13 diciembre 2008

Las cajas se funden (nosotros no)


Hay quien dice que se fusionan, pero yo creo que más bien se funden. Se funden las cajas de ahorros bajo el sol de su insignificancia o al calor infernal de algunas inversiones no muy claras.
Lo primero que hay que entender es que las cajas son entes paranormales, como poltergeists del dinero. Una entidad financiera normal recibe fondos de los impositores, lo gestiona con criterios económicos y obtiene unos beneficios, pero una caja es una especie de santón que recibe el dinero, lo administran con criterios políticos, y dice invertirlo en temas sociales, lo que en realidad significa complementar los presupuestos de las entidades locales, solapando su poder, absorbiéndolo o simplemente suplantándolo, pero sin control alguno de los votantes.
Su naturaleza jurídica es etérea, como la de los fantasmas, y como ellos, si vas a buscarle las cuentas, desaparecen atravesando la pared, porque ni cotizan en bolsa ni las puede fiscalizar otro que no sea el mismo que las controla. Es como si la vaca, en vez de revisarla un veterinario, la controlase sólo el que la ordeña.
Así las cosas, se impone un exorcismo para, de una vez, darles cuerpo, o darles sepultura. Porque lo cierto es que nos cobran los mismos intereses que los bancos, las mismas comisiones, y encima, para más pitorreo, los políticos las tratan a veces como si fuesen su monedero. ¿Se acuerdan de los millones que la Caixa perdonó a Montilla? ¡Aquello sí que fue labor social!
Dejando a un lado la ironía, está claro que en algunas regiones como la nuestra es necesario que existan estos instrumentos financieros, aunque sean obsoletos. Lo que no se acaba de comprender es que tal y como vienen las cosas opongan algunos tan fuerte resistencia a una fusión que es absolutamente necesaria para alcanzar una dimensión mínima.
O a lo peor si se entiende: a lo peor lo que queda claro es que una fusión pone un presidente donde había cuatro, cinco consejeros donde había veinte, y el dinero sólo a mano de unos pocos, cuando antes era muchos, muchísimos, los que tenían su pequeña cuota en el reparto.
La fusión de las cajas es necesaria, por coordinación, por tamaño, y por ahorro. Y ya que lo vemos tan claro, ojalá nos demos cuenta de una vez de lo que significa el concepto: dos empresas que se unen, se hacen más fuertes. Siete cajas que se unen, ahorran, se coordinan y compiten mejor. ¿Para cuándo, entonces, la fusión de los españoles? Esa es la gran pregunta.
La respuesta me la huelo: “Es usted un centralista y un facha por plantear esas cosas. Nosotros no nos unimos. Sólo las cajas.”
Vaya por Dios.

2 comentarios:

  1. Si se reunificasen todas las administraciones, ¿qué haríamos con los miles de funcionarios sobrantes? (no te digo nada de los altos cargos).

    Saludos.

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  2. Parece que la tendencia es la contraria: ir a la atomizaciómn, de modo que se extienda el subempleo en una pirápide imposible que nos acabrá por pilalr.

    Si no nos ha pillado ya...

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