13 diciembre 2008

Objeción al cuadrado


Se acaba de publicar que un zamorano, entre otros, ha ganado el recurso ante los tribunales para poder objetar contra la asignatura de Educación para la ciudadanía. Por la manera en que lo cuentan, más que un recurso parece que ha ganado un concurso, y algo de eso hay cuando de tribunales se trata.
Lo felicito por ello, y me sumo a su causa. Y si me lo permiten, les diré que mi objeción es al cuadrado, porque no sólo objeto contra que el Estado adoctrine a los chavales, sino que objeto también contra el estado de cosas que origina la necesidad de objetar.
¿A qué punto hemos llegado cuando es necesario acudir a los tribunales para defender derechos tan obvios como el de evitar que en las escuelas se enseñe como asignatura algo tan íntimo y privado como los valores éticos?
Me opongo a que en los colegios se enseñe religión. Cualquiera. Que se enseñe historia de las religiones, para que los chavales no vayan luego a una iglesia o una mezquita y pregunten por qué aquí no hay más que garabatos o quién es ese tío con cara de pasarlas tan negras en una cruz.
Me opongo a que los valores de hoy se consideren más limpios, más blancos, y más indiscutibles que los de cualquier otra época. La solidaridad no es mejor que el espíritu nacional. La tolerancia no es mejor que el nacionalismo. La ecología no es mejor que el amor a la patria. Cada cosa es de una época, y lo que antes se daba por indiscutible se discute hoy, con razón. Y exijo poder discutir mañana, o incluso hoy mismo, los valores de moda.
Si aceptamos la idea de que hay una serie de principios inamovibles, esos principios irán cambiando, pero permanecerá la idea de que el gobierno de turno puede imponer como inamovibles sus principios. Cada época tiene sus santos y sus retablos, y donde ayer estaba "Dios, Patria, Imperio", hoy nos ponen "solidaridad, tolerancia, toermundoesguay"; cada época tiene sus procesiones, y donde antes estaba el santo entierro y el día de las fuerzas armadas no ponen ahora la manifa del "nunca mais" y el día del orgullo gay, pero la idea de que somos súbditos a los que hay que atar con la correa del pensamiento obligatorio, permanece inalterable.
El objetivo de una democracia, se supone, es que los ciudadanos puedan mantener sus convicciones, y cuando el Estado se mete a regularlo todo, inclusive lo que deben pensar nuestros hijos, estamos de hecho en una dictadura que utiliza la seguridad como pretexto para acabar con la libertad y la buena intención como disculpa para terminar con la opinión política contraria.
Si el gobierno fuese neutro, podríamos pensar de otro modo. Pero si el gobierno fuese neutro no sería un gobierno, sería un champú o una lejía.
O sea, que ni de coña.

2 comentarios:

  1. Los niños (y muchos adultos) tienden a identificar lo que pone en los libros, en especial en los de texto, con "LA VERDAD", por lo que impartir una particular versión ética, no compartida por mucha gente, como una signatura me parece una perversión. También coincido en lo de la religión.

    Saludos.

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  2. Yolo veo mçás como un movimiento estético para apàrtar, desde pequeños, a los que no estén con la mayoría.
    Una especie de segregación social.
    Pero de acuerdo también con tu idea.

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