27 octubre 2006

Una humilde propuesta


Decían los romanos que cuando una ley es sistemáticamente incumplida hay que derogarla inmediatamente, para que su desprestigio no alcance a las demás y los ciudadanos no pierdan el respeto a la legalidad.
Parece buena idea, pero aquí, en España, nos da igual. Aquí, cuando una ley se incumple sistemáticamente, se crea un impuesto, o se recaudan multas, o simplemente se promulga otra ley igual de odiosa o igual de idiota que la anterior, para que los engranajes sigan girando sobre las espaldas de los menos dispuestos a librarse a cualquier precio.
También hay casos en que la ley es justa, pero como imponer su cumplimiento es caro, o impopular, todo el mundo mira para otro lado. Aquí nos da igual: se sigue armando ruido por la calle a cualquier hora, o circulando en ciclomotor con el escape libre, o pidiéndole al fontanero que la reparación te la haga sin IVA. Nos es lo mismo.
En España tenemos leyes como para empapelar el Escorial con tres capas y que sobre para el pavimento, pero desde tiempos de Chindasvinto nos las pasamos por el arco de triunfo.
Luego, en los cafés, todo se nos vuelve discutir sobre si esto o aquello debería ser legislado de una manera u otra, pero el caso es que sabemos de antemano que da igual, porque se legisle lo que se legisle, al final van a cumplir los mismos: los que por falta de cuartos o por sobra de vergüenza no busquen la gatera por donde escaquearse. El resto, como si manda el Gobierno de turno sembrar las parcelas de altramuces. Pues se dice que se siembran de altramuces, se cobra la subvención y luego se plantan lentejas, o remolachas, o lo que cuadre.
Leyes tenemos, sí. Leyes para todo. Y jueces que en la Facultad de Derecho eran unos capullos integrales y se vuelven imparciales en cuanto sacan la oposición. Y policías hartos de que les suelten a los veinte minutos a los detenidos. Y víctimas cansadas de ver cómo se le ríen en la cara los que les causaron el daño. Y gente honrada poniendo velas a cualquier santo para que si pasa algo no sea a ellos ni en su hora, porque si no van listos; porque el que delinque es insolvente, pero el que se defiende del delincuente paga los daños.
Para eso tenemos tantas leyes y para eso las publicamos con firma del Rey o de un ministro en eso que llaman BOE.
Visto lo que hay, ya sólo queda una propuesta que acerque la teoría a la realidad: ¿Y si en lugar de pagar entre todos la publicación del BOE pagásemos una fábrica de embudos?

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