25 septiembre 2009

Titulitis y titulosis (inflamación y desgaste)


Los títulos eran una cosa importante cuando el que los daba era importante a su vez. Ahora, como se ha extendido la impresión de que las administraciones públicas son, en general, una horda de bandoleros que va a su ritmo y buscan su propio beneficio, los títulos se han ido devaluando. Y es que siempre es lo mismo: una firma vale, como mucho, tanto como la persona que la estampa, y una moneda tanto, como máximo, como el país que la emite. Lo malo es que no hay otra cosa que sustituya a los títulos, a no ser los masters, y con esos se vuelve al sistema de siempre: que pueda acceder a los buenos puestos el que pueda pagar por conseguirlos. Eso, por supuesto, si no se pasa uno a la resistencia, que es de lo que voy a hablarles.
Tenía y tengo un amigo que en cierta ocasión decidió postularse a un puesto de diseñador gráfico en una importante empresa nacional. Los requisitos exigidos consistían en haber terminado la licenciatura en Bellas Artes, dominar el manejo de varios programas profesionales de diseño gráfico, retoque fotográfico y maquetación, y contar con al menos cinco años de experiencia en un puesto similar.
Este es el momento de decir que mi amigo era y es ingeniero de montes, y ya que el monte es una de las bellas artes, como todo el mundo sabe (sobre todo los que se han echado a él), envió su currículum para aquel puesto, acompañado de un certificado falso que acreditaba la experiencia requerida y de un título igual de falso (o más falso todavía) de los estudios de Bellas Artes cursados en una importante Universidad española.
Llegado el momento de la selección entre los aspirantes, la empresa propuso una serie de pruebas prácticas en su sede, y como resultó que lo único auténtico de mi amigo era su buena mano para manejar aquellos programas y su talento para el diseño gráfico, le ofrecieron a él uno de los tres puestos que debían cubrirse.¿Por qué? Porque la empresa lo quería para trabajar, y trabajar, sabía de siete sobras.
En el momento de la firma del contrato, se reunieron los tres nuevos trabajadores y el gerente que, con amplia sonrisa, los felicitó ¡a los tres! por su destreza a la hora de “reelaborar” su propia documentación.
Y es que, según les dijo, un diseñador gráfico tiene que saber diseñar, en primer lugar, un producto que parezca creíble a su cliente y sirva para el mundo reaol, a menudo tan alejado de las ensoñaciones académicas y sus extrañas exigencias.
Vistas así las cosas, y les aseguro que es real, no me queda más remedio que hacerme y hacerles algunas preguntas:
Si sabes hacer el trabajo, ¿para qué te van a pedir el título?
Si no sabes hacer el trabajo, ¿para qué te van a pedir el título?
En todo caso, ¿para qué le sirve a una empresa privada tu título a no ser que te quieran emplear de pringado firmador de proyectos ajenos?
Conclusión: si lo que quieres es un sueldo, oposita. Pero si quieres un trabajo, procura a aprender a hacerlo.

2 comentarios:

  1. La gran empresa funciona como el ejército y, sin título, solo se puede promocionar hasta cierto punto (hasta sargento chusquero). es triste, pero el pedazo de papel tiene su valor.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Yo lo que tengo visto es que no. Que basta con afirmar tenerlo, proque pedir el papel no lo piden nunca.

    Se trata de echarle jeta y de qu eno sea una cosa tremenda, como decir que eres neurocirujano...

    ResponderEliminar