22 mayo 2009

Vampiros forasteros



Que la gente busque su propio interés es una de las bases del capitalismo. De hecho, el mecanismo al que Adam Smith llamaba pomposamente mano invisible es la suma de todos los intereses propios defendidos por los ciudadanos particulares. La tesis, discutible si quieren, es que si todo el mundo busca realmente el interés propio, al final se conseguirá una defensa tácita del interés común, porque cualquier perjuicio que se genere lo sufrirá alguien y ese alguien tratará de impedirlo.
Y después de semejante párrafo teórico, al pregunta práctica es: ¿qué tiene entonces de extraño que los rumanos inmigrados a España digan que prefieren vivir aquí en el paro que ir a vivir a Rumanía aunque el gobierno ofrezca trabajo a los que regresen?
La cosa está clara: si el subsidio de desempleo español, o la ayuda familiar en su caso, es varias veces superior al salario medio rumano, la gente preferirá vivir aquí en lo que se supone que es el mínimo, que en su casa, en peores condiciones.
El reto que esta crisis nos plantea es reconocer de una vez que no podemos tener la misma moneda y los mismos derechos teóricos sin en la práctica resulta que el abismo de riqueza que nos separa convierte toda el mecanismo en papel mojado y en fisura para que entre la picaresca. El estado del bienestar, como cualquier juego lúdico, social o humano, se tiene que basar en unas normas homogéneas, y lo mismo que es de locos entrar a competir en un mercado libre con países que no tienen normas laborales ni de calidad en la fabricación, no se puede entrar a homogeneizar las prestaciones por desempleo, u otras similares, con países donde trabajar produce menos que estar aquí cruzado de brazos.
Lo curioso del asunto, si se fijan, es que el problema no lo ha planteado nuestro gobierno, al que parece que le da todo igual, sino el gobierno rumano, que se ve impotente para conseguir que la gente regrese al país en un momento donde se necesita mano de obra cualificada.
El problema, ciertamente, es que mientras a nosotros nos cuesta unos dineros preciosos mantener a esta gente aquí, su país no acaba de despegar por falta de personal.
Y es que el inconveniente de la caridad siempre ha sido el mismo: que hace daño al que da y hace daño al que pide. Al uno, por lo que le cuesta, y al otro por las oportunidades que pierde de dejar de necesitar lo que le regalan.
Ya que hablamos de Rumanía, conozco el país, y les aseguro que es una nación acojonante. Por ejemplo Brasov y Timisoara no tienen nada que envidiar a otras ciudades con encanto que se les puedan venir a la boca.
El único problema que tienen allí es que pasaron demasiados años dentro de un régimen, el comunista, que les acostumbró a que todo, lo poco que había, venía del aire. Y ahora, cuando el comunismo se ha ido al carajo, los que les decimos que se puede vivir sin hacer nada somos nosotros.
No me extraña que su presidente esté tan cabreado. No me extraña que digan por allí, por Transilvania, que los vampiros existen, pero siempre son de fuera.

2 comentarios:

  1. Nos hemos comportado demasiado tiempo como el hijo pródigo o como un boxeador sonado de los de antes.

    Ahora hay que pagar las facturas.

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  2. Me te,mo que no: que se pospondr´án hasta el embargo.

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