03 octubre 2006

Parroquias y sindicatos


Siempre he creído que cada cual puede albergar la fe que mejor le parezca, sobre todo en su casa, sin hacer ruido, y sin discutir con el código penal, el civil, y otros mamotretos legales por el estilo. Pero es que o es sólo cuestión qué se cree y qué no. La cosa tiene más miga, como buena hogaza zamorana.
El caso de la Iglesia, en Espa a, tiene la particularidad de que mezcla muchas cosas y por eso deberíamos ser todos un poco más cuidadosos cuando abordamos el tema de la financiación de una institución semejante. Si fuese para el culto, para misas, rosarios, novenas y el mantenimiento de quien las diga, lo lógico sería que ese dinero lo pusieran los interesados en esa fe.
Pero la Iglesia , en Espa a, es mucho más que eso. Se puede creer o no creer, ser anticlerical incluso por efecto de la buena memoria, pero no se puede dejar de reconocer que la Iglesia, bien que mal, es la que mantiene en pie más de las tres cuartas partes del patrimonio histórico y artístico, la que organiza un buen porcentaje de la educación y la que administra una buena parte de los servicios sociales.
La Iglesia tiene ya una gran infraestructura montada, con una organización que funciona desde hace dos mil a os, y un conjunto de personal comprometido que sale siempre, sin duda, infinitamente más barato que el personal equivalente contratado por el Estado. Una revista económica publicó hace varios meses el cálculo: si la Iglesia dejase de prestar los servicios que presta, descontados los religiosos, al Estado le costaría alrededor de un billón de pesetas al a o mantener esos mismos servicios. Por tanto, todo lo que sea darle a la Iglesia menos de un billón al a o es ganar dinero.
Lo que ganamos los espa oles por dar dinero a las ONG, organizaciones que de media se gastan un cincuenta o sesenta por ciento en autogestión (pagarse sueldos, publicitar proyectos, alquileres de sus locales, etc.), si quieren lo hablamos otro día.
Y en cuanto a la legitimidad de estas aportaciones, porque no todo tiene que ser echar mano de la calculadora, puede ser discutible que una organización privada reciba fondos de la caja común para luego gestionarlos con su criterio, un criterio sin duda partidista y hasta sectario si quieren, pero resulta que en Espa a los partidos políticos reciben una asignación en función de sus votantes y afiliados, y resulta también que en Espa a los sindicatos disfrutan de una serie de prebendas económicas, incluidos los gloriosos puestos de trabajo liberados, y nadie sabe muy bien qué cuándo se aprobará una ley de financiación de los partidos políticos para que cada cual pague a su fe y no nos sangren a los demás.
Por mi parte, mientras la Iglesia mantenga en pie las catedrales y organice las procesiones de Semana Santa, creeré que lo que me cuesta me sale más rentable y está mejor retribuido que lo que se llevan los partidos y los sindicatos.
Porque si es para manifas, huelgas, y convenios colectivos, que ponga el dinero el interesado en ese culto. Digo.

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