31 octubre 2006

Democracias de la señorita Pepis


Una vez que hasta los más escépticos han acabado por reconocer la defunción y posterior sepelio de las ideologías, no queda más remedio que pararse un momento al pie del camino, este camino siempre embarrado y cuesta arriba de la historia, para echar un vistazo a la realidad.
Y la realidad es una cosa muy mala, señores, con muchos dientes, muchas uñas y cerdas como escarpias en el cogote.
No sé ustedes, pero yo echo un vistazo general a los candidatos que me presentan los partidos y lo que más deseo es que una vez se imponga el sistema de listas abiertas, porque lo que de verdad me gustaría sería votar a dos o tres candidatos de cada partido.
Pero no: los partidos se reúnen, guisan la lista, incluyen en ella a quienes mejores razones tengan para no quebrar luego la disciplina de voto, y sacan de la cocina un pastel que tenemos que tragarnos. Pastel de lentejas. Y el ciudadanos es libre y soberano, por supuesto, porque puede elegir qué clase y marca de lentejas traga, o si se va en ayunas a casa, sin votar a nadie.
Al final, el dato del que nadie habla es el porcentaje de ciudadanos que decidieron dar al demonio semejante menú y se negaron a votar. Quizás no estuviese mal que los votos no emitidos supusieran sillones vacíos, a ver si los políticos, esos políticos profesionales que nunca trabajaron en otra cosa porque en realidad no sirven para nada, se esforzasen de una vez en buscar a personas capaces de suscitar más confianza en quienes hemos de elegirlos.
Así las cosas, ya ven ustedes lo que hemos tenido: presidentes que en su vida privada desempeñaron honrosas profesiones; pero gestores, ¡ni uno! O si no, echen atrás la memoria: Adolfo Suárez, licenciado en Derecho y político profesional desde los veinticinco años; Felipe González, abogado laboralista; José María Aznar, inspector de Hacienda; José Luis Rodríguez Zapatero, profesor universitario (y muy malo, según dicen sus alumnos). ¿Para cuándo un Presidente con experiencia en gestión y administración de algo, aunque sea de una empresa de gaseosas?
Seguramente, para cuando podamos elegirlo. Porque ahora, no nos engañemos: al Presidente lo eligen los parlamentarios, y a los parlamentarios los eligen los partidos, que los incluyen en sus listas. Nosotros sólo podemos elegir entre varias de esas listas, veamos churras, merinas, galgos o podencos en ellas, bien mezclados y revueltos para mejor disimulo.
Mientras permanezca el sistema actual, este por el que el partido impone los nombres en una lista y el ciudadanos se limita a elegir qué píldora traga, no tenemos más quena democracia de la señorita Pepis.
Por el sistema actual, cambiar de voto en España es como cambiar de camarote en el Titánic.

No hay comentarios:

Publicar un comentario