24 abril 2007

Te quedas sin flan


No hay manera. Por mucho que se endurezcan las sanciones y se cambie el sistema de penalización para las infracciones, el número de muertos en accidentes de tráfico no desciende.
Y si se piensa fríamente, lo raro sería lo contrario. ¿Ustedes creen que el que no tiene miedo a matarse o a quedarse en una silla de ruedas va a tener miedo a que le quiten dos puntos del carné? Suena a broma. Suena a chorrada tremenda, como decirle a un niño "mira Pepito: como te tumbes en la vía cuando pase el Talgo, te quedas sin flan el sábado"
Aquí ya no se trata de hablar de concienciación, ni de solidaridad ni de negociar con vete a saber qué escombro armado: lo que puede pasar en la carretera lo sabe todo el mundo, y aún así vemos que crece la agresividad, que se asumen mayores riesgos y que lo que importa es batir la marca de la última vez que se fue a Madrid, a Barcelona o a Valencia. Porque el que provoca los accidentes es el que va normal y te pone nervioso. Y el que provoca los robos el que lleva encima la cartera. Y la que provoca las violaciones la que lleva minifalda. ¿A que sí?
Por supuesto, habría que pedir a las administraciones que hicieran algo más que aumentar la recaudación con multas. Habría que exigir que se mejoren las carreteras, sobre todo las que siguen igual que hace veinte años, y que se vigile de manera efectiva los puntos negros. Pero aunque eso es lo que más racional suena, lo cierto es que creo que así tampoco se conseguiría nada. O no mucho.
La muerte es un miedo abstracto. Decirle a alguien que se puede matar da menos miedo que decirle que le van a meter quinientos euros. Pero lo que le interesa al Estado es meterte los quinientos euros, en vez de enfrentarse a los fabricantes de automóviles limitando la velocidad máxima que pueden alcanzar los vehículos, como se limitó la de los camiones y autobuses. Pero eso no se hace: nbi se ponen guardias en los cruces ni se le dice a Audi que no puede vender en España un coche que alcance los doscientos cuarenta porque no hay en el país carreteras que admitan tal velocidad. Eso no, porque no da un duro.
Estamos ante un problema que causa más muertos que cualquier guerra, pero se prefiere hablar de tonterías, con la mayor frivolidad. De quitar un par de puntos o de informar o no de donde se colocan los radares, mientras los que están en la oposición dan a veces la impresión lamentable de que se decepcionan cuando las cifras bajan y pierden ocasión de dar otro palo a los socialistas.
Y ya no es cosa del gobierno, ni de su chorrada con los puntos, porque la ley es una idiotez completa: el problema es de inconsciencia. El problema es que todos sabemos lo que pasa, lo que puede pasar y lo que ya le ha pasado a algún familiar o conocido, y en el fondo lo consideramos asumible. Da igual que se endurezcan las campañas de Tráfico, con imágenes cada vez más cercanas a la película de miedo. Es lo mismo: cuando es el Estado el que tiene que vigilar, y multar, y amenazarte para que no te suicides, casi es mejor que mire para otro lado, porque al final , el que quiere, siempre encuentra un árbol del que colgarse.
Sólo queda desear que el que quiera estrellarse elija un muro o la presa de un pantano y no se lleve por delante a nadie. Pero es que ni eso nos conceden. Ni eso.

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