pueda y vender las acciones en cuanto dejen un beneficio para que sea otro el que tire del carro.
Mientras cualquier rasgo de apego a la nación española como idea sea considerado un reflejo de fascismo, los inmigrantes no se adherirán a España, ni tampoco a las ideas regionales. Tratarán de obtener los dividendos que puedan de esta sociedad, en forma de educación, o sistema sanitario, o infraestructuras, pero sin haber pagado nunca su cuota en el capital. Ya lo dije una vez: el inmigrante es un usuario, como el que compra un billete de avión, y tiene derecho a lo que el billete que ha pagado le ofrezca, pero no es nunca accionista, porque no fueron sus abuelos ni sus tatarabuelos los que se partieron el lomo para construir y mantener lo que hay.
De todos modos, hay que decir muy claramente que no es culpa suya, como no es culpa del ratón el entrar en el granero. Es culpa del agujero en la pared, que somos nosotros; es culpa de nuestro desapego, de nuestra falta de compromiso con lo que recibimos y que no tenemos intención alguna de conservar para lo que nos sucederán.
En España, a mi entender, se ha extendido tremendamente la mentalidad del solterón sin hijos, que aprovecha al máximo el capital, lo expolia y lo depreda, sabiendo que no tendrá a quién dejarle lo que quede. Ha prosperado, por decirlo de otro modo, la mentalidad terminal, el modo de pensar del que está a punto de extinguirse y no cuenta con que exista ningún futuro.
Y un colombiano que viene a nuestro país, seamos serios, sale de Colombia, que es su patria, para venir a un sitio que se llama España como se podía llamar Westinghouse; un sitio que cree sólo en sí mismo mientras da de comer, que mira hacia adelante sólo hasta la próxima junta de accionistas o la próxima convocatoria electoral, y que contrata y despide según las necesidades de la producción y el mercado.
Si nosotros mismos no nos consideramos una nación y nos avergonzamos de nuestra historia, nuestro proyecto y de cualquier cosa que nos una, no podemos pedir a los demás que sientan un afecto mayor.
Si en vez de una familia somos un club de alterne, podemos pedir que se nos pague, pero no que se nos quiera.

2 comentarios:

  1. Y nuetros propios dirigentes hacen como los Hermanos Marx en el oeste, convertir el tren del estado en astillas para que siga andando la locomotora (y el que venga detrás que arree).

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Joer, qué buen símil.

    Lo verás en otro lado y me maldecirás

    :-)))

    ResponderEliminar